-Quizás sea usted uno de los pocos que conoció el rostro de Rajoy sin barba...

-Pues sí, seguramente. Aunque en un estado lamentable... Tenía un traumatismo facial muy grave, en toda la cara, los labios, los párpados, múltiples heridas. Estaba prácticamente desfigurado por el accidente.

-¿Guarda aún el recuerdo de su rostro destrozado?

-De esto hace 32 años, fue en 1979 y Rajoy era un joven de 24 años, no estaba aún en la política, era registrador de la propiedad en Villafranca del Bierzo. Yo no era consciente de que atendía a alguien especial. Fue un caso más de los que yo atendí como cirujano plástico en el Hospital General de Lugo. El recuerdo de su rostro destrozado no lo tengo perfecto, pero lo más curioso es que fue el propio Mariano Rajoy quien me lo recordó más de una década después del accidente, cuando ya era una persona de gran proyección en el PP, como vicepresidente de la Xunta de Galicia. Yo ni me imaginaba que su rostro deshecho había pasado por mis manos. Fue en una fiesta de un amigo común cuando me dijeron que Mariano quería hablar conmigo. Qué querrá de mí, pensé. Entonces me lo contó, para mi gran sorpresa. Me asombró lo agradecido que se mostró, lo que me indica que es una persona honorable. Llegando a lo que llegó, nunca se olvida de mí.

-¿Le sugirió usted dejarse barba tras el accidente?

-No, fue cosa suya. La barba se la dejó puntualmente a partir de ese accidente, para tapar las cicatrices de la operación, pero después ya no se la quitó. Me contó que hace unos años intentó quitársela, durante un viaje a Grecia con su novia, Elvira, ahora su esposa, pero que ya no se reconocía sin ella.

-¿Rajoy hizo alguna intervención estética más en su rostro después de la operación?

-No, que yo sepa no, en absoluto.

-¿Llegó a usted directamente desde el accidente?

-Rajoy se cayó con su coche, un Seat 127, por un precipicio en Palas de Rei, cerca de Lugo. Salió a la carretera por su propio pie y llamó un coche para que lo llevase al hospital. Estaba muy mal y era consciente de la gravedad de las heridas en su cara. Pero no perdió el conocimiento en ningún momento. Lo que yo hice fue repararle aquellos tremendos destrozos que tenía. Fue una operación difícil, de unas seis horas, y el resultado, afortunadamente, fue muy bueno.

-Por otros casos similares que ha tratado, ¿en qué repercute más un cambio traumático de aspecto en esas edades? ¿Puede alterar la personalidad?

-Hombre... evidentemente que podría. Depende sobre todo del resultado de la reparación plástica. Yo creo que si Mariano no hubiese contado que tuvo ese accidente, nadie lo sospecharía, la verdad es que no se nota. Estoy muy orgulloso de lo que hice.

-Aunque también es cierto que a partir de ahí tomó la decisión de alterar su fisonomía. Se dejó barba y nunca se la volvió a quitar...

-Sí, bueno... pero es que la cicatrización de unas heridas de esa magnitud tarda lo suyo. Tras un accidente así, en un primer momento, las heridas son muy visibles y perturbadoras. Y él tenía muchas heridas. Es lógico ocultarlas. Pero un buen tratamiento y el tiempo prácticamente las hacen desaparecer. Estoy convencido de que en el caso de Mariano fue una cuestión de costumbre. Sus cicatrices ya no son suficientemente evidentes como para necesitar barba.

-¿En la operación le reconstruyó la cara entera?

-Sí, le reconstruí prácticamente toda la cara. Es como rehacer un puzle. Vas poniendo cada cosa en su sitio y las que faltan, las reparas con técnicas plásticas.

-Al llegarle casi desfigurado, desconocía exactamente el aspecto que tenía antes del accidente. ¿Qué referencia usó para reconstruirlo?

-Me guié por ciertas marcas. Para reconstruir por ejemplo la comisura labial destrozada, la división entre la mucosa y la piel se convierte en una línea a seguir. No hay magia. Es como un arqueólogo que encuentra restos de una vasija y va encajando los fragmentos.

-¿Cuando se enteró de la identidad del paciente, tuvo curiosidad por ver cómo era Rajoy antes del accidente?

-La verdad es que no. Como lo vi bien, no me preocupé. No hay fotos públicas de Rajoy en la vida política sin barba, así que tendría que acudir al terreno personal y no me interesó. El primer mandamiento de la cirugía plástica es precisamente que la persona no cambie hagas lo que hagas. Y yo siempre tuve la sensación de que Mariano siguió siendo el mismo, pero con barba.

-¿El destrozo de los labios le causó su característico seseo al hablar?

-No, no tiene nada que ver con el accidente. La prueba es que su hermano habla igual.

-Rajoy tiene un aire muy reservado, ¿tiene algo que ver con el accidente?

-No. Es la imagen que da, pero no es así. Es una persona muy extrovertida con los amigos. No es un mitinero, es una persona normal y alegre.

-Por qué es tan difícil ver fotos suyas antiguas sin barba...

-La barba empezó antes que la política. En los archivos públicos y de prensa no figuran. Creo que no hay más misterio que ese.

-La barba de Rajoy llegó a ser uno de los asuntos más preocupantes en el seno del PP. Algunos dirigentes y asesores le pidieron que se la cortara al considerarla un serio handicap electoral.

-Pero no lo hizo. Y se convirtió en presidente. Esto demuestra que es un hombre con una gran personalidad. Él seguramente se ve desnudo sin barba, es una parte de sí mismo después de tantos años.

-¿Que siente al ver ahora que el rostro más conocido del país es obra suya?

-Yo ayudé a conservar ese rostro y siento un inmenso orgullo. Pero valoro más el agradecimiento que me mostró personalmente.

-Aún así, se habrá fijado profesionalmente en ese rostro. Y hay algo que opinan los asesores: ciertos puntos fuertes estéticos de Rajoy, como sus ojos claros, pasan inadvertidos.

-Será por las gafas. Hay gente que lo primero que hizo al llegar a la política es operarse la vista para sacarse las gafas. Mariano, no. Yo prefiero la belleza interna a la externa, por mucho que sea cirujano plástico. Vivimos obsesionados con la imagen y la asociamos a la excelencia. No podría destacar ningún punto fuerte estético de Mariano, pero creo que a él no le preocupa gran cosa lo banal.

-Si una máquina del tiempo lo devolviera a aquella operación hace 32 años sabiendo de quién se trataba... ¿cambiaría algo?

-Nada. Aunque quizás me temblasen un poco las manos por la responsabilidad. Fue mejor que pasase así.