Es el artífice de algunos de los mejores puentes de la ingeniería española. La primera estructura que calculó fue la del edificio Torres Blancas, en Madrid, de su amigo Oiza. La última, el puente de La Pepa, en Cádiz, el más grande de España y uno de los mayores de Europa. Javier Manterola (Pamplona, 1936), ya jubilado de su cátedra pero no de su profesión, primer Premio Nacional de Ingeniería y académico de San Fernando, sostiene que la ingeniería civil tiene una dimensión estética, una idea que desarrolla en el libro La obra de ingeniería como obra de arte.

-¿Más de 200 puentes?

-Sí, he hecho muchos, pero no los he contado ni estoy preocupado por cuántos he hecho.

-Pero estará preocupado por el último, el puente de la Pepa.

-Es un puente gigantesco, de más de tres kilómetros. Es el mayor de España, con mucha diferencia, y uno de los mayores de Europa. Con la crisis, la financiación escasea y las obras van despacio. Una obra de esa magnitud requiere una financiación importante, no unos millones hoy y otros mañana.

-Otro récord, como lo fue el puente de Barrios de Luna.

-En 1983, era el mayor puente atirantado del mundo.

-¿Se hacen buenos puentes en España?

-En España hay una ingeniería civil excelente pero se la pueden cargar ahora con los recortes económicos. Corremos el peligro de que generaciones de gente muy bien formada empiece a buscar otra manera de vivir y acabe perdiéndose una tradición de ingeniería civil buenísima.

-La bonanza trajo puertos, aeropuertos, líneas de AVE...

-Muchos aeropuertos son superfluos, pero el AVE es fantástico, es el medio más adecuado para este país. Lo que no tiene sentido es que haya dos puertos exteriores a 50 kilómetros de distancia.

-¿Le hubiera gustado haber proyectado carreteras?

-En los últimos años he descubierto la belleza de las carreteras y, desde que soy académico de Bellas Artes, estoy empeñado en hacer ver a la gente que la ingeniería civil hace cosas formidables, entre ellas muchas carreteras.

-A veces son una agresión.

-A veces son una agresión al territorio y otras lo construyen. Son difíciles de ver, pero si se observan desde una perspectiva aérea se descubren algunas bellísimas.

-¿Aprender a mirar las carreteras, las presas o los puentes?

-Cuando escribí el libro La obra de ingeniería como obra de arte yo quería haberlo titulado Saber ver la ingeniería.

-¿Hay que educar la mirada?

-Claro. Decía Proust que para descubrir cosas nuevas no hay que viajar sino mirar con ojos nuevos.

-Su primer trabajo fue calcular la estructura del edificio Torres blancas, de Sáenz de Oiza.

-Aún no había acabado la carrera. Me costó mucho, era una estructura muy difícil, pero me gustó esa aventura con Oiza, navarro como yo. Hace cincuenta años no era como ahora, que hay infinitos medios para calcular todo y estar más seguro de lo que haces. ¡Lo que tuve que hacer entonces para saber que aquello iba a resistir! Pero ahí está.

-Ahora, con ordenador sería más fácil.

-Infinitamente más fácil. La ingeniería tiene una dimensión heroica porque es atreverse. Cuando empecé el puente de Barrios de Luna, decía, cómo voy a saltar de aquí allí sin tocar el agua, me parecía imposible, pero acabas haciéndolo. Es más fácil hacer el puente de Cádiz, que tiene 540 metros de luz, después de hacer el de Barrios, de 440, que empezar de nada haciendo 400.

-¿Los puentes del futuro?

-Estamos en el fin de una época y lo nuevo vendrá con el cambio de materiales. Se impondrán los compuestos a base de resinas y fibras de vidrio y de carbono, que son muy resistentes y ligeros, y cambiarán radicalmente el diseño.

-¿Habrá puentes inteligentes?

-Ya existen programas de ordenador que miden la oscilación del viento en los grandes puentes colgados, y se podrán sacar alerones como los de los aviones. Además, ya hay material inteligente que puede dilatarse, hacerse más flexible o más rígido. Pero todavía estamos un poco lejos de eso.

-¿Los puentes de Calatrava?

-Calatrava no está ayudando mucho al mundo de los puentes. Yo pretendo que los jóvenes encuentren en mi obra respuestas a las preguntas que se hacen. Es muy importante la influencia que tiene una obra en la figuración del pensamiento. Yo siempre vi muchos puentes y, hasta hace poco, mi mujer y yo viajábamos cada verano por Europa para verlos. Podía caer también alguna catedral, pero sobre todo veíamos puentes y museos de arte contemporáneo. Mi relación con los puentes es una relación de amor absoluto. Leonardo Da Vinci decía que el gran amor nace del conocimiento de lo que se ama.

-Eliminaron su scalextric de Cuatro Caminos, en Madrid.

-Era un puente precioso, y fue muy alabado y copiado. Ese puente era mucho más bonito que la plaza. Ahora no quieren que haya puentes en las ciudades, quieren que los cruces vayan soterrados y que no se vean, debe ser más benigno para la gente.

-¿Una obra de ingeniería es una mezcla de lógica y belleza?

-Solo hay lógica. La belleza es una consecuencia de la apreciación de los demás. Hay líneas preferentes, caminos de excelencia sobre los que pensar y en los que pensar. Meterse en esa línea e ir configurando una dirección es lo importante.

-¿Qué le interesa del arte contemporáneo?

-Me gusta todo el arte, pero me interesa más el arte contemporáneo que ver un velázquez, aunque he ido cien veces al Prado.

-¿Le gusta la arquitectura de hoy en día?

-Sí, rechazo absolutamente la inquina de los arquitectos hacia lo que ellos llaman excesos de la arquitectura. Es mentira, es una pose que tienen ahora. La arquitectura siempre ha sido eso, nunca ha sido una cosa comedida.

-Defiende la deconstrucción.

-Sí, y me gusta mucho la obra de Zaha Hadid, es muy buena. Me gusta Ghery, también. La gente se retuerce ante los espacios nuevos como el Guggenheim. Herzog y de Meuron son los más grandes. Su estadio de Pekín, el nido, es una maravilla. Costosísimo, sí, aunque no lo aparente, pero ¿qué tiene que ver eso con la arquitectura? ¿Cuánto costó el Escorial?

-¿Qué obras de la ingeniería admira?

-El Golden Gate es una obra extraordinaria. El Millau, en Francia, es un buen puente pero no es de los que me emocionan. He pasado horas y horas viendo el puente que hizo Freyssinet en Brest: no es un puente hermoso ni está bien diseñado ni es proporcionado; es más bien torpe, pero cuando lo miras te reconoces en él. Tiene gran significación para mí ese puente. He aprendido tanto de él... Su presencia te absorbe...