-Usted ha sido corresponsal en África y en Nueva York, y ahora escribe en la sección de Cultura de ABC, donde desempeña el cargo de adjunto al director. ¿A qué se debe el cambio?

-Sí, escribo menos y viajo menos. Soy también el director del máster de periodismo de ABC. Aparte del reporterismo, que es lo que más me gusta, me encanta enseñar y despertar la curiosidad en los jóvenes por el periodismo.

-Desmienta que escribir en la sección de Cultura es fácil.

-Pensar que hay unas secciones más importantes que otras no es cierto. Hacer periodismo cultural es difícil. Escribo sobre cultura porque, aparte del reporterismo, es lo que más me gusta.

-¿De qué peca el periodismo español?

-Generalizando, no se hace buen periodismo en España. Hay demasiada dependencia de los mandarines políticos, literarios, cinematográficos, económicos, etc. Se hace un periodismo muy superficial, dependiente del mercado. Y ha perdido la capacidad de iluminar y señalar lo verdaderamente valioso. En general, hacemos un periodismo muy previsible y aburrido. A mí el que más me gusta es el anglosajón, en concreto el de EEUU: The New Yorker, The New York Times... También habría que hacer más autocrítica. Los periodistas lloramos mucho y deberíamos perseverar más dentro de las redacciones.

-Usted tiene otro frente abierto con la revista digital FronteraD.

-Esta revista va a durar mientras pueda. La idea de fundarla surgió en EEUU, en la cafetería de la sede de la ONU. Estaba con el periodista Antonio Lafuente discutiendo sobre periodismo, instalados en la queja, y decidimos pasar a la acción. Me di cuenta de que después de la Transición casi no había revistas en España, y a mí me gusta mucho The New Yorker. Quería volver a hacer buenas historias, que no fueran sesgadas o superficiales. Finalmente no hubo financiación para sacarla en papel y la lanzamos en 2009 en internet. En breve, vamos a sacar una aplicación para tabletas y móviles. Creo que las tabletas pueden ser el futuro para el periodismo, es el soporte ideal.

-Michael Connelly escribió en un artículo que los diarios deben volver a convertirse en apoyos primarios de la comunidad en la que se asientan para competir con internet. ¿Hay que encoger el mundo para sobrevivir?

-Estoy de acuerdo con la idea de hacer periodismo hiperlocal, pero creo que todo se puede combinar. Es cierto que nos hemos vuelto cómodos y hacemos menos periodismo de calle. Estamos demasiado pendientes de las majaderías de los políticos. Hay que hacer historias más originales que estén bien escritas. No hay otra.

-¿Qué diferencia hubo entre cubrir el 11-S o las guerras de Bosnia o África?

-Personalmente, en África iba solo y en Nueva York estaba con mi familia. La relación con el peligro fue distinta, más inquietante. Cuando se cayeron las torres gemelas mi madre me dijo: "Parece que la guerra te persigue". Creo que el 11-S le permitió a los americanos experimentar en parte el terror en su propia casa, que no es que me parezca bien, pero siempre han visto la guerra a través de la televisión y algunas de las guerras han sido provocadas por decisiones de su propio gobierno. Y eso les desconcertó y se preguntaron: "¿Por qué nos odian?". Se formularon esa pregunta con una ingenuidad inaceptable, porque eso significa que no conocen su propia historia ni los actos de su gobierno.

-¿Cómo es la vida con ese nombre de general (ligado al 23-F)?

-Da lugar a muchas situaciones paradójicas. Notas que no se atreven a preguntarte si tienes algo que ver con aquel militar. Por cierto, una vez lo quise entrevistar pero él no quiso.

-Dicen que para enterarse bien de lo que sucede en España a veces es mejor leer la prensa extranjera. ¿Está de acuerdo?

-A veces es así. La prensa de fuera es menos visceral, más objetiva, cuenta las cosas de otra manera. Creo que deberíamos ser capaces de hablar de nosotros mismos como si fuéramos extranjeros. Sería saludable para la prensa. Los propios lectores se han convertido en parroquianos. El lector quiere que el diario confirme su visión del mundo. El que no está en su línea, lo desprecia. Esto lleva a que finalmente nadie quiera saber la verdad.

-Si usted cambiara de vida, ¿quién sería?

-Un maorí. Desde pequeño estoy obsesionado con las Antípodas. Con 18 años me escapé de casa con la intención de ir a Nueva Zelanda. No llegué. Por otra parte, me gustaría tener una compañía de teatro maorí. Quiero volver al teatro. Empiezo a pensar que hay más futuro en el teatro que en el periodismo.