La visita de la canciller alemana para vigilar, supervisar y, en su caso, dar el visto bueno a la política económica, presupuestaria y, en consecuencia, social del Gobierno de España debe hacernos reflexionar. Es verdad que los españoles, como otros europeos, por decisiones con aval democrático, hemos cedido parte de nuestra soberanía para construir la UE, pero se la hemos cedido a la propia Unión, no a Alemania ni a ningún otro Estado-Nación de los que constituyen la UE. Si el trabajo que hizo la Sra. Merkel, lo hubiese realizado, aunque solo fuese formalmente, el presidente de la Unión, seguramente no tendríamos los españoles esa vergonzosa sensación de subordinación y subalternidad, que tan bien escenificó el presidente Rajoy con gestos y palabras de aduladora complacencia. Podría seguir siendo Alemania hegemónica y decisiva en cualquiera de los acuerdos de la Unión, pero al menos se guardarían las formas democráticas, que ahora se saltan con el mayor descaro; y en democracia, como bien sabemos, las formas son esenciales. La improcedente supervisión de la Sra. Merkel es resultado del tremendo vacío democrático que todavía tenemos en la UE. Vacío que, desde posiciones neoliberales, unos cubren con antidemocrática usurpación y otros no dudan en tolerar, a pesar de sus tradicionales proclamas patrioteras. Los mismos conspicuos defensores del honor nacional en la opereta de Peregil doblan ahora su rodilla con la llave en la mano como Justino de Nassau. Y es que la cosa fue todo un cuadro.

Ahora vendrán las explicaciones tratando de aclarar en concepto de qué vino la Merkel, pero será inútil porque la realidad es la que es.

Solo cabe la reflexión de que, cada día, es más urgente la pendiente construcción democrática de todas las instituciones de la Unión, para hacer efectiva y real la participación de los ciudadanos en todas ellas. La disyuntiva es ya: o fracasa la UE o se construye cabalmente. Seguir a medias es un fraude democrático inadmisible para la dignidad y los derechos democráticos del ciudadano europeo. Y conviene darse prisa porque, sabido es, no se puede engañar a todos todo el tiempo.

Así no vuelva Sra. Merkel porque no es eso, no es eso.

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