-¿Su último libro Mañana la nación apunta a un nacionalismo europeo?

-No necesariamente. Uno de los grandes problemas europeos es averiguar si las tragedias del siglo XX proceden del exceso de nacionalismo o, por el contrario, de la tendencia al individualismo. El nacionalismo puede conducir al chovinismo, a un sentimiento de superioridad y a la separación. De otro lado, también ha sido liberador de las naciones colonizadas y emancipador de pueblos. Toda cuestión tiene dos caras.

-¿Alemania trata hoy a Europa con el "sentimiento de superioridad" que usted achaca a la nación?

-Sobre Alemania pesa todavía el Holocausto, que la llena de reservas y complejos. Se niega a sacrificarse para pagar las deudas de otros, con un egoísmo nacional negativo pero no guerrero ni ofensivo. Lo traducen en los comportamientos, conversaciones y negociaciones.

-¿Kohl, Mitterrand, Thatcher o González eran mejores o no se enfrentaron a problemas de tanto calado?

-Siento admitirlo, pero sí, eran mejores. Los nombres que cita hubieran afrontado la crisis con más unidad, solidaridad y también competencia.

-Desde luego, François Hollande no es Mitterrand.

-El propio Hollande le respondería con aceptación que 'Mitterrand es más que yo'. Ahora bien, puede transformarse, o la situación puede transformarlo, pensemos en Clemenceau. Nadie creía en el actual presidente de Francia, ninguno de mis amigos confiaba en su victoria. Ha sorprendido a todos, también a mí.

-¿Ocultó usted alguna vez información suministrada por su amigo François Mitterrand?

-Hay cosas que no dije. ¿Eran graves? Jamás. Eran asuntos personales, muy personales. Cuando estaba enfermo, François Mitterand me hizo confidencias que nunca he repetido. Mitterrand nunca empleaba las expresiones off the record, o 'esto no lo digas'. Hablaba libremente, pero sabía que yo dirigía una revista que no le gustaba. Por eso insistía en que dejara el periodismo para concentrarme en la escritura. Todas las relaciones entre periodistas y hombres de Estado son comprometidas.

-Es usted el último defensor de la vida privada.

-El carácter sagrado de la vida privada define la modernidad, y su desaparición es una gran ruptura con el siglo XX. La moralidad ha cambiado, internet ha eliminado los instrumentos de la discreción en contraste con mi mentalidad. Soy muy crítico con Francia, pero los franceses respetaban la vida privada. La noción emergente de transparencia se considera una virtud, y contribuye a la aparición de un hombre nuevo.

-Quizás Camus tendría hoy cuenta en Twitter.

-No lo veo probable. Pienso continuamente en Camus, me pregunto cómo respondería a las cuestiones que se plantean. Mi vida no hubiera sido la misma sin él.

-Pese a su repudio de la intromisión en la vida privada, ¿Sarkozy cae por Carla Bruni y el bling bling?

-Almorzando con Sarkozy para debatir el traslado de los restos de Camus al Panteón, me extrañé de su interés por el pensador. Me replicó que 'su lectura me hizo lamentar no haber nacido en el Mediterráneo'. A continuación, el presidente me dijo: 'Señor Daniel, le admiro y sólo nos separa una cosa, que usted no ama el dinero'. Me dejó tan asombrado que no supe qué responder.

-¿Seguimos viviendo la era del 11-S?

-Los atentados del 11-S supusieron una catástrofe para la reputación de Estados Unidos, y sirvieron enormemente a la política imperial norteamericana. Se ha visto por primera vez mentir a un presidente y a sus ministros, sobre Irak. Después de las dos guerras, todo el orden mundial se ha modificado.

-Occidente entregó su legitimidad.

-Absolutamente, se ha comportado sin escrúpulos.

-¿Obama le ha decepcionado?

-Obama me hizo soñar. Cuando se releen sus dos volúmenes autobiográficos, son grandes libros. Además, había comprendido la cuestión clave de la política internacional, que era imprescindible erradicar de la cabeza de los occidentales el espíritu de superioridad que origina el conflicto con el islam. Estaba perfectamente situado, pero ha cometido grandes errores y ahora vivimos suspendidos de la apuesta por Obama, que puede perder las elecciones.

-¿Primavera árabe o primavera islamista?

-Me hace usted dar una vuelta al mundo. La llamo primavera islámica. He vivido entre los árabes, he tenido amigos islamistas, y he acabado por dudar de que se pueda ser totalmente musulmán y enteramente demócrata. El islam es la última gran ideología de nuestro tiempo.

-Milan Kundera, Carlos Fuentes, Jorge Semprún, usted mismo, ¿la última generación de intelectuales masculinos, casi machos?

-Sí, por supuesto.