Christopher Stevens, embajador de EEUU en Libia, murió la noche del martes en un asalto al Consulado norteamericano en la ciudad de Bengasi. Stevens, de 52 años, es el primer alto representante diplomático estadounidense en activo que muere asesinado desde 1979 y el sexto en toda la historia del país.

Stevens, nacido en California, acumulaba una larga experiencia en Oriente Medio, región de la que se consideraba un "enamorado", y, sobre todo, un admirador de las revueltas de la primavera árabe. Prueba de ello es que antes de ser destinado en Libia dijo sentirse "sorprendido" por cómo la gente de ese país "se había alzado en demanda de sus derechos".

Su apoyo a los rebeldes que derrocaron a Gadafi era tan notorio que incluso le supuso una expulsión temporal del país, lo que no impidió su regreso en mayo de 2011, ya designado oficialmente embajador estadounidense. Stevens declaró entonces su apoyo y el de Washington a los ciudadanos libios: "Ahora vuelvo a Libia para continuar con el gran trabajo que empezamos".

A lo largo de su dilatada carrera en Oriente Medio, pasó por Jerusalén como oficial principal adjunto y jefe de la sección política. Estuvo en Damasco como oficial político, y en El Cairo y Riad como cónsul, además de haber residido antes en Libia, concretamente entre los años 2007 y 2009, en los que ejerció como jefe de misión diplomática.

Dadas sus simpatías por los rebeldes libios, Stevens sirvió como enlace clave entre los insurrectos y Washington, y durante la guerra civil (marzo-noviembre de 2011), su papel como representante especial del Consejo Nacional de Transición (CNT) resultó determinante en las negociaciones que condujeron a la intervención de la OTAN y el cambio de prioridades de las potencias occidentales. De esta forma logró aunar fuerzas para un ataque conjunto contra el régimen de Gadafi.

Mientras el entonces embajador en Libia, Gene Cretz, regresaba a EEUU antes de desatarse la operación aliada contra el dictador, Stevens permaneció hasta finales de 2011 en Bengasi, la ciudad bastión de los rebeldes libios.

Antes de unirse al cuerpo diplomático estadounidense en 1991, Stevens, que se licenció en Derecho por la Universidad de California en Berkeley, era un abogado especializado en comercio internacional que trabajaba en Washington.

En 2010 obtuvo un máster de la Escuela Nacional de Guerra, y su dominio del francés y el árabe le convirtió en seguida en un valorado miembro del cuerpo diplomático.

Además trabajó en Washington en el comité de Relaciones Exteriores del Senado y en el Departamento de Estado como director de la oficina de Asuntos Nucleares y de Seguridad. Fue asesor sobre Irán del subsecretario de Asuntos Políticos y asistente en la Oficina para Oriente Medio. Sus operaciones se basaban ahora en Trípoli, y su estancia en Bengasi únicamente se debía a un viaje de negocios, lo que, si cabe, confiere aún más dramatismo al suceso.