Todo en ella parece superlativo: su estatura, su delgadez. Elegantes excesos que contrapesa su dulzura del habla. Verónica Blume es figura, pero no servidora, de la moda.

-Vivir aquel boom de las top models, ¿qué recuerdos deja?

-Fue una época divertida. Pero es mejor que nuestra tarea se considere como lo que realmente es: un trabajo, entre tantos otros. Hay que primar la profesionalidad.

-¿Desfiles o fotos?

-Lo segundo, desde luego. La pasarela me pone nerviosa, y no me gusta el ambiente caótico de su interior. Las sesiones fotográficas, en cambio, son un apasionante proceso hasta lograr ambientes y momentos adecuados. Es auténtica creación, en la que una se implica a fondo.

-¿Fotógrafos favoritos?

-A mí me atrae la naturalidad, las fotos en las que me reconozco, y esto me sucede con varios profesionales. Me fascinó empezar con Ferrater, del que aprendí mucho.

-Llegar no fue difícil, en su caso. ¿Y mantenerse?

-La clave es saber vender la propia imagen. No hay que perder de vista que, en este oficio, el producto eres tú; es a ti misma a quien hay que gestionar. Y no tomárselo demasiado en serio. Mi hijo Liam, que ahora tiene nueve años, me ha enseñado a valorarlo todo más equilibradamente.

-También Liam fue el origen de otra actividad, ¿no?

-En efecto. Durante el embarazo comencé a practicar yoga. Seguí perfeccionándome a través del tiempo, y en la actualidad soy profesora. Además, escribo un blog sobre temas relacionados con el yoga y la maternidad.

-Veinte años de experiencia dan autoridad para enjuiciar los cambios de la moda a lo largo de dos décadas.

-Lo más importante es la evolución, desde aquella imposición de las tendencias marcadas, hasta la diversidad actual, las inmensas posibilidades de elección que ayudan a afirmar la personalidad.

-¿A qué diseñador elige?

-En primer lugar, a Josep Font. Conecto mucho con él, personal y profesionalmente. Es un artista, un verdadero artista.

No olvida, sin embargo, a otros. El vestido anaranjado que delinea su silueta como una segunda piel lleva la firma de Ángel Schlesser. Pausada, serena, Verónica Blume se reconoce como una asociación de la vitalidad española y el espíritu metódico de su raíz germana.