-¿Cómo nace este libro y (de verdad) por qué renace?

-Nace a la vez que mi segunda hija y renace unos años después, cuando decidimos hacerlo como me hubiera gustado hacerlo la primera. Ahora tiene ilustraciones maravillosas y una maquetación más útil. Y lo más importante: he conseguido quitar mi foto de la cubierta.

-El título recuerda a una condena de cárcel ¿un embarazo tiene algo de eso?

-Un poco. Es una licencia humorística, porque procuro no tomarme ni a mí ni muchas otras cosas demasiado en serio. La mística sobre la maternidad me carga un poco, aunque algo hay de cierto. Yo pasé unos embarazos muy malos los primeros cuatro meses y muy buenos los últimos cuatro, porque duraron ocho meses.

-¿Las náuseas unen mucho a las futuras madres?

-No más que a los tíos con una resaca monumental; y es la misma sensación, solo que todo el día. Francamente, que no venga nadie a decirme que es algo psicológico.

-¿También le cambió la vida?

-Sí, como a todas. Ya sabes, el rollo de las famosas que parece que son ellas las primeras que han tenido un hijo en esta tierra. Pero es que es verdad. Ahora no me imagino la vida sin ellos, pero entiendo que se puede vivir muy bien sin ser madre ni padre.

-¿Qué tiene su libro que no tengan otros sobre el tema?

-¡Que es mucho más bonito! Este libro es femenino, cuidado, divertido y útil. A ver quién da más.

-¿Qué es más difícil, dar a luz un libro o a un niño?

-Mi media es de dos años para una novela frente a los nueve (en mi caso, ocho) meses de embarazo. Lo que pasa es que cuando te dan al niño es cuando empieza verdaderamente la fiesta, en todos los sentidos. Tendré que escribir otro que se llame Cadena perpetua. Es broma, ¿verdad? Además, el título ya lo tiene una estupenda película.

-Verdad. ¿Qué es lo que la hizo papilla durante el embarazo?

-Esa extraña sensación, desde que te levantas hasta que te acuestas, mezcla de mareo, vértigo y náusea que ni Sartre o Bradley Cooper en Resacón en Las Vegas. Ahora, lo mismo digo una cosa que otra. Apareció una mañana, sin avisar y, exactamente igual, desapareció.

-¿Cómo concilió trabajo y embarazo?

-Como todas, como pude. El embarazo no es difícil de compaginar, lo que es más complicado es desde que te incorporas a la vida laboral hasta que tus hijos se van de casa, que, desgraciadamente, cada día es más tarde, o nunca.

-¿Qué hacer con un padre que intenta escaquearse?

-Recordarle sus obligaciones. Afortunadamente, los padres escaqueadores son conscientes de que son una especie en vías de extinción.

-¿Cómo se llevan los cambios en el cuerpo?

-Bastante bien. Estamos siempre en pleno cambio. Hay que aceptarlos y vivirlos de la mejor manera posible. Procurar ser en cada etapa una embarazada con buena pinta, una mujer joven con buena pinta, una abuela con buena pinta.

-¿El segundo embarazo siempre se lleva mejor ?

-O no. Porque ya nos lo sabemos. Y falta un poco la expectación y el misterio del primero; pero es cierto que se dejan atrás muchas angustias, dudas y miedos.

-¿Le habló al bebé durante el embarazo?

-No, ni le puse a Bach ni hice muchas otras cosas de los manuales.

-¿Cómo definiría el momento en que le dan a la criatura?

-Aterrador. Con esa enorme presión que supone tener que alimentar a otro ser humano de un producto que hasta ese momento no sabías si ibas a ser capaz de producir. Y maravilloso al conseguirlo.

-¿Tuvo depresión posparto?

-Algo me tocó. Y también de eso hablo en el libro. No es todo de color de rosa ni azul celeste en los nidos de las maternidades. Hay pasillos llenos de señoras en bata y cara muy triste, cuando se supone que tendrían que estar muy alegres. Cada uno lo vive a su manera, no hay dos iguales.

-¿Se cumplieron sus expectativas sobre el sexo de los hijos?

-No tenía ninguna; quizá con la segunda, que ya me hacía ilusión que fuera una niña, a pesar de que odio el concepto de 'la parejita'; no digamos ya con perro, nevera y todo lo demás.

-¿Qué errores corregiría si volviera atrás?

-Soy una madre muy desastre. La teoría me la sé muy bien lo cual no quiere decir que la ponga en práctica. Y corregiría muchas cosas, pero incluso haciéndolo como he podido, no me ha ido tan mal.

-¿Cuál era su antojo favorito?

-Los perritos calientes con mucha mostaza. De vez en cuando, todavía me da por ahí.