-¿Exhausto después de escribir Visión desde el fondo del mar?

-Me pasé siete años escribiéndolo y, por primera vez, con mucha disciplina. Me propuse hacer un ejercicio de la memoria, que es muy difícil, y creí que me quedaría en silencio pero adquirí una inercia y una disciplina que me ha permitido embarcarme en varios proyectos, una ópera, entre ellos. Pensaba que me quedaría exhausto y en silencio pero solo me quedé exhausto.

-Un viaje a la memoria, en la tradición de su nomadismo.

-Siempre me gustó viajar. El viaje es una catarsis. El viaje, sea corto o largo, rompe la rutina, limpia.

-¿Visión le sirvió de catarsis?

-No llegué al conocimiento de mí mismo, pero al hacer un ejercicio de memoria así te llegas a conocer bastante. Te conoces si eres capaz de confrontarte con el mundo; nos conocemos a través de los otros: es como el erotismo y la masturbación. A uno le puede dar la impresión de haber llegado a grandes cotas de placer con la masturbación, siempre que no haya experimentado el placer de verdad.

-Ya de niño, en el franquismo, le atraía el viaje y el extranjero.

-Para un niño de entonces, la frontera de los Pirineos simbolizaba el extranjero, un mundo de libertad que estaba muy cerca, a pocos kilómetros, y al mismo tiempo muy lejos. Esa idea de vastedad y libertad luego fue cristalizando con las lecturas prohibidas, Diderot, Proust... Para mí el extranjero se concretó antes en la literatura que en los propios viajes.

-¿Sigue viajando mucho?

-Mucho.

-Es raro. Los hombres suelen dejar de viajar antes de los 40.

-Es que los hombres a partir de esa edad dejan de hacer todo. En el momento en que abandonan las pasiones... La pasión y viajar van juntos. Cuando pesa más la comodidad o la confortabilidad que el desequilibrio que implica la pasión también reconsideras la cuestión de viajar, porque viajar a veces es muy duro y lo aceptas porque no solo vale el objetivo sino también el medio.

-¿Vive con pasión?

-Procuro vivir al menos con deseo. Sin deseos ni siquiera es posible pensar porque pensar es contraponer lo que uno ve o vive con lo que podría ser o le gustaría que fuera y de esa tensión nace el pensamiento. Sin deseos, sin unas ciertas perspectivas utópicas y sin ilusiones no es posible pensar, y eso ocurre en nuestros días: la pobreza del pensamiento va acompañada de una gran apatía existencial.

-¿Faltan héroes, como dice Umberto Eco?

-Sí, pero muchos, durante años, dijeron lo contrario: 'qué bien que ya no se necesitan héroes'. Ahora, la apatía es tan grande y la mediocridad es tan evidente que empieza a ser necesaria la figura del héroe. El héroe es el que es capaz de tener un sentido de la aventura, del riesgo moral, de oponerse por razones morales a la opinión de la mayoría. No el héroe de los cómics, del fascismo o del estalinismo, sino el héroe capaz de defender su libertad individual. Un modelo de héroe es Antígona, el primer personaje que defiende la libertad intelectual de conciencia frente a lo que hoy llamamos políticamente correcto o financieramente correcto.

-Siete reformas educativas en 30 años en España, ¿qué falla?

-Este país se autoengaña continuamente, es incapaz de mirarse al espejo. Han pasado 70 años de la Guerra Civil y aún no hay historiadores españoles que la hayan afrontado con cierta objetividad, y la sociedad española tiene un desconocimiento profundísimo. Han pasado 500 años de la colonización de América y aún no hay un conocimiento verosímil de lo que pasó y de cómo nos comportamos. El español, como individuo, rehúye mirarse al espejo y tratar de conocerse, le da miedo todo lo que no sea gregario. El español es un tipo que dice piropos si está arropado por otros hombres, pero solo, no. Solo no hace nada, y por eso en las estadísticas de educación España está entre los peores del mundo en matemáticas -para resolver un problema matemático tienes que estar solo- y en comprensión lectora, que también tienes que estar solo. Ese es el problema fundamental de España, pero ni siquiera la cultura española es capaz de decirlo. En el fondo, es un problema de falta de libertad y de tradición de libertad y, en términos históricos, ha sido la falta del Humanismo y la falta de la Ilustración.

- "Mis tres pasiones en la vida: viajar, los libros y las mujeres".

-Sí, las preguntas las he encontrado en los libros; las respuestas, en los viajes, y lo que está más allá de las preguntas y las respuestas, en las mujeres.

-¿Qué le interesa de la mujer?

-Su capacidad de no renunciar a la pasión. La mujer, que el tópico dice que es más irracional o instintiva, a medida que pasa la existencia, te das cuenta que ocupa un lugar central y quizá por eso esté menos intranquila. Al contrario de lo que decía Freud, menos neurótica respecto a su función. Los hombres somos periféricos y por eso tenemos una enorme necesidad de manifestar que no lo somos a través de cosas como la caza o la guerra. La mujer tiene la capacidad de darte respuestas espontáneamente y el hombre no da nunca respuestas de forma espontánea; todas nuestras respuestas son premeditadas porque vamos con miedo. Cuando eres muy joven esto es menos importante pero a partir de un momento determinado vas con mucha cautela, por eso en el juego de balanza de Osiris entre pasión y seguridad el hombre tiende más a lo segundo.

-Estudió Medicina, Económicas, Filosofía e Historia del Arte, ¿estaba desorientado?

-Estaba desorientado y me gustaban demasiadas cosas. Eso ha sido el principal problema de mi vida: me gustan demasiadas cosas, en todos los sentidos.

-Una treintena de libros, clases, artículos: eso requiere orden y disciplina.

-Tengo disciplina interna. He sido muy noctámbulo -y sigo siéndolo- y soy muy desordenado desde el punto de vista de la sexualidad -no he creado estructuras estables- pero en cambio tengo una recámara muy bien ordenada.