El nombre de Canuto Berea está ligado al primer establecimiento de instrumentos musicales de Galicia. Fundado en 1836 en A Coruña, permaneció abierto hasta 1987. Padre e hijo -del mismo nombre- comparten el mérito de haber sido auténticos pioneros del activismo musical. Si el padre implantó el primer almacén de instrumentos, el hijo -intérprete, compositor, docente y gran impulsor de la música gallega- supo aprovechar el ambiente en el que creció y llegó a convertir el negocio en un verdadero foco de la cultura musical de la época.

El primer Canuto Berea, nacido en Zaragoza en 1810, había llegado a finales de los años veinte a A Coruña, donde abrió un establecimiento, en Riego de Agua, dedicado a la venta de pianos y otros instrumentos de música. Pronto se convirtió, además, en uno de los principales empresarios teatrales de la ciudad, que por aquellos años -los cuarenta del siglo XIX- eran el Coliseo, en la calle de la Franja, y el Principal, en donde hoy se alza la iglesia de San Jorge. Murió con poco más de 40 años y dejó herederos del negocio a sus siete hijos.

Con 17 años cumplidos, en 1852, el primogénito, Canuto Berea Rodríguez, tomó las riendas del negocio paterno y le dio un gran impulso. Trasladó la tienda al número 38 de la calle Real, aumentó la oferta con la edición de libros y partituras -en diez años llegó a editar 30.000 títulos-, creó un taller donde se construían y reparaban otros instrumentos y se valió sin complejos de la publicidad para prodigarse en periódicos y revistas.

"Gran almacén. Música, pianos, órganos expresivos e instrumentos para orquestas de cuerda y banda militar, de Don Canuto Berea, Real, núm, 38. Coruña", insertaba el 30 de julio de 1831 el periódico El Telegrama.

"Pianos verticales y oblicuos españoles y extranjeros de Erard, Playel Bond y de otras acreditadas fábricas, desde 2.400 reales en adelante", seguía la profusa publicidad de Berea, que, además de ofrecer venta a plazos y tres años de garantía, se anunciaba como "único depósito de pianos construidos expresamente para el clima de Galicia y Asturias de la sin rival fábrica de Bernareggi Gassó y Compañía", premiada en la Exposición Universal de París de 1978.

Además de empresario, Canuto Berea Rodríguez (1836-1891) fue director de orquesta, violinista, profesor y compositor. Entre sus piezas destaca la muiñeira sinfónica La Alfonsina, dedicada al príncipe don Alfonso y distinguida con la Cruz de Carlos III; la zarzuela La luna de hiel, una serie de melodías gallegas como la titulada Un suspiro; composiciones con motivo de la visita a la ciudad de Isabel II y Alfonso XII y un himno de Galicia.

Amigo del compositor Marcial del Adalid, está considerado como uno de los precursores del orfeonismo en Galicia, junto a los músicos Juan Castro Chané y Pascual Veiga. Con ellos y con Juan Montes propagó el folclore de Galicia por España, Portugal y América, en cuyos países dio conciertos como pianista, violinista o director de orquesta.

Presidió la Academia de Bellas Artes de A Coruña y su labor fue reconocida más allá de Galicia con el nombramiento de académico de Bellas Artes de San Fernando.

Sin embargo, su tarea no se ciñó a la actividad musical. Canuto Berea llegó a ser todo un prohombre de su generación. No solo fue alcalde y concejal de A Coruña sino que ocupó muchos otros cargos: fue presidente de la Reunión Recreativa e Instructiva de Artesanos, administrador y consejero del Banco de España y del Crédito Gallego, vocal de la Junta de Obras del Puerto, director de la sección mercantil de la Cámara de comercio y miembro de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos.

La contribución de Canuto Berea a la música gallega ha sido fundamental, como refleja su legado, depositado actualmente en la Diputación de A Coruña, que lo adquirió: miles de partituras impresas, un importante número de libros y manuscritos musicales, correspondencia, catálogos, carteles, programas y documentación comercial del establecimiento, desde la fundación hasta 1987, año en que, después de pasar por distintos propietarios vinculados a la familia, cerró para siempre sus puertas en la esquina de la calle Real con la estrecha calle que lleva su nombre y se prolonga hasta la Galera. Sin embargo, es curioso que, a pesar de la inmensa aportación de Canuto Berea en el ámbito musical, la placa de la calle lo recuerde como alcalde.