No hubo piedad y el gigantesco embalse se zampó las tierras del pueblo entero, con su delicada iglesia románica y su título de conjunto histórico nacional, y tampoco hubo reparos para que se llevase por delante las terrazas cuidadosamente talladas desde la época de los romanos para cultivar el vino.

Eran años de desarrollismo y Pedro Barrié de la Maza había vislumbrado el potencial hidráulico de Galicia y encontrado en el ingeniero coruñés Luciano Yordi de Carricarte el mejor intérprete de su ambición: convertir esta tierra en un gran complejo hidroeléctrico para sentar las bases de su industrialización.

Fue así como el ingeniero de Fenosa Chano Yordi (1917-1978) llegó a proyectar la presa de Belesar, una de las mayores de su época y la primera de bóveda que se construyó en España. Franco la inauguró hace ahora cincuenta años, el 10 de septiembre de 1963, y de esa fecha queda la fotografía: Yordi, desde su notable estatura, explicando al Caudillo, rodeado de uniformados de la Falange, militares y hombres de bigotillo, las características de la revolucionaria obra de ingeniería, que fue modelo para otras presas en Suiza, Alemania o la URSS.

El pueblo de Portomarín fue trasladado piedra por piedra y reconstruido por el gran urbanista histórico Pons Sorolla, y donde había cepas de vino se levantó una gigantesca curva de hormigón para contener las aguas del río Miño, hasta entonces virgen.

Yordi formó tándem en el proyecto de Belesar con Juan Castañón de Mena, hombre de singular perfil -arquitecto, ingeniero, geógrafo, activo militar en el golpe de 1936 y ministro de Franco-, que se encargó del edificio administrativo y de control de la central eléctrica.

Otro arquitecto, Celestino García Braña, que ha incluido Belesar en el Docomomo Ibérico (la Fundación para la documentación y conservación de la arquitectura y el urbanismo del movimiento moderno), destacó el "notable" conjunto de ingeniería y arquitectura conseguido por ambos, "tanto en el edificio administrativo como en el de válvulas". Este, señala, "situado en medio de las aguas, se apoya en el terreno del fondo del pantano por medio de una impresionante construcción, de unos cien metros de altura, de tal modo que cuando el embalse está lleno parece que el edificio flote y hace patente su condición de transparencia, lograda por la presencia del vidrio y las carpinterías metálicas en un riguroso orden compositivo; cuando el pantano está vacío, recuerda a las construcciones del futurismo italiano".

Carlos Nárdiz, decano del Colegio de Ingenieros de Caminos de Galicia, ha reclamado con insistencia que se dé el nombre de Yordi a la presa, que se convirtió en símbolo del franquismo. Desde esa perspectiva ha escrito Belesar, o orgullo de España (Hércules Ediciones) el periodista Alfonso Eiré, que indagó en los aspectos "que no se cuentan" de la faraónica obra: la utilización de presos políticos, los míseros precios pagados por las expropiaciones de tierras y casas o las deplorables condiciones de trabajo de los obreros. Cuestiones, estas, ajenas, a Yordi, que ya tenía un considerable currículo cuando proyectó Belesar. Antes había diseñado presas como la del Tambre, en 1949, cuando era ingeniero de la empresa General Gallega de Electricidad, absorbida por Fenosa en 1955 y de la que Yordi fue subdirector unos años después.

Proyectó la presa del Eume (1959), cuya estilizada lámina de hormigón representó toda una audacia. Y la de Castrelo do Miño, que ahogó en 1969 las mejores tierras del Ribeiro y no solo provocó la indignación popular sino que inspiró alguna letra de canción protesta. Chano Yordi tuvo mucho que ver en la elección de la ubicación de la refinería y del aeropuerto de Alvedro. Y le es debida también la presa de Cecebre, que abastece de agua a A Coruña. La ciudad se lo ha agradecido distinguiéndole con una medalla de oro y una calle.