La gallega Laura Ponte es más que una modelo. La avala un físico que la hace distinta a las demás y que la aleja del tópico que durante décadas ha acompañado a las profesionales de la moda. Ella piensa, se quita importancia, crea continuamente sobre ella y sueña con un mundo ideal donde los problemas pueden convertirse en oportunidades. No elude hablar de lo que ocurre en la realeza española, que fue su familia política durante su matrimonio con Beltrán Gómez-Acebo (hijo de la infanta doña Pilar, la hermana del Rey), con quien tiene dos hijos. Acaba de participar en Palma en Prêt-à-Portals Fashion Weekend junto al diseñador Miguel Palacio. En Mallorca quiere comprar la casa de sus sueños.

-Parece mentira que después de tantos años todavía me divierta haciendo este trabajo, aunque a veces ya no sé ni quién soy. Llevo veinte años de dulce jubilación, pero aquí sigo.

-Ha hecho cientos de entrevistas con los mejores. ¿Qué no le han preguntado nunca?

-Curiosamente, cuánto peso, qué mido realmente o qué es lo que le gusta hacer a mi madre por las mañanas. No sé cuánto peso porque no me peso. Con 15 años estaba obsesionada, recuerdo que llegaba la fiesta de fin de curso y había que estar estupenda y, de repente, todas nos poníamos a dieta. Mi abuela un día me pilló y me dijo: 'Mira, Lau (así me llaman en familia), no hace falta pesarse, como mucho una vez al mes y solo para saber si todo sigue en su sitio". Pesarse todos los días es una locura, incluso siendo modelo, porque también tenemos días en los que comemos y bebemos más de la cuenta. No pesarse es lo más sano, además, notas si engordas con la ropa.

-Está muy delgada, pero es una de las exigencias de su profesión...

-Depende de la época puedo estar entre 60 y 60 y muchos. Soy una loca del pan. Y en los embarazos me he puesto en 80. Y no ha pasado nada, sin hacer burradas he conseguido tener una imagen aceptable para seguir trabajando.

-Su carrera ha sido impresionante. ¿No está sorprendida?

-¡Sí! Con 40 años y seguir trabajando no está nada mal. Ya no sé si soy una modelo, la Ponte, una celebrity o la cosa. Yo creo que soy la cosa, eso intangible en lo que está todo unido, la modelo, el personaje... Eso sí, estoy agradecida, muy agradecida.

-¿A quién? ¿A qué?

-Yo soy la primera sorprendida y la primera agradecida de que me sigan llamando. Además de reírme y pasarlo bien, disfruto cada vez más del trabajo porque estoy relajada y, encima, me da de comer. Tengo otros proyectos en la vida, pero no me dan de comer.

-¿Qué otros proyectos desarrolla?

-Llevo veinte años diciendo que estoy jubilada y esta jubilación está siendo exquisita. Para vivir de otras cosas quise estudiar Ciencias Políticas, pero la moda se interpuso. Lo que me gusta es pintar y crear. Tengo que vivir a la expectativa de que un día mis deseos de vivir de mi creación se cumplan. Eso es lo que quiero.

-Con la dura situación en la que está inmersa España, poder vivir de un trabajo ya es un enorme privilegio.

-Sin duda. Además, tengo mi propia firma de joyería ecológica, Luby & Lemerald, que triunfa en ventas en el extranjero. Allí no saben que lo que están comprando son mis diseños, así que me siento mucho más valorada, sin mi personaje interponiéndose continuamente en mis acciones.

-¿Cómo ve la situación actual de España?

-Asusta. Pero al mismo tiempo soy de las que piensan que estamos ante una gran oportunidad. A partir de esta hecatombe, que no está dejando títere con cabeza, habrá que reconstruirse con inteligencia, creatividad y potenciando una serie de valores mucho más sanos que los que nos han llevado hasta aquí. Yo soy una española comprometida con la gente de mi generación, rebelde, no me quedo quieta, lucho contra esta injusticia que estamos viviendo. Quiero un país donde la gente, todos los ciudadanos, tengamos oportunidades, donde no existan ciudadanos de primera y otros de segunda. Quiero un país libre, donde la justicia sea igual para todos.

-¿Qué le parece lo que está ocurriendo con la familia real española?

-Creo en la justicia y pienso que con el tema de Iñaki Urdangarín los jueces están demostrando que aquí no hay diferencias, todos somos, o debemos ser, iguales ante la ley. Esto me gusta. Hay que dejar actuar a la Justicia, pero una cosa es segura y es que si el que la hace la paga, sea quien sea, el país y todos, instituciones incluidas, saldremos fortalecidos. De todo esto solo pueden salir cosas positivas.