Su obra, de carácter experimental, es un intento de renovar la novela, un género que el académico Luis Goytisolo (Barcelona, 1935), Premio Nacional de Literatura y de la Crítica, considera en franco declive. Ayer abrió en A Coruña el ciclo del Ágora Libros en directo.

-¿Dónde vive ahora?

-En un antiguo molino, en Poblet, pero voy a volver a Madrid.

-¿El clima catalán se le ha hecho irrespirable, como a Azúa?

-Vivo totalmente al margen. En Poblet, por suerte, no te enteras.

-¿Y vuelve a Madrid?

-Después de vivir en Madrid, se nos ocurrió a mi mujer y a mi probar un año en Barcelona. Alquilamos un piso en la calle donde nací y se convirtió en una pesadilla. Salía a pasear y no reconocía la ciudad, iba al centro buscando los lugares que frecuentaba en los años setenta y no quedaba nada.

-Vivió en la Torre de Madrid. Sus vecinos eran el escritor Fernando Díaz Plaja, el músico Bernardo Bonezzi, Boris Izaguirre...

-Sí, sí. Boris vivía justo encima. No me importaría volver al mismo piso. En Madrid se está muy bien y esa zona me encanta. Pasear por el Parque del Oeste es fabuloso, me gusta más que el Retiro.

-Se reedita Estela de fuego que se aleja, una novela "rara", a su juicio, ¿sigue vigente tras 30 años?

-Precisamente, por lo rara. Me estoy releyendo de cabo a rabo porque Herralde (editor de Anagrama) quiere reeditar Las afueras (1958) y me quedé de piedra: aguanta muy bien pese a que la escribí muy joven, con 23 años, cuando todavía no era yo. Es una novela durísima que me llenó de cosas que me afectan muy profundamente, aunque cuando la escribí no me di cuenta. Haré un ensayo largo sobre la novela y el inconsciente.

-Estela... la escribió después de la tetralogía Antagonía. Había quedado exhausto, por lo visto.

-Antagonía, que la empecé a escribir en la cárcel de Carabanchel en 1960, me llevó 17 años; es la novela de la creación: empieza por los primeros recuerdos de un chico que acabará siendo escritor y hará una novela. Me pregunté qué iba a escribir después, y pensé en lo contrario: una novela en la que la obra se come al autor.

-Antagonía ha sido comparada con En busca del tiempo perdido, de Proust, y con El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell.

-El crítico del Times literario Michael Kerrigan, que cita también a Proust y a Joyce, la comparó a La Divina Comedia. Le dedicó dos páginas y media y la puso por las nubes. Me ha favorecido mucho, se ha traducido en EEUU.

-Y le habrá estimulado el ego.

-Siempre he estado seguro de mi mismo y convencido de que lo que estaba haciendo tenía calidad, y que por fuerza tenía que haber otra gente a la que también le interesara.

-En Naturaleza de la novela, premio Anagrama de Ensayo 2013, habla del declive de la novela, un antiguo augurio suyo.

-En 1989 ya dije que era un género en declive, sobre todo por los hábitos sociales. Ahora todo el mundo está mirando una pantallita, bajándose una cosa, haciendo una foto o enviando un mensaje. Yo preveo el resurgir de la poesía, que es más adecuada a este tipo de medios. Al ser algo corto, puedes dividir la pantalla y hacer como los surrealistas. La novela se leerá pero será para un público especializado.

-¿Lee en libro electrónico?

-No, prefiero pasar las páginas.

-¿Escribe a mano?

-Siempre.

-"El ser humano ha conocido tiempos más sombríos", escribe.

-Estamos en una época boba, pero también inquietante. Hubo épocas terribles pero la de ahora es espantosa. Basta con ver la prensa: 60 millones de actas de espionaje sólo en España, ¿entonces, quién manda aquí? Vivimos en tiempos misteriosos: es evidente que no manda Obama, que los presidentes no mandan. Resulta que no hay una CIA sino diez, ¿quién paga esto? ¿Por qué le pasan cosas raras a algunos presidentes? ¿Quién maneja en realidad estas cosas? Tampoco son los grandes financieros. Se ha creado un poder oculto.

-¿Por qué es una época boba?

-La gente se encandila con boberías, con cosas insustanciales, como estar el día entero mandando mensajes o fotografiándolo todo.

-Tres hermanos escritores.

-Es genético: una bisabuela era escritora, un hermano de mi abuela tradujo a Omar Kayam, una hermana de mi madre era poeta... Y tres hermanos. Pero muy distintos.

-¿Había piques entre los tres?

-José Agustín (poeta, fallecido) se enteró de que escribía cuando recibí el premio Biblioteca Breve. Juan sabía más pero se fue a París cuando yo acababa el bachillerato. Mi relación con ellos fue buena.

-¿Celos literarios?

-No, pero se crean confusiones inevitables y a veces son difíciles de superar. Juan siempre fue más mediático que yo y esto me ha creado algún problema, pero al mismo tiempo me ponían a mi muy bien.

-Usted era el guapo. Y ejercía.

-Como era muy tímido, era descarado con las chicas y, como bailar me daba corte, era más directo. Mi fama de galán vendrá de eso.

-¿A Gil de Biedma le prohibieron entrar en el PCE por ser gay?

-Le dijeron que maricones, no. No quedó claro si fue Miguel Núñez, el jefe, o Manuel Sacristán.

-Tiene muy mala opinión de Carlos Barral. Como persona y como editor.

-Y como poeta. Era muy chuleta y, como editor, nunca leyó nada, por eso rechazó Cien años de Soledad. La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, no, porque la leí yo e insistí.

-¿Carmen Balcells?

-Fui su primer autor. Se metía en nuestras vidas: García Márquez tenía que vivir en París; Vargas Llosa, en Londres, y yo, en Nueva York. Para tener más glamour.