Juan José Tamayo es el referente de la Teología de la Liberación en España. Catedrático y secretario de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, su último libro, publicado en 2012, es Invitación a la utopía.

-Usted predica la Teología de la Liberación. ¿Pero hay mayor liberación que despojarse del yugo de la religión?

-Buena parte de la vida nos la pasamos liberándonos de yugos y presiones. El primero es la familia, con sus normas y controles. Y otro yugo importante es la religión, que impone el control sobre la mente con ciertos dogmas, sobre el cuerpo con su moralina sexual, y sobre las costumbres con sus rituales. En países donde la religión ha tenido poder, como España, ese yugo es mayor.

-¿Aún es posible una Iglesia de izquierdas?

-No solo es posible, sino que realmente existe. Porque se tiende a confundir la Iglesia con el clero o la jerarquía. Eso es una parte minoritaria de la Iglesia y hay que desmitificar su poder. Tienen poder, no autoridad. Porque el poder no lo otorgan los creyentes, como ocurre en una democracia. Por eso, la reforma de la Iglesia requiere su democratización: un creyente, un voto. Así era el origen de la Iglesia cristiana. Los primeros obispos y Papas eran nombrados por los propios creyentes. Hay que aplicar la vieja máxima: 'Quien gobierna a todos debe ser elegido por todos'.

-Si Jesús de Nazaret viera al papa Francisco, ¿qué pensaría?

-Jesús le diría: 'Vas por buen camino, Francisco. Estás siguiendo los pasos que aparecen en el Evangelio. Pero no te desvíes, no te dejes llevar por la pompa del poder ni por corifeos y aduladores. No caigas en el peligro del culto a la personalidad. Y no quieras hacer tú solo el cambio en la Iglesia. Han de concurrir todos los creyentes'. Porque Jesús se escandalizaría del ejercicio del papado de los pontífices anteriores.

-Usted fue muy crítico con Juan Pablo II y Benedicto XVI.

-Sí, porque se alejaron del Concilio Vaticano II, que puso las bases para reformar la Iglesia y liberarla del peso y la injerencia de los poderes públicos, y del autoritarismo. Pero ellos escogieron el camino del autoritarismo y la jerarquía, negando toda capacidad de participación de la comunidad cristiana.

-¿Y hay mucho Judas de la reforma dentro de la curia vaticana?

-(Sonríe). Digamos que es el lugar donde más patologías hay dentro de la Iglesia. Es donde más alejado se está de los principios evangélicos de pobreza, humildad y servicio al prójimo. Allí se mueven más por criterios de poder y control.

-Si usted fuera mujer, creería en una Iglesia que la margina y la "humilla", según sus palabras.

-Si yo fuera mujer, y conste que soy un teólogo feminista, seguiría luchando por una Iglesia paritaria. Lucharía por lograr una comunidad de iguales donde el sexo no fuera motivo de discriminación, sino elemento de pluralismo. Combatiría ferozmente toda la masculinidad y el patriarcado que predomina en la Iglesia. Ha de existir una Iglesia igualitaria en el acceso a lo sagrado, en la toma de decisiones, en las responsabilidades o en la elaboración de la doctrina. Si no, la Iglesia discrimina a más de la mitad de sus miembros.

-Y así, difícilmente puede la Iglesia aspirar a ser universal?

-Exacto: ésa es la mayor contradicción. La Iglesia católica no puede considerarse universal si adopta una actitud de exclusión sistemática y por ley a una parte de sus miembros. La universalidad de la Iglesia es negada por sus propios comportamientos excluyentes: de las mujeres, de los homosexuales, de los divorciados que se han vuelto a casar, de otras etnias, de sindicalistas de clase, de opciones políticas de izquierdas?

-Si los cristianos apoyan en su mayoría el laicismo del Estado, ¿por qué España no es laica?

-¡Esa es la pregunta que llevo haciéndome años! Las dificultades para un Estado laico en España no provienen de los cristianos de base, sino de una alianza explícita o tácita entre el poder de la Iglesia y los diferentes gobiernos. Todos los Gobiernos de España, hayan sido de izquierdas, de derechas o de centro, han sido rehenes de la Iglesia y se han plegado a sus reivindicaciones para que no haya un Estado laico. Por eso, quedan restos de nacionalcatolicismo.

-¿Hay restos nacionalcatólicos?

-¡Claro! Quedan muchos restos.

-¿Como cuáles?

-Los funerales de Estado, las juras del Gobierno ante la Constitución, la Biblia y el crucifijo; la casilla de la renta sólo para la Iglesia católica; o la enseñanza de religión confesional en la escuela pagando 'sus' profesores.