Más allá de consideraciones meramente económicas, el fruto de algunas empresas forma parte inevitable de la historia sentimental de una sociedad. Percibimos la llegada de la Navidad porque corre el calendario, los días son más cortos y hace más frío, pero también porque las jugueteras intensifican sus campañas, porque Loterías anuncia la proximidad del Gordo, porque el cava se hace omnipresente en las televisiones... También porque las empresas turroneras recuerdan que es tiempo de hincar el diente a estos productos que se sustancian en la miel y la almendra. Si las muñecas de Famosa dirigiéndose al portal de Belén es una melodía que invita a la nostalgia de un tiempo pasado, no lo es menos aquella otra que ponderaba a El Lobo como "un gran turrón". Hace más de cuarenta años, concretamente en 1971, que el compositor argentino Rodolfo Sciammarella compuso el jingle que popularizó esta marca, insignia, junto al "turrón más caro del mundo", 1880, de una de las empresas más emblemáticas de este negocio: Almendra y Miel.

El Museo del Turrón, con sede en Jijona, acaba de publicar un pequeño libro, Evolución gráfica en la historia del envase del turrón, que toma como referencia la historia de las dos citadas marcas de la empresa alicantina, fundada en 1725 por Bautista Sirvent y de la que ya se han hecho cargo nueve generaciones de la misma familia. En sus comienzos, el turrón se comercializaba a granel y, más adelante, con el aumento de la producción y las ventas, en envases de madera. Es en 1920 cuando entran en acción los metálicos, que, además de una mejor conservación, permitían aprovechar las posibilidades surgidas de la cromolitografía para dar mayor información sobre el producto al consumidor en cuanto a procedencia, premios o elaboración. El grafismo primero estuvo influenciado por el estilo victoriano de finales del siglo XIX, con mucha ornamentación, para ir decantándose hacia el diseño orgánico y vegetal del Art Nouveau. Los años de posguerra, que arrancan con el registro de la marca 1880 por parte de Almendra y Miel, serán una época de autarquía y sobriedad en el diseño.

Los cincuenta, por contra, se caracterizan por la asimilación del grafismo estadounidense, mientras que la década siguiente será la del Pop Art y la Psicodelia que lo inunda todo de color, incluso los envases de turrón, que ya entonces empiezan a apostar por el cartón. Los años posteriores están marcados por una explosión publicitaria, especialmente a partir de los años ochenta en la televisión. El envase de El Lobo se vuelve más serio y elegante, mientras que en el principio de siglo, con el enriquecimiento de la sociedad previo a la crisis, los envases se orientan al lujo y la exclusividad, especialmente en la marca 1880, que aumenta tamaño con un envase de madera noble con raíz de nogal. Queda ahora por escribir cuál será el grafismo de la poscrisis.