Actual representante en España de la Comisión Europea, Francisco Fonseca está inmerso en la llamada euroburocracia desde 1986. Doctor en Derecho por la Universidad de Valladolid, ha ocupado varios cargos de relevancia en la CE, razón por la que puede ser considerado el hombre de Bruselas en España.

-¿Sabe que la gente, en los mercados y los bares, no habla de otra cosa que de las próximas elecciones europeas del 25 de mayo?

-Me recuerda lo de aquella actriz de cine a la que un día le preguntaron si no le daba vergüenza su profesión y contestó: 'Lo importante de esta profesión es que hablen de una, aunque sea para bien'. Le respondo también con ironía, porque hoy Europa está mucho más en la boca de los ciudadanos que nunca antes. Eso se debe a las malas noticias de la crisis. A mí no me importa que la gente debata y sea crítica, pero me interesa que se dé cuenta de que, de esta crisis, los Estados europeos han salido más protegidos gracias a la UE. ¿Se imagina que Grecia, con el dracma, habría tenido dos planes de rescate? Pues no: sería un Estado fallido y en bancarrota. ¿Se imagina que el apoyo financiero a bancos españoles habría nacido sin la solidaridad a la que obliga la pertenencia a Europa?

-¿Y no cree que la población media está cayendo en un descreimiento del proyecto europeo?

-No se puede ser muy europeísta cuando llegan los fondos europeos de manera generosa y, cuando ya no llegan tanto porque el nivel de vida español ha crecido exponencialmente, cambiar la actitud. Yo siempre hago una pregunta: ¿cuál sería nuestra situación como españoles sin Europa? Un Estado de 45 millones de personas, sin ser emergente, sin grandes materias primas y con unas reglas en el mercado laboral y una Seguridad Social como la nuestra? ¿Qué sería de España sin Europa en esta crisis?

-Respóndase: ¿qué sería?

-Un país mucho más empobrecido.

-Hemos sido víctimas del austericidio europeo y desagradecidos con los millones made in Germany que nos engordaron. ¿Está de acuerdo con la frase?

-No creo que hayamos sido víctimas del austericidio. Lo que ocurre es que hubo un crecimiento económico basado en una gran burbuja, por financiarse a través de la deuda, y ahora confundimos austericidio con poner la casa en orden. Hemos olvidado ser dickensianos. En David Copperfield hay una máxima muy oportuna: si ganas 19 guineas y gastas 20 acabarás en la cárcel; si ganas 19 y gastas 19 serás un hombre feliz.

-A ver si poniendo la casa tan en orden alguien se queda fuera?

-Hemos puesto la casa en orden y se han establecido mecanismos de estabilidad presupuestaria para garantizar que no haya déficits en toda Europa al mismo tiempo que corregimos la deuda pública y privada excesiva. También se ha llevado a cabo una reforma de los mercados laborales y financieros para que sean más competitivos. Naturalmente, a mí me gusta la máxima protección social en los contratos, pero lo que quiero es que la gente trabaje. Y en el mundo globalizado habrá que adaptarse.

-Insta a "poner los mercados financieros al servicio de la economía real y el ciudadano". Suena a propaganda electoral que nunca se cumple.

-Como ha dicho Van Rompuy, mientras se hundía el Titanic estábamos construyendo los botes salvavidas. Porque la UE no tenía ninguna competencia en materia de gobernanza económica. A pesar de eso, hoy tenemos mecanismos de gobernanza inconcebibles hace un lustro. Las cosas se podían haber hecho mejor, ciertamente. Pero teníamos muy pocos instrumentos. Nos hace falta comunitarizar el mecanismo de estabilidad y tener una reserva de mil millones de euros que gestionemos en común para actuar. Hay que poner en común las políticas de empleo, de educación y de formación.

-Hablando de jóvenes: antes a Europa se iba de Erasmus o de viaje; ahora se va de emigrante con las maletas y a por trabajo.

-A mí eso me parece maravilloso. Cuando yo era niño, las familias que tenían problemas económicos en Valladolid se iban a Madrid, los andaluces marchaban a Barcelona, etc. Ahora, los hijos de esa generación han asumido que su mercado laboral natural no acaba en los Pirineos, sino que pueden jugar al efecto de economía de escala en un mercado de 500 millones de personas y no de 45. A mí eso no me parece emigración, sino beneficiarse de lo que nos define como europeos, que es la libertad de circulación. La emigración interna de Madrid a Berlín es, mutatis mutandis, la misma que de Córdoba a Barcelona. Es emigración interna, no externa.

-¿Le asusta el auge de la ultraderecha ante los próximos comicios europeos? ¿Cree que habrá un leve contagio en España?

-A la segunda pregunta, no, como apuntan todas las encuestas. A la primera le contestaré con una frase de Winston Churchill dirigida a un diputado radical: 'Odio lo que usted me presenta, pero daría mi vida para que fuera capaz de defenderla libremente'. A mí la ultraderecha no me preocupa si compite en el mercado político con las cartas sobre la mesa y exponiendo su oferta.