El príncipe de Gales y su hermano, el duque de York, devolvieron en 1996 a los escoceses la Piedra de Scone, también conocida como Piedra del Destino o de la Coronación, el símbolo nacional de Escocia sobre la que durante siglos fueron coronados los reyes escoceses y que fue arrebatada por el rey Eduardo I al anexionar Escocia a Inglaterra en 1239. El "martillo de los escoceses", tal como era conocido Eduardo I, se la llevó a Londres como botín de guerra para ser usada en la coronación de los soberanos ingleses. El mismo Eduardo I mandó construir en Westminster un trono especialmente diseñado para contener en su parte inferior a la Piedra del Destino. Creía que quien estuviera en posesión de la piedra sería el legítimo soberano de Escocia.

En 1950, estudiantes escoceses e irlandeses -para quienes también tiene rango de signo nacional de identidad y se conoce como Lia-Fàil, la piedra que habla, por su mágica cualidad de gritar en la aprobación de un candidato real- la robaron de Westminster, pero fue recuperada unos meses después a tiempo para presidir la coronación de la actual soberana británica, Isabel II. La policía buscó en vano el histórico talismán y hasta se llamó a un adivino para dar con su paradero. La salud de Eduardo VI, el monarca tartamudo que protagonizó los últimos Óscar, se deterioraba rápidamente y el temor de no tener la piedra para la coronación de Isabel le hacía pensar que la dinastía de los Windsor tocaría a su fin si no era coronada sobre la piedra sagrada.

Después de arduas negociaciones, la piedra fue recobrada cuatro meses más tarde en la Abadía de Arbroath, donde había sido escondida por los nacionalistas escoceses. El 2 de junio de 1953, Isabel II de Inglaterra y I de Escocia fue coronada soberana de la Gran Bretaña en Westminster. Entre los símbolos de la soberanía de la que estaba siendo imbuida, se contaban el orbe, el cetro real, la vara de la clemencia y el anillo real de zafiros y rubíes y la Piedra del Destino bajo el trono en el que se sentaba.

La milenaria piedra retornó a Escocia en 1996, cuando los herederos de la corona británica decidieron devolverla al castillo de Edimburgo como gesto de buena voluntad ante el auge político del movimiento nacionalista escocés, con la condición de que volviera a Londres para su uso en futuras coronaciones. Una verdadera multitud vitoreó su llegada desde la famosa Royal Mile de Edimburgo y entre grandes festividades la artillería del castillo saludó su regreso con una salva que fue contestada por el destructor HMS Newcastle fondeado en la bahía de Leith. El milenario conflicto entre ingleses y escoceses parecía definitivamente cerrado. Sin embargo, tras el reciente triunfo nacionalista en Escocia, surgieron ya las primeras voces discordantes que se niegan a ceder la disputada piedra para una futura coronación de Guillermo en la capital británica.

La piedra tiene una sola inscripción: una cruz latina. En el libro Monuments Celtiques, el historiador Cambray aseguraba en 1805 haber visto esta inscripción sobre la piedra: Ni fallat fatum, Scoti quocumque locatum Invenient lapidiem, regnasse tenetur ibidem: "Si el destino es verdadero, luego los escoceses serán conocidos por haber sido reyes donde sus hombres encuentren esta piedra". La única inscripción visible hoy en día en la piedra es la mencionada cruz latina.

La legendaria Piedra del Destino, que durante dos mil años coronó a reyes irlandeses, escoceses e ingleses, fue llevada a las islas británicas desde el Magnus Portus Artabrorum coruñés, según las antiguas leyendas célticas alrededor del año 900 antes de Cristo. Las epopeyas fundacionales irlandesas y escocesas narran que Ith, hijo del caudillo Breogán, conocido en la mitología céltica como Breagh, embarcó con su tribu desde el Magnus Portus Artabrorum rumbo al norte. A sus pies, en la nave capitana, portaba la Piedra del Destino en la que se habían sentado sus antepasados al proclamarse jefes. Ith muere en el intento de conquistar Eire, pero el sagrado talismán se instala con los brigantes en la localidad irlandesa de Tara y en el 3000 antes de Cristo es trasladado a Escocia. La simbología de esta historia está recogida en el conjunto escultórico del Parque Celta instalado en la península de la Torre de Hércules.

Estas nebulosas leyendas que vinculan a las antiguas tribus de la costa coruñesa con la invasión de Irlanda y Escocia recibieron recientemente un espaldarazo científico al conocerse un estudio genético realizado por investigadores de Oxford que revela que los antiguos grupos humanos de las islas británicas y de la costa noroeste de España comparten el mismo tipo de ADN mitocondrial.