-Usted habla de la quiebra del Derecho Internacional en el contexto de la guerra de Irak, ¿qué supuso aquel conflicto en relación a la legalidad internacional?

-Fue un mensaje demoledor para el Derecho Internacional. Demostró a los que creemos que las relaciones internacionales se tienen que regir por las normas y los tratados que esto no era así, sino que era todo una relación de fuerza y de poder en la que había simplemente intereses económicos y petrolíferos. Algunos creemos que había otras formas de resolver el conflicto con presiones y bloqueos comerciales como los que EEUU lleva tanto tiempo practicando con Cuba. Había otras medidas alternativas al margen de una invasión injustificada. Nadie sabía lo que eran las armas de destrucción masiva, ni el secretario de Estado de Defensa estadounidense Colin Powell. Fue una burla al Derecho Internacional con la que han hecho de Irak un país inexistente y con peligro de caer en manos de los extremistas.

-¿Desde entonces se vulnera más el Derecho Internacional?

-Creo que sí. En aquel momento se mandó el mensaje de que había una carta blanca por la que todo el mundo podía hacer lo que considerase oportuno por razones estratégico-económicas que se disimulan. Se hizo así en la Libia de Gadafi y al final resulta que Libia no tiene ni gobierno, ni ejército, ni parlamento, ni nada. Lo único que tiene es el petróleo, que se reparte entre las grandes petrolíferas. Si seguimos así, que nadie se extrañe de que un día estalle un conflicto mucho más grave.

-¿Sigue siendo la ONU el organismo adecuado para tratar de alcanzar el consenso entre países?

-Con todos sus fallos, pero no hay alternativa a Naciones Unidas. El conflicto de Israel y Palestina es el récord Guinness de condenas de la Asamblea General al estado de Israel. Pero todo eso se queda en nada porque el que controla el funcionamiento y toma las decisiones ejecutivas es el Consejo de Seguridad, donde nos encontramos con el veto: en el caso de Israel, de EEUU, y en el de Siria, con el veto de Rusia. Así no avanzamos nada. Hace ya muchos años, tantos que no soy capaz de calcularlos, asistí en Nueva York a una sesión de Naciones Unidas en la que se estaba discutiendo la reforma del Consejo de Seguridad para hacerlo totalmente democrático. Aún estamos esperando.

-El conflicto árabe-israelí lleva muchos años cobrándose vidas de civiles y no se atisba la luz al final del túnel, ¿ve alguna posibilidad de solución?

-Me gustaría verla. Pero he seguido el conflicto muy de cerca y mientras gobiernen los sectores de la derecha y la ultraderecha y sigan contando con el apoyo incondicional de los gobiernos y una parte de la sociedad estadounidense, no veo ninguna solución posible.

-¿Es sensato por parte de Occidente emplear la violencia para poner freno al islamismo radical?

-No me parece nada sensato emplear las armas de forma indiscriminada y muy focalizada en los islamistas radicales, que son una minoría. Si se tuviera algo de inteligencia, habría que fomentar la reacción de los propios árabes. A la inmensa mayoría de ellos les molesta tanto convivir todos los días con un coche bomba como nos molestaba a nosotros, los españoles, hacerlo con los de ETA. Hay que apoyar a ese sector de la sociedad árabe y es ese sector el que debe solucionar este conflicto.

-¿Cree que los últimos movimientos de Putin en el contexto de la crisis ucraniana conducen al mundo a una nueva guerra fría?

-Lamentablemente, sí. Pero ahora existe una capacidad de destrucción tan inmensa que hay que pensárselo bien. Las armas de destrucción masiva existen y están en manos de EEUU, Rusia, Francia y el Reino Unido. Por desgracia, la única esperanza que nos queda es que nadie se atreva a dar el paso.

-¿Qué opina del auge del secesionismo en Europa, con Escocia y Cataluña como ejemplos más visibles?

-Concretamente, ni el escocés, ni el catalán son fenómenos actuales, sino que vienen de atrás. Habría que recordarles a los políticos españoles que cuando se firmó el Pacto de San Sebastián para traer la República, una de las cláusulas establecía que se debían respetar las peculiaridades de Cataluña y que Cataluña debía dotarse de un estatuto e incluso de una constitución que hubiera que aprobar por referéndum. Si esto se dice en el año 1930, es que alguien no ha querido aprender nada. La situación se agudizó durante los cuarenta años de dictadura franquista, en la que incluso se ponían multas por hablar en catalán. Todo eso se ha ido acumulando y nadie ha querido hacerle frente. Ahora hay que buscar un punto de encuentro. Los ingleses han encontrado una salida: los escoceses han votado y, finalmente, han dicho no a la independencia. No tengo argumentos para negar a los catalanes su derecho a decidir, pero si alguien me llamara para ello, haría campaña por el no.

-Ahora que ha dimitido Gallardón, haga balance de su papel al frente de Justicia.

-He sido muy crítico con él, y lo sigo siendo. Ahora todo el mundo parece fijarse solo en el tema del aborto, pero como antiguo miembro de la carrera judicial me parece que su legislación ha sido un desastre. Ha vulnerado de manera peligrosísima el derecho del acceso a la justicia, que, como reconoce la Constitución, es uno de los pilares del sistema democrático.