La magnitud de los premios Pritzker se mide al considerarse como los Nobel o los Óscar de la arquitectura. Desde hace casi diez años, la norteamericana Martha Thorne ocupa la dirección ejecutiva de los galardones, una actividad que compagina con su actividad universitaria en la IE School of Architecture and Design madrileña. Esta semana ha impartido en la Fundación Luis Seoane una conferencia sobre los reconocimientos más prestigiosos de su profesión.

-¿Los premios Pritzker priman la sostenibilidad del proyecto o la exuberancia en la obra del arquitecto?

-La mejor manera de entender los Pritzker es ojear su historial. Desde 1979 hasta ahora hay 39 personas que lo han ganado. Muchos tienen la idea de que va dirigido a arquitectos estrella o a aquellos que hacen edificios grandiosos. Pero, si echamos un vistazo al historial de los premios, hay una variedad enorme entre los diferentes ganadores. Se han reflejado tendencias arquitectónicas muy diferentes. Desde el mexicano Luis Barragán, el segundo en ganar el premio con una obra que siempre se ha visto como muy extrema, a Wang Shu, ganador hace tres años, que tiene edificios que van desde pabellones pequeños a más de veinte edificios erigidos en una universidad de su ciudad.

-¿La arquitectura contemporánea respeta su entorno?

-Creo que siempre ha habido arquitectos que fueron muy conscientes del contexto, tanto histórico, como cultural o geográfico. También los hay que no prestan atención a esas claves.

-En la construcción de la Cidade da Cultura se han traído materiales desde Brasil.

-En ese sentido, diría que el ganador del año pasado, Shigeru Ban, es alguien realmente creativo en utilizar materiales locales. Especialmente en sus construcciones, donde es crucial usarlos. Sin ellos, su obra no tendría sentido. Sin duda es un problema que los arquitectos no usen materiales próximos, pero hay otro problema que subyace de ello, sobre todo en una construcción como la Cidade da Cultura. Es un tipo de edificio que no solo es resultado del arquitecto, sino que es resultado del cliente. En este caso un cliente público.

-¿Se ha expuesto demasiado a los arquitectos por sus obras?

-Es que el resultado no solo está sobre los hombros del arquitecto sino también del cliente. Hemos visto muchos ejemplos de prácticas irresponsables, sobre todo cuando la situación económica era boyante y se encargaban grandes obras.

-¿Cree que el Gobierno gallego fue cómplice de esa actitud al encargar una construcción de esas dimensiones?

-Al no conocer el caso, sería irresponsable que criticase a ese Gobierno. Lo que sí sé es que, en muchos lugares, ha habido confusión al saber qué pedir al arquitecto. Hay instituciones públicas y privadas que quieren demostrar poder con los edificios. Ese no debería ser el primer objetivo de la arquitectura. El valor simbólico de representar nuestro tiempo y cultura son importantes para la arquitectura, pero es solo una parte de la ecuación. Lo verdaderamente fundamental es crear un ambiente sostenible para el ciudadano con buenas construcciones.

-¿Entiende que la arquitectura pueda ser vista con cierto recelo tras el boom

-Sin lugar a dudas, la crisis y la burbuja inmobiliaria hicieron mucho daño a la imagen de la profesión. Hay muchas críticas a los bancos, promotoras y arquitectos. Para mí, la crítica a los arquitectos es desafortunada, porque el objetivo de todos ellos es hacerlo lo mejor posible. No conozco a nadie que quiera hacer mal un edificio a propósito (se ríe). Lamentablemente, la situación macroeconómica y la sobreexplotación inmobiliaria ha puesto a muchos sectores de la sociedad en una posición difícil. Los arquitectos también están sufriendo esas consecuencias.

-Sobre todo los jóvenes que salen de las universidades. ¿Es una situación que se está dando a nivel global?

-Los licenciados de países del Sur de Europa son, especialmente, los que están pasando por un momento peor. Pero hay más potencial del que vemos. Tradicionalmente, la educación arquitectónica en España y el camino profesional elegido han sido demasiado estrechos. Como profesora, trato de concienciar a los alumnos de que los conceptos adquiridos durante la carrera pueden aplicarse a un ámbito mucho más amplio. La media de personas trabajando en una oficina española es de cinco personas, lo que implica muy poca diversidad.

-¿Qué alternativas recomiendan a los alumnos?

-Les decimos que no solo piensen en abrir sus propias oficinas, sino en adentrarse en otros campos del diseño. Hay muchos lugares en los que cabe el talento de un arquitecto. Sería ideal aprender idiomas y culturas que no te limiten a trabajar solo en un ámbito local.

-Cuatro de los últimos cinco ganadores del Pritzker son asiáticos. ¿China y Japón son una oportunidad laboral para las nuevas generaciones?

-Toy Ito y Shigeru Ban son arquitectos muy internacionales, de hecho Ban estudió en Estados Unidos. Cuando los Pritzker seleccionan a un ganador, no se fijan en la nacionalidad. En parte es una coincidencia que sean asiáticos, pero por otra parte, también es cierto que los japoneses tienen una forma muy precisa de diseñar y construir. Debemos prestar atención al caso de China, porque está habiendo una gran expansión en el sector de la construcción y serán muy interesantes las innovaciones que nos lleguen desde allí.