-¿Por qué decide relatar su experiencia como cuidador principal de su mujer, diagnosticada de alzhéimer desde hace diez años, en clave novelística?

-Desde hace diez años, cuando mi mujer fue diagnosticada con la demencia de Alzheimer, yo he sido su cuidador principal porque soy quien está 365 días, con sus 365 noches, a su lado. Entonces, viendo el proceso de la enfermedad y los estadios que se van produciendo en ese deterioro cognitivo, me dije que tenía que escribir algo porque, con ese conocimiento que tengo del día a día del alzhéimer, quizás podría ayudar a muchas familias que se encuentran en esta situación, y lo único que sienten es puro miedo a lo desconocido. Esta es una enfermedad muy curiosa porque no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás. Pero en el desarrollo de la enfermedad, nunca hay dos enfermos iguales y, por eso, siempre se debe hablar del enfermo, más que de la enfermedad. Por lo tanto, yo había tomado unas notas de los procesos de la enfermedad de mi mujer y, finalmente, decidí escribirlos en un libro.

-El libro arranca con la celebración de su 50º aniversario de bodas, en que vuelve a pedirle matrimonio a su esposa, ya enferma de alzhéimer, ¿cómo vivió aquel día?

-El libro empieza cuando lleva siete años con la enfermedad, que era cuando se producía nuestro 50º aniversario de bodas y yo anuncié a todo el mundo que me casaba en segundas nupcias [risas]. Yo tenía ganas de escribir de forma que el lector tuviera momentos de sonrisa e, incluso, alguna carcajada. Entonces, aquel 2 de octubre de 2011, se celebró la boda, que fue por donde empecé a escribir pero, más adelante, decidí que era conveniente que el lector conociese quién fue ella antes de la enfermedad. Por eso, en el siguiente capítulo empiezo por el día en que la conocí, y cómo aquel amor fue creciendo y creciendo hasta hoy, que sigo enamorado de ella. En ese recorrido hacia atrás de su vida, decidí escribir en primera persona, aunque he cambiado los nombres de todos los personajes. También traté de utilizar mucho el diálogo para poder avanzar en la historia hasta que llego al final, que es este año, en que ella continúa todavía con la enfermedad.

-La parte central del libro se centra en sus observaciones y seguimiento como cuidador, ¿cómo vive el día a día con su mujer?

-El libro se centra en el familiar cercano que, científicamente, lleva el nombre de cuidador principal. Aquí sentí que era importante señalar el desgaste que el cuidador principal va sufriendo a lo largo del tiempo. Además, no es lo mismo un profesional que un marido. Existe una expresión científica denominada 'síndrome del cuidador quemado' porque, si al cuidador principal no se le cuida, termina desgastándose y convirtiéndose en un cuidador quemado, de modo que ya no habría un enfermo, sino dos. Entonces, ¿qué es lo que he hecho yo? Intento escaparme de casa dos o tres veces al año durante un par de días para recuperarme un poco, pero no me voy a Lanzarote, a Madrid o a Moscú, sino a un hotel del sur, porque quiero estar cerca, por si acaso me necesita. En esas escapadas he escrito alguna carta donde me desahogo un poco, y que están incluidas en el libro. De resto, lo único que hago es dormir, con una buena cura de sueño.

-¿Cómo surgió la inclusión de un texto de su nieta de 14 años para cerrar la novela?

-Pues, casualmente, una de mis nietas, con solo 14 añitos, escribió un hermoso texto dedicado a sus dos abuelas, que padecen la misma enfermedad. Me lo mandó para compartirlo conmigo y, entonces, me dije: 'Esto va al final del libro', como epílogo. Pero nadie lo supo, ni siquiera ella; lo guardé en el más absoluto secreto hasta que el libro se hubo publicado.

-En el libro, sus amigos le manifiestan que apenas muestra su dolor o tristeza, ¿escribir ha sido, en cierto modo, un ejercicio de catarsis para usted?

-Para mí, ha sido un cierto desahogo poder contarlo, pero la idea de convertir toda esta experiencia en un libro fue poder ayudar de alguna manera a muchas familias que se están enfrentando a esta enfermedad tan desconocida. Al fin y al cabo, el diagnóstico precoz o temprano no existe todavía en el alzhéimer. Los síntomas que se producen y puede observar la familia, que es la falta de memoria, son curiosos, porque el enfermo se acuerda de lo que sucedió hace 30 años pero no de lo que sucedió hace una hora. Cuando notas en casa esta falta de memoria, consultas con tu médico de cabecera, que te deriva al neurólogo, que te da el diagnóstico de un día para otro. Ahora, los científicos están trabajando a nivel mundial para el diagnóstico temprano y para frenar la enfermedad porque el alzhéimer es una enfermedad irreversible, progresiva, que avanza siempre.

-El libro se estructura como una obra musical, con preludio, obertura, primer y segundo movimiento y coda, ¿por qué escoge este formato?

-Para explicar esto, me remito al título del libro, La sinfonía de las neuronas, porque la enfermedad de Alzheimer tiene, como la música, aquella cosa de una situación perdida que, de repente, reaparece, y vuelve a desaparecer, y al cabo de un tiempo surge otra vez, y vuelve a desaparecer. En la enfermedad de Alzheimer sucede que, de repente, después de un cierto tiempo sin hablar apenas, la persona suelta alguna frase, cortita aunque incoherente, que solía decir siempre, y luego vuelve a callar. Por eso me hizo recordar a una sinfonía, porque se dan tres o cuatro movimientos pero, al mismo tiempo, se da una cierta sintonía. La enfermedad de Alzheimer es una verdadera sinfonía de neuronas, donde el recuerdo aflora y desaparece en distintos movimientos.

-¿Su fortaleza para mantenerse en la lucha nace del amor?

-Cuando conocí a mi mujer, ya había conocido a 40 niñas, por lo menos, y pasábamos un buen rato. Pero lo que es amor en mayúsculas, lo sentí por ella. La primera vez que me enamoré de verdad fue cuando la conocí y me enamoré desesperadamente de ella. Al cabo de los años, he seguido enamorado y no la tengo como una compañera sino como mi amor y, a pesar de la enfermedad, la sigo amando.