La irrupción de Podemos es, sin duda, el acontecimiento central en la política española en este año que termina. La mesurada pero contundente reacción social contra las políticas neoliberales generaron auténticas mareas vivas de indignación y protesta, como las del mes agosto en el atlántico. En principio, se creyó que la mayoría absoluta del PP y el recio entramado bipartidista serían suficientes para contener el oleaje del descontento social masivo y para imponer las medidas agresivas contra las clases medias y trabajadoras del país, porque las movilizaciones y protestas carecían de la herramienta precisa para poner en cuestión el modelo binario vigente, que sirve más para embridar a la ciudadanía que para facilitarle caminos de participación real y efectiva en las decisiones políticas fundamentales. Pero he aquí que las mareas vivas y las olas gigantes de la indignación cristalizaron en un proyecto partidario que, aún en construcción ideológica y política, logró, de forma imprevisible y en unas elecciones europeas, ocupar un espacio desde el que disputar el poder con posibilidades de éxito y poner en solfa el propio modelo bipartidista. A partir de aquí todo cambió. Podemos no alcanzó el poder pero sí tal capacidad de influencia política y social que, desde las europeas, todos empezaron a bailar al ritmo que ellos marcan. Todo gira en estos momentos alrededor del fenómeno Podemos, que se ha convertido en el centro de la política española, tanto para lanzarle desaforados ataques como por el constante crecimiento de esta formación, tal como indican las encuestas. Los dos grandes partidos, centrales y hegemónicos en el sistema, sienten que sus cimientos tiemblan y, ora negándolo ora admitiéndolo, preparan ya la gran coalición que les permitiría seguir en el poder y en la alternancia, tras una catástrofe electoral, con la consabida coartada del bien, la salvación o la estabilidad de España.

Termina pues el año de Podemos y puede que sea solo el primero o puede que sea el último. Esto lo veremos con mayor claridad en el 2015, que con Podemos o sin él, les deseo muy feliz, para lo que, en todo caso, hay que cambiar muchas cosas y jubilar a mucho indeseable.