Dicen que el Cid ganó batallas después de muerto, pues Pablo Iglesias lo está haciendo antes de nacer. Este fin de semana asaltó las murallas de la ciudadela del PP, invadió sus plazas en una dura lucha cuerpo a cuerpo y, al final, ha logrado ya el reconocimiento de primer partido de la oposición. Sin haber nacido, sin haber pisado nunca las moquetas y alfombras del Congreso de los Diputados. A Pablo Iglesias, cualquier día, Felipe VI y la reina Letizia lo nombran caballero. De momento se ha convertido ya en voto útil a costa de Pedro Sánchez que, de suyo, ostenta un nombre con más ecos de rancio abolengo pero que ha caído en desgracia fuera, y lo que es peor, dentro de su propio partido. Pedro Sánchez ya es incapaz de acercarse siquiera a las murallas de la fortaleza donde se discutirá el poder, agotado por múltiples derrotas que le ha infringido el campeador en tantas batallas campales como se han venido librando en los últimos meses. Pedro Sánchez, con sus viejas huestes, curtidas en mil batallas, todavía resiste y, aún desangrándose, sigue retando al campeador, pero ya empieza a oírse en sus filas la llamada a la deserción y dicen las crónicas que sus consejeros estudian ya sus últimas posibilidades: o sumarse al campeador en el asalto final, pactando el reparto del botín, o bien aliarse con el sarraceno en defensa de la fortaleza. En cualquier caso el poder estaría perdido y solo quedarían para Pedro Sánchez las migajas de la supervivencia y la perspectiva, un tanto quimérica, de una muy difícil recuperación a muy largo plazo. Ni con uno ni con otro tienen sus males remedio.

Mientras tanto Pablo Iglesias se afianza como el nuevo voto útil y, según también cuentan las crónicas, se afana en embellecer las plazas deterioradas y en recuperar las huestes fatigadas de la socialdemocracia misma que, en otro tiempo y cuando era verdad, pudo haber impuesto su poder y no lo hizo, "salvo en algunas cosas", como diría el sarraceno.

Lo raro de todo esto es que tal cosa le suceda a Pablo Iglesias antes de nacer y el asunto, como tal, aunque sea útil, resulta inquietante. Pero es preciso reconocer que peor sería que le sucediese después de muerto, porque en tal caso solo sería un mito.