-El año mágico de Adolfo Suárez

-Bueno, siempre pensé que el que debía escribir su historia era el propio Adolfo Suárez, por lo que aguardé el momento con el debido respeto. Pero, tras fallecer, me di cuenta de que se publicaron cosas que considero incompletas, porque la mayoría de los actores aparecieron después de las elecciones y sobre todo con la Constitución del 78. Por último, el libro parte de la intención de reivindicar el papel de los medios de comunicación, especialmente el de Televisión Española en este periodo.

-¿Cómo contribuyó TVE en el cambio de imagen y en el éxito de la Transición?

-El papel de la TVE y de Radio Nacional fue el de transmitir a los españoles el proyecto de reforma política que querían plantear tanto el Rey y como el presidente. El telediario de Eduardo Sontillos era visto por 22 millones de personas y el de Lalo Azcona, al mediodía, por 14 millones. Son nombres importantes, pero nunca salen en los libros. Yo considero que lo que hace posible la reforma de la Transición y las claves de este año mágico que describo es, precisamente, la capacidad que tuvimos en RTVE para que los españoles comprendieran, conocieran y se convencieran de que era un proyecto que pretendía construir el edificio de la libertad, de la democracia y de la monarquía parlamentaria en España. La mentalidad de los españoles cambió y la gente llegó a la conclusión de que se estaba elaborando un proyecto para construir una España mejor y cuando surgían problemas, tanto Juan Carlos I como Adolfo Suárez, tuvieron el apoyo del pueblo.

-Conoció a Suárez en 1957, ¿cuál fue su primera impresión?

-Le conocí en la secretaría de Fernando Herrero Tejedor. Entré para un carné y Adolfo Suárez acabó pidiéndome que le ayudara a convertirse en presidente. Al conocerle llegué a la conclusión de que se trataba de una persona que sabía lo que quería, que tenía las ideas muy claras y que poseía unas virtudes que le erigían en un líder político: como son la capacidad de seducción, la simpatía y la osadía. Adolfo Suárez tiene que pasar a la historia como el político más importante del siglo XX.

-¿Cuáles fueron las mayores dificultades de ese año?

-Casi todas surgieron de la necesidad de que todo el mundo debía ceder parte de lo que quería. El franquismo tuvo que hacerse el harakiri y la izquierda cedió al admitir que una persona del gobierno de Franco fuera el primer presidente de la democracia. La verdad es que todo el mundo cedió porque entendieron que había que llegar a un punto de encuentro, como tendría que hacerse ahora, por el bien general. Eso fue todo el proceso de consenso que permitió acceder a la libertad y democracia.

-Usted acompañó a Suárez en la dimisión de 1981. "Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España", aseguró en RTVE. ¿Cómo recuerda ese momento?

-Había muchas presiones y el golpe de Estado era virtual, por lo que se instó a Suárez a que se fuera y Adolfo fue el primero que asumió que se tenía que ir. Él había cumplido con su labor, que era dar forma a ese cambio histórico. Consiguió que todo el mundo lo aceptara y sabía que al final tenía que irse. El problema fueron las formas. No fue como él quería. No quería que se produjera a la fuerza. Lo que pasa es que, tras lo sucedido en el 1978, sabían que si le obligaban a convocar elecciones las volvería a ganar. Por eso intentaron que dejara la Presidencia del Gobierno. Por lo tanto, cuando él dice eso es porque entiende que si intenta mantenerse como presidente del Gobierno se hubiera llegado a un golpe de Estado. Él lo evitó. En un gesto de solidaridad absoluta, dice que se va antes de interrumpir el proceso democrático.

-¿Qué se perdió con la no continuidad de Adolfo Suárez?

-Mucho. No solo por su salida sino por quitar muchas cosas que había hecho, que eran positivas y que al criticarlas, para que él se marchara, acabaron cambiándose y muchas se modificaron a peor.

-¿Qué siente usted cuando surgen voces que ponen en duda el proceso de Transición?

-Yo creo que es un proceso que no ha evolucionado bien y es normal que la gente crea que el modelo no era adecuado. Pero hay que tener en cuenta que la mayoría de las cosas que ahora se critican son de antes de la Transición. La ley electoral, las de huelga y muchas otras. Por eso, no entiendo que se pida cambiar la Constitución, cuando lo que hay que hacer es aplicarla. El Tribunal Constitucional y el Poder Judicial, por ejemplo, se eligen por cuotas. Pero la Constitución defiende la independencia del poder judicial como una entidad autónoma. No lo es y no es culpa de la Constitución.

-Con la irrupción de nuevas fuerzas políticas, muchos vaticinan el final de una época que nace en la Transición.

-Es normal. La crisis económica ha puesto de manifiesto que el sistema tiene sus deficiencias y hay que perfeccionar el modelo, pero no hay que cambiarlo por otro; ni por el bolivariano, el de Venezuela o el chino. No. El modelo democrático, monárquico y parlamentario sigue siendo válido. Existen demasiadas estructuras artificiales y todo eso requiere de cambios sustanciales y una nueva reforma política, pero nunca a costa del modelo constitucional, porque la democracia parlamentaria sigue siendo el menos malo de los sistemas. No ha aparecido otro mejor.

-¿Ve algún sucesor de Adolfo Suárez en la actualidad?

-Bueno, hay políticos estupendos pero los líderes se crean en función de las circunstancias y las dificultades. Suárez se convirtió en un líder porque se encontró en una guerra, como surgieron otros en la Transición y que hicieron posible reflotar el barco en plena tempestad. Ahora estamos en una situación muy complicada y es el momento de que quienes están al frente del escenario político demuestren que lo son. Lo ha hecho, en parte, Mariano Rajoy. Ha hecho posible un milagro a partir de una situación de rescate y que ha acabado en ejemplo internacional. Pero no lo ha conseguido en el plano político.

-Muchos señalan a Albert Rivera como un nuevo Suárez.

-Suárez llegó a la presidencia con mucha experiencia y una capacidad política impresionante. Rivera lleva siete u ocho años en política y, aunque se ha dado a conocer ahora, ya tiene experiencia. Es una presencia positiva y recoge, en parte, la idea de UCD a partir de una propuesta de centro. Me gustaría que fuera bisagra, según se posicione tanto el PSOE como el PP en un Parlamento sin mayoría.