-¿El suyo será un acercamiento a la faceta literaria de la santa?

-Mucha gente inscribe a Teresa de Jesús en la Contrarreforma religiosa y lo que yo sostengo es que hizo una reforma literaria. El movimiento místico a España llegó tarde; eso sí, cuando el país se expandía, con los Reyes Católicos, el Emperador, los contactos con los erasmistas... La mística llega tardíamente pero con dos figuras colosales, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

-¿Teresa no es más popular por su santidad y su mística?

-Ella llevaba muchos años en el Monasterio de la Encarnación -donde no había clausura, con 200 monjas con sirvientas y doñas; una especie de complejo residencial con un tinte poco espiritual- cuando piensa en abrir unos conventos con 15 o 13 personas, con altos muros, huertos grandes y en los que se puedan hacer ermitas. Eso engañó a mucha gente, empezando por algunos frailes que ingresaron pensando que quería volver a los eremitas. No. Ella lo que quería promover era una reforma urbana, libre, humanista, con un aire de renacimiento. Ella tenía una vida espiritual intensísima y con fenómenos místicos que sufrió, porque no tenía confesores que la entendieran. Teresa de Jesús quería vivir la interioridad con libertad y gozo. En los conventos promovía la fraternidad y la alegría.

-¿Cuál es el origen de su escritura?

-Rompe a escribir cuando empieza experimentar esa espiritualidad elevada. Tiene que buscar palabras para expresarla. Crea la literatura basada en la libre expresión de la intimidad, algo que no existía. No tenía modelos, solo los místicos franciscanos: Osuna, Laredo..., que la inspiran aunque ella introduce grandes cambios. Rompe todos los esquemas de la comunicación y trastorna la retórica, y esa sí que es una auténtica reforma, vinculada a lo literario.

-¿Ella descubre el yo para la literatura?

-El Libro de las Fundaciones no es solo una crónica externa, da voz a la intimidad espiritual profunda de Teresa de Jesús. Es algo extraordinario. El gran humanista español, Fray Luis de León, decía de ella que era una maravilla nueva que una mujer hiciera algo así, y decía eso cuando las mujeres tenían prohibido hasta hablar de esos asuntos. Él lo justificaba diciendo que, sin duda, eran cosas del Espíritu Santo. Y en toda la iconografía de Santa Teresa aparece con la palomita. Ella es una figura descomunal, es la primera feminista, con una valentía extraordinaria. Estamos necesitados de una biografía de Teresa de Jesús como del comer.

-Descendía de judíos conversos.

-Por parte de padre. El abuelo era un penitenciado. Sus tíos mantenían pequeñas bibliotecas. Su madre, que se casó muy joven, y ella empiezan leyendo libros de caballerías y novelas sentimentales. Luego ella leerá en la biblioteca de su padre libros espirituales. Fue lectora de no muchos libros, pero bien leídos. Era una admiradora de los letrados y de los sermones. En España entonces se oían sermones de la mañana a la noche. Ella toma todo eso, lo decanta, lo deglute y rompe con todo.

-¿La suya es una figura literaria engrandecida con el paso de los años?

-Absolutamente. A lo largo de la historia todo el mundo se queda pasmado con ella. Se gana la admiración de creyentes y no creyentes. Es más, quienes más la han ensalzado fueron no creyentes. Su vida no fue fácil, siempre peleando con unos y con otros. Cuando vivía sus escritos circulaban por los conventos. Fue Fray Luis de León quien hizo las primeras publicaciones.

-Usted lo sabe todo acerca de la santa.

-Llevo muchos años dedicados a ella. He publicado con mi mujer el libro de romances y coplas que cantaban en el convento carmelitano de la Concepción. Yo soy discípulo de Emilio Alarcos, y me considero un discípulo amado por él. Y él nos enseñó que si teníamos un estudio contemporáneo entre manos teníamos otro medieval. Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz me han llevado mucho tiempo. Me hace muchísima ilusión leer una conferencia sobre Teresa de Jesús en la Cátedra Alarcos.

-¿Echa en falta a su maestro?

-En la última comisión de publicaciones de la Academia estuvimos hablando de la excelente Gramática de Emilio Alarcos, que yo edité. Emilio enseñaba con una claridad de mente y un conocimiento de la historia del español que no se le olvida a uno en la vida. Le echo mucho de menos.