Los ojos azules de Frank Sinatra se cerraron poco antes de que el siglo XX llegara a su fin, en la primavera de 1998. Los críticos musicales habían sentenciado que con su desaparición se habría acabado el siglo XX, y así fue: con dos años de anticipación. Sedujo a todo el mundo y la España de Franco no fue una excepción... al principio. De su tormentosa relación con nuestro país escribe Francisco Reyero en Sinatra. Nunca volveré a ese maldito país (Fundación Lara), un libro fascinante donde los atormentados amores de La Voz con la actriz Ava Gardner son relatados con maestría a la vez que se dibuja un paisaje agridulce de un país donde la fiesta y el drama convivían de forma cotidiana.

Su primera visita a España, recuerda Reyero, fue cuando llegó a Barcelona persiguiendo a Ava en mayo de 1950. Malos tiempos para la lírica: atravesaba el momento más bajo de su popularidad. Un pésimo comienzo, "coronado, años después, por su expulsión del país. Lo suyo en la España de Franco es una sucesión de desplantes, broncas, problemas en los rodajes, exigencias de divo, enfrentamientos (soterrados o no) con las autoridades, noches, detención y desprecio. '¿Qué tal, Frank?', le preguntaban. 'Estoy intentando levantar el culo del suelo', contestaba repetidamente. Desde finales de los cuarenta hasta que vuelve al cine como secundario en De aquí a la eternidad (1953), gana el Óscar de soporte y firma con Capitol, la casa discográfica de los grandes éxitos, su vida está marcada por el enganche pasional con Ava". Ahí rastrea la primera parte de libro: "Los frenéticos años en los que Sinatra se topó ocasionalmente con un país autárquico, devastado y tomado por un régimen patético con un dictador de entremés que se eternizó".

A Sinatra, su primer contacto con España "le resultó ingrato. Después, mediados los cincuenta, Ava se instaló en España, mezclándose con gitanos, cantaores y toreros: huyendo del estrellato a ras del cazalla. Sinatra vino a buscarla varias veces, antes, durante y después de su separación. La España de Franco siempre se le dio tan mal como Ava. Pero insistió en regresar".

Restablecida su popularidad, el artista aceptó el rodaje entre abril y julio de 1956, de Orgullo y pasión, una disparata superproducción ambientada en la guerra de independencia española en localizaciones de las dos Castillas, la Nueva y la Vieja. "Cien días que convulsionaron España", resumió el director Stanley Kramer, y que también fueron muy intensos para el cantante, incluidas las relaciones con sus compañeros Cary Grant y Sophia Loren. Sinatra se largó antes de tiempo.

En septiembre de 1964, Sinatra llega a Málaga para rodar El coronel Von Ryan. "Tras un episodio violento en el Hotel Pez Espada de Torremolinos es condenado por desacato y obligado, después de acelerar el rodaje de las escenas en las que interviene, a marcharse del país. Entonces, según se le atribuye, juró que no volvería jamás. Sin embargo, con el dictador ya muerto, Sinatra regresó en 1986 para actuar en el Santiago Bernabéu. La organización del concierto resultó un desastre, el público pinchó y para notar calor, aunque fuera calor de talonario, regalaron entradas entre los policías y los militares de Torrejón de Ardoz. Cerró su concierto en el estadio del Real Madrid con A mi manera, esa canción que "ya sé que es un gran éxito, pero cada vez que tengo que cantarla aprieto los dientes porque, aparte del significado real de la letra, odio la fanfarronería en los demás. Odio la inmodestia y así es cómo me siento cada vez que la canto".

Sinatra se hospedó en el Ritz y "exigió un camerino en el estadio. Apenas lo usó unos minutos. Por siete millones de pesetas, incluía una línea abierta con Los Ángeles y un piano de cola. La fila cero cotizaba a 100.000 pesetas y una entrada media a 30.000". Los promotores perdieron 130 millones de la época.

En junio de 1992, "Sinatra estuvo en España por última vez. Llegó a Barcelona para actuar en el Palau Sant Jordi, le acusaron de usar playback y estar exhausto. La gira se llamaba Diamond Jubilee Tour. Venía a celebrar su jubilación, después de jubilar a su generación y a varias posteriores. España ya era una democracia y las diferencias entre uno y otro país se acortaban: había una conquista de la libertad y menos literatura. A él lo había domado el tiempo y la decadencia, se dejaba llevar por un equipo joven y solía decir: 'Lo que tú digas, general', para aceptar las órdenes".

Pero volvamos al principio para entrar en detalles. A la primavera de 1950. Gerona acoge el rodaje de la película Pandora y el holandés errante, con una Ava Gardner de 27 años y James Mason. Sinatra no atraviesa uno de sus mejores momentos a sus 34 años. "Ansioso, esquivo, sulfúrico, indisciplinado y soberbio". La nueva música ligera ponía en peligro su arquetipo. Además, desplumado por su inminente divorcio y con la carrera cinematográfica en el alambre, Sinatra está en crisis permanente mientras su amada Ava, que ya tiene dos divorcios a sus espaldas, echa balones fuera ante la prensa española: Frank es solo "un buen amigo". Y, como si quisiera corroborarlo, mantiene un romance efímero con el arrogante torero Mario Cabré, que actúa (pésimamente) en la película, a pesar de estar "total y obsesionadamente enamorada de Sinatra". Al teléfono, intenta calmarle cuando los rumores llegan a Estados Unidos: "Sé sensato, Frank. Estamos en una puta película juntos y se supone que él es mi amante, ¿cómo puedo evitar que esté cerca de mí?". El 11 de mayo, Sinatra se planta en el aeropuerto de El Prat. "Lleva seis cajas de Coca-Cola y un collar de esmeraldas para alimentar el capricho de su novia infiel. Los funcionarios de la aduana barcelonesa no ponen pegas; hacen la vista gorda: están para evitar escándalos, del tipo escándalos inconvenientes".

Y llegamos al episodio más violento en la relación de Sinatra con España, durante el rodaje de El coronel Von Ryan en 1964. Tras un altercado en el hotel, el cantante comparece ante el responsable gubernamental de seguridad y "al ver una foto de Franco, insulta al régimen, al que califica de fascista, lanza imprecaciones sobre España y escupe". Multado con 25.000 pesetas, el actor y su clan vuelven a montar otra bronca monumental. Concluye Reyero: "Al marcharse de Málaga empujado bajo la custodia de la policía militar de la época, obligado a cambiar su paso ingrávido y chulesco, se le atribuye la frase: 'I'll never go back to that fucking country again". O lo que es lo mismo: "Nunca volveré a ese maldito país de nuevo". Siempre a su manera.