Los independentistas catalanes, no se sabe bien si con Artur Mas a la cabeza o los pies, nos van diciendo en líneas generales lo que piensan hacer. Según dicen, van a plantear las elecciones autonómicas como plebiscitarias en torno a la independencia al negárseles la posibilidad legal de hacer un referéndum. Si la candidatura o candidaturas que defienden la secesión alcanzan una mayoría considerada suficiente, que aun no sabemos cuál sería, el Parlamento catalán proclamaría la independencia y abriría un periodo constituyente hasta dotarse de una Constitución propia que establecería la República de Cataluña. Al tiempo se iría negociando con el Estado español lo que ellos llaman proceso de desconexión. También avisan de que para llevar a cabo este proceso no aceptarán que la legalidad española perjudique al proceso porque les es ajena. Por su parte el Gobierno español, no se sabe bien si con Rajoy a la cabeza o a los pies, ha dicho que no habrá independencia, que están preparados para lo que sea y que para evitar eso que sea se aplicará la ley y punto. A pesar de tanta claridad y precisión, los españoles, siempre tan cabezones, dudan de que el vaticinio del Gobierno y de su presidente se vaya a cumplir, no saben en qué consistirá prácticamente eso de aplicar la ley y, ya puestos, se dedican a elucubrar o simplemente pasan del tema y salga el sol por donde quiera. Agosto y septiembre lo dedicaremos a esto y el Gobierno esperará a ver si, al final, hay suerte y son los catalanes mismos los que se cargan a sus independentistas con Artur Mas a la cabeza o a los pies, esta vez de los caballos. En este caso se daría la validez política a las elecciones plebiscitarias que a priori se les niega por su presunta ilegalidad y se acabaría el problema. Rajoy, ufano, se apuntaría el tanto y diría a los catalanes: "Vosotros lo habéis querido". Si ganasen los independentistas, tampoco habría problema, porque las autonómicas catalanas carecerían de ese valor político plebiscitario por su evidente ilegalidad. Es decir, para Rajoy, el llamado problema catalán simplemente no existe, lo que es de sentido común, y podemos estar todos tranquilos porque el Gobierno hará las cosas como siempre, como Dios manda.