Pedro Ruiz llega a A Coruña con su espectáculo Uno, pequeño y libre, una mezcla de música y charla, esperpento y reflexión, actualidad y humor. En el teatro Colón a las 20.30 horas, entre el jueves y el domingo de la próxima semana.

-¿Como más cómodo se siente es encima del escenario?

-El teatro es el ámbito más libre que existe delante del sistema. Es el sitio donde no hay censura, si te lo pagas tú. Televisión y libertad son palabras incompatibles.

-¿Según su experiencia?

-Según la del mundo mundial. Los medios de comunicación no se ponen para informar. Se ponen para influir. Tengo entendido que en tiempos de los romanos, antes de lo de Cristo, pasaba igual. Porque en realidad la actualidad es una cabrona que nos secuestra de nuestras vidas. Con la actualidad, lo que hacen es distraernos de nuestras vidas para manejarnos.

-¿No le interesa la actualidad?

-No. Creo que es un eructo de la historia. Ahora en España estamos viviendo la caída del Imperio Metomano. Que será sustituido por otro parecido.

-¿Cuándo se acabará lo que usted llama la gran mandanga?

-Ahora lo puedo decir. No es frase mía, era de Hermida. La gran mandanga no se acaba nunca. Se perpetúa con diferentes maquillajes. La condición humana es fácilmente manejable, y los que manejan el planeta están jugando al golf.

-¿Dónde busca la realidad?

-En la poesía. Que no da de comer, pero alimenta el alma. La realidad es un complot, solamente una versión de la existencia. El decorado con el que te encuentras cuando naces. Pero no es la verdad.

-Publicó quince libros.

-Soy un artista que escribe, que lo único que pretende es hacerle agradable la vida a los que nos han metido en el rebaño de los que no podemos cambiar nada. A través de un poema, una canción, un libro, o un show como este, profundamente divertido, amoldado a estos pequeños guiños de actualidad pero que en el fondo no son más que las mismas cosas de siempre. Curiosamente, no escribo libros de humor. Los libros los escribo en serio.

-¿Cuándo le vino a la cabeza Uno, pequeño y libre

-Cuando tenía 16, 17 años, empezaba en la radio, todo el mundo me daba tarjetas con 5 o 6 cargos. Me hice unas que ponían mi nombre y 'Uno, pequeño y libre'.

-¿Se considera extrovertido?

-Mucho. Me libera el alma. Y todo lo que sale de dentro, si es sincero, aunque te dé problemas por fuera, te hace más ligero. Los miedosos se callan. Lo que ha ocurrido aquí ha ocurrido, mucho más que por 200 que han hablado, por culpa de 200.000 que han callado.

-¿Por qué se calla en España?

-Por miedo. Porque en el sistema lo fundamental para tener cuota de mercado es ser conveniente.

-¿La libertad es la antítesis del miedo, entonces?

-Es una especie de inconsciencia. En Norteamérica, a los raros, como podría ser considerado yo, como Michael Moore, los tienen incluidos en el sistema. Un 20% de contestación, fortalece al 80%, y el sistema se hace más creíble, aunque los tengan dominados.

-Disidencia controlada.

-Exactamente. Aquí, la disidencia es anulada. Llevo 11 años sin poder trabajar en la televisión pública, otros nueve con Felipe González, y con Franco solo estuve 12.

-¿Cómo ha cambiado la censura en España desde Franco?

-En la dictadura, que no elogiaré, uno sabe que pisar el área es penalti. Ahora lo es en todo el campo pero no te avisan. La ley mordaza se aplicará en los casos en los que conviene. Aún no sé si la estatua de la justicia es ciega por igualdad o porque no quiere ver lo que están haciendo con ella.

-¿Qué papel le da al humor?

-Es la vía menos suicida de decir las cosas más serias.

-¿Le ilusiona este espectáculo?

-Siento ilusión porque la gente se lo pase bien y tengo un enorme compromiso con mi dignidad y mi autoestima. Nunca salgo al escenario a pasearme, pierdo dos kilos por función, y me quedo a veces afónico porque me entrego a tope.

-¿Qué compromiso adquiere Pedro Ruiz con su público?

-No engañarles. No soy un monologuista, yo soy un artista. Un artista es poliédrico, maneja el mimo, la hondura, la provocación, se planta ante el poder, canta en serio y en broma, esperpentiza. Yo llevo un espectáculo con cinco técnicos, música en directo y una actriz.

-¿Qué es lo más profundo que tiene esta función?

-El final, como siempre. Después de montar una falla de monigotes a los que les pego fuego, en el final siempre hay una reflexión sobre el sentido de nuestras vidas.

-¿Qué ídolos han de arder?

-Todos. Un ídolo siempre es un adormecedor. No existen ídolos. Existen hombres con almorranas. Todo ídolo encierra una ceguera

-¿Qué piensa de la patria?

-Yo no tengo patria, tengo madre. Estoy de acuerdo con los que dicen que la patria es el último refugio de los miserables.

-O un ideal que lleva a algunos a dar lo mejor?

-En la parte positiva, la patria es el afecto. O la infancia. Mi patria personal es la bondad y el talento, por este orden. Deberíamos colaborar todos en hacer el país un poco más amable. A este país le hace falta un diluvio de concordia.

-¿Cree que a más fineza??

-(Interrumpe) A más altura, menos público (ríe). Esto es así. Los programas más groseros tienen más espectadores. Cuanto más se hace pensar a la audiencia, menos convocas. Por eso procuro meter unas concesiones que a veces no me gustan. Una vez que la gente tiene la boca abierta de reírse le puedes meter la píldora dentro.

-¿Mejor hacer concesiones al gusto del público que al poder?

-Ante el poder no hago ninguna. Las otras me las afeo también, porque si me preguntaras qué me siento yo diría que poeta. Lo que más me gusta es escribir poesía. Pero claro, con ella no llenas un teatro de mil personas. Aunque bien dicha, con pantallas, con música estimulante y un montaje, podría dar la sorpresa de llenar grandes recintos.

-¿Cómo afronta los años?

-Muy bien. Me van separando de los entusiasmos y las militancias estúpidas en las que incurrí y me dan más perspectiva. Creo que estoy en un momento creativo que es el mejor de todos. Otra cosa es que me dejen hacerlo o no, o que se vean. El resumen es muy fácil: nada es para tanto, tó pa ná.