El sábado próximo, se celebra la segunda edición del Festival Agrogay en la Granja Maruxa de Cumbraos-Monterroso (Lugo). Es una iniciativa que reivindica los derechos, la visibilidad, la dignidad y la normalización social del mundo LGTB en el entorno rural donde, según dicen, es y ha sido especialmente difícil y dura la vida de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales. No sé yo si una generalización de "especial rechazo" de las personas LGTB en el mundo rural con respecto al urbano será totalmente cierta, sobre todo en el campo gallego donde la asunción y la tolerancia de comportamientos afectivo-sexuales, digamos diferentes o marginales respecto a la norma general vigente, han sido algo habitual en nuestros pueblos y aldeas. Pero, en fin, este es otro debate. Lo relevante en la iniciativa del Festival Agrogay de la Granja Maruxa es que, en su modestia, resulta muy comprensiva, transversal e integrada, lo que la puede hacer perdurable en el tiempo, cada vez más amplia y muy eficaz y beneficiosa para el primer objetivo que se plantea. Es una de esas acciones que, independientemente de su envergadura inicial, llevan en su entraña toda la fuerza de la razón, de la dignidad, de la justicia elemental y del valor que las convierten en elementos transformadores para mejorar nuestra convivencia como ciudadanos libres y moralmente sanos. Esta transversalidad del evento, siempre de tono festivo como es habitual en las acciones reivindicativas del mundo LGTB, se revela en la diversidad de actividades propuestas, muy ligadas a la problemática rural del país, a la lucha contra la despoblación que tanto inquieta a todos y a la maduración cultural del entorno.

"Se trata", dijo aquel tipo, "de una ocurrencia un tanto exótica, claramente minoritaria, que tiene lugar en un rincón del culo del mundo sin fuerza y sin repercusión". Al oírlo decidí escribir esta columna y se me vino a la cabeza la pequeña gran historia de Rosa Parks, la mujer negra y modistilla de Alabama, que no cedió su asiento en el autobús resistiendo la norma racista y desencadenó, con su pequeño acto cargado de fuerza moral y política, la tan memorable batalla por los derechos civiles en EEUU. Pues eso.