-¿Qué falló en la política económica para llegar a esta crisis?

-Para introducir esta cuestión hay que explicar la existencia de dos mundos diferentes: uno, el de la política económica de un país que tiene su propia moneda; y otro, el de una unión monetaria. Con la peseta, cualquier Gobierno tenía tres tipos de política económica: monetaria, fiscal y de tipo de cambio. La primera consiste en utilizar los tipos de interés -subirlos o bajarlos en función del ciclo económico-, la fiscal significa incurrir en déficit presupuestarios según lo necesite la situación económica, y la de tipo de cambio es devaluar la moneda cuando se tiene un problema de competitividad para que los productos sean más baratos y poder vender más en el exterior, el caso actual de China.

-Pero una vez dentro del euro ya no se pueden adoptar estas medidas.

-Sí, la entrada de España en el euro supuso una cesión de soberanía muy importante, se dejaban de tener estas tres opciones porque la política monetaria pasa al Banco Central Europeo, se prohíbe la política fiscal -no se puede incurrir en déficits que no estén autorizados- y no hay política de tipo de cambio porque el euro se maneja en mercados internacionales que no controlamos.

-Entonces, ¿la crisis tiene sus orígenes en la entrada en el euro?

-Hay un libro del año 98 titulado La guía del euro que decía lo que iba a pasar con la política económica cuando un país entrara en una unión como la del euro. En casos de shocks asimétricos, decía, todo el ajuste va a pasar por el mercado de trabajo mediante recortes de salarios para ganar competitividad y con ajustes de la población -emigración-. La guía tenía razón. Cuando no hay instrumentos de política económica, el único ajuste pasa por el mercado de trabajo con recortes salariales y la expulsión de los que sobran.

-Los efectos fueron más lejos.

-Sí, el problema es que todo esto se agravó teniendo en cuenta que ya se sabía que iba a haber un ajuste interior. Pero, luego, Europa diseñó una estrategia de política económica que no era la idónea; sobre todo por la austeridad. Como consecuencia, el PIB cayó, aunque hubo una ligera recuperación hacia el 2010, pero posteriormente se produjo de nuevo otra caída cuando Europa ordena recortar gastos. Esto tiene unos efectos negativos sobre el empleo y el PIB vuelve a caer. Fue un error obligar a los Gobiernos europeos a recortar gasto tan rápidamente. Esta medida lleva a lo que los economistas llaman la paradoja de la austeridad. Quieres ahorrar más para reducir el déficit y entonces gastas menos. Como consecuencia se consume menos y al ser el consumo el motor de la economía hay menos producción. Por tanto, hay menos renta. Y como los ingresos del sector público son en función de la renta, hay menos ingresos. Conclusión: ahorraste más pero no consigues reducir el déficit porque también cayeron los ingresos. Recortábamos el gasto pero el déficit no bajaba. Y estamos en una situación donde todavía el déficit es el 100% del PIB. La política de austeridad no ha servido para recortar el déficit.

-¿Qué ha provocado la mejoría de la que se habla?

-Estamos un poco mejor por la asunción de responsabilidad por parte del Banco Central Europeo, que durante siete años no hizo prácticamente nada. A principios de este año 2015 imita a la Reserva Federal de EEUU pero con seis años de retraso. Esperó a que Grecia estuviera hundida y a que España esté como esté para aprobar la compra de deuda pública en los mercados secundarios y ayudar a que los gobiernos se financien. Gracias a esa política de inyección de liquidez vemos una cierta recuperación.

-La crisis no solo se cebó en la cantidad del empleo perdido, también en su calidad...

-La reforma laboral aceleró todo el ajuste del mercado de trabajo. El ajuste hubiera venido, pero mucho más lento si no se hubiera hecho nada. Las reformas legales afectaron fundamentalmente a la negociación colectiva por tres vías: una, la posibilidad de descolgarse de los convenios colectivos, de no pagar los salarios pactados en un convenio; dos, la prioridad aplicativa del convenio de empresa, y tres, la autoactividad, tema confuso legalmente ya que transcurrido un año de no renovación del convenio, este pierde vigencia. Todo esto constituye un efecto amenaza para la negociación, han quitado la fuerza negociadora. Ahora las empresas están recortando salarios de manera muy brusca y empeorando condiciones (jornadas, vacaciones...). Es una vuelta atrás de 15 o 20 años en poder adquisitivo y en condiciones laborales.

-¿Nos lamentamos del desempleo juvenil y olvidamos a los parados de 50 años?

-Veo más problemática la situación de los mayores de 52 años que la de los jóvenes, porque estos pueden emigrar, cambiar de país, aprender un idioma, permanecer bajo el paraguas de los padres... Un aspecto de la reforma que deterioró mucho las perspectivas de este colectivo fue el cambio de las prestaciones de mayores de 52; antes podían encadenar un subsidio hasta la jubilación. Los que tienen más de 50 ya no emigran, no los quieren las empresas...

-¿España debería imitar las políticas de algún país concreto para favorecer la creación de empleo?

-Dentro de la Unión Europea, las políticas generales están limitadas. Seguramente hay que ir a reconfigurar el euro. Creo que hay un fallo de diseño del euro, es una unión monetaria sin corresponsabilidad fiscal. Ante una situación de crisis asimétrica -España está en crisis pero Alemania no- el presupuesto conjunto debería ser el que contribuyera a financiar el déficit coyuntural.

-¿Cuál sería la solución?

-A la unión monetaria habría que añadir una unión fiscal, un presupuesto federal europeo que ayude a los estados en crisis. No se puede dejar a un país solo y además sin un Banco Central que le ayude.

-¿Debemos ser pesimistas ante el futuro?

-No sería muy pesimista. Europa saldrá de esta situación, pero tendríamos que haber salido mucho antes. Hay un error de concepto de la política monetaria en Europa. Hay que exigir al Banco Central Europeo una nueva misión.