Cuando te encontrabas sorprendentemente con tu vecino del quinto en las calles de Ámsterdam o cuando al pariente que llevabas años sin ver te lo tropezabas de pronto en la plaza Yamaa El Fna de Marrakech, siempre se te ocurría lo mismo: "Es que el mundo es un pañuelo". Hoy ya ni te sorprendes. Nada ni nadie está realmente lejos y todo lo que pasa en el mundo nos afecta. Cada vez más directamente. Hoy todas las guerras son nuestras. Recuerdo que cuando Aznar trató de y consiguió implicarnos en la guerra de Irak más de media España salió a la calle para decir no a una guerra que, aun estando aparentemente lejos, por primera vez sentíamos como una guerra nuestra. Ahora mismo, cualquier guerra, aun sin nuestras tropas por medio, sabemos que nos afecta y que muy pronto veremos y sufriremos sus efectos en la puerta de casa, más allá de que la notemos, como veníamos haciendo, en las subidas y bajadas del petróleo. Hoy todas las guerras son nuestras guerras. Hoy todas las guerras están cerca, en la puerta de casa. Esta es la gran lección que nos recuerdan vivamente los refugiados sirios y que ya debiéramos haber aprendido cuando la gran catástrofe de los Balcanes. No hay nada ya que pueda aislarnos o preservarnos: ni los muros, ni las concertinas, ni las fronteras cerradas manu militari, ni las leyes legítimas o ilegítimas. Todas las guerras son nuestras guerras, como también todas las paces serán nuestra paz. En el fondo siempre ha sido así, porque las tribus, los pueblos, las naciones, los estados y las personas mismas de todo el mundo siempre han sido interdependientes. Solo que no lo sabíamos, no lo queríamos saber. No lo sentíamos con tanta inmediatez en nuestras propias carnes y era posible cruzar toda una vida sin comprobarlo. Hasta podíamos negarlo o contemplarlo de un modo similar a aquello del efecto mariposa, que entendíamos como una mera elucubración. Lo que entonces tardaba años y años o incluso siglos en llegarnos, ahora es próximo y cada vez más inmediato. Y lo que pasa con la guerra y con la paz, pasa con todo. Por eso creo que lo de hoy y de mañana no es la independencia y la frontera, sino la interdependencia y la comunicación. Querámoslo o no. Y es esto lo que hay que gestionar.