-¿Siempre en el lugar adecuado en el momento oportuno?

-Es cierto, viví el cónclave en el Vaticano para la elección de Benedicto XVI, vi los juegos de influencias internas y observar eso desde cerca fue un privilegio. O la llegada del primer presidente negro de los Estados Unidos. O cuando murió Hasan II y llegó un joven rey que llenó de esperanza después de los años de plomo. Sí, tuve suerte en muchos momentos, pero en otros, no; desgraciadamente, el 11-M fue una tragedia espantosa y estar allí fue lo más duro de mi vida.

-Valió la pena.

-Valió la pena, no me arrepiento de nada; siempre procuré ser leal con el Gobierno, fuese del PP o del PSOE, y dije a cada presidente lo que creía que debía decirle. Tengo la conciencia muy tranquila.

-Le tocó el 11-M en el CNI.

-Llegué un mes antes del 11-S y me fui un mes después del 11-M. Fueron momentos muy duros: la guerra de Irak, el conflicto de Perejil, mis agentes asesinados en Irak... Pero también fue la transformación del CNI con controles que garantizan su funcionamiento democrático y con un servicio de inteligencia prestigiado.

-El CNI quedó al margen de la investigación de los atentados. Ya se sabía que el explosivo no era Titadine, había aparecido la furgoneta con la cinta del Corán y Aznar se lo ocultó y le hizo difundir una nota diciendo que investigaba la pista de ETA.

-Sí, eso fue realmente muy duro. La prueba concluyente la tuvo la policía cuando detuvo a aquellos dos indios que vendían los chips de los teléfonos, a los tres magrebíes y a los dos españoles, y cuando se encontró la reivindicación seria de la célula que hizo el atentado en una papelera de la mezquita de la M-30. En ese momento ya no cabía duda. Y es verdad, cuando eso se sabía y ya se había detenido a esa gente, el Gobierno me pidió que saliese en televisión diciendo que el CNI seguía estudiando la vía de ETA, lo cual era cierto, nosotros seguíamos trabajando con todas las hipótesis, pero no está bien que nos hurtaran la información.

-"Engañado y manipulado".

-Pues claro. Esas cosas pasaron y me dolieron mucho. Igual que la noche del sábado, cuando ya se sabía claramente quién había sido, TVE cambió la película programada, Shakespeare enamorado, por Asesinato en febrero, sobre ETA.

-¿Cuando Aznar desclasificó selectivamente en su favor los papeles del CNI usted dimitió?

-Sí, porque me impedía trabajar con mis colegas, que me secaban todas las fuentes de información al pensar que sus papeles podían acabar en el periódico, como es natural. Pero también es verdad que había que tener sentido de la responsabilidad, había muchos problemas y todavía estaban en la calle unos terroristas con explosivos que podían hacer otra barbaridad. La prioridad no eran rencillas personales sino acabar con la amenaza.

-Deja muy mal a los políticos: "Cada uno va a los suyo".

-Cada uno puso sus intereses de partido por encima de los intereses nacionales y del sentido de Estado. Y a mí, que voy por la vida presumiendo de ser independiente, estas cosas me duelen.

-El 11-M se fraguó mucho antes de la guerra de Irak, escribe.

-La guerra pudo haberlo acelerado para acercarlo a las elecciones pero el atentado se empezó a preparar mucho antes de que España se metiese en la guerra y estuviesen convocadas las elecciones.

-Duda de la influencia de España y de su democracia.

-Tenemos una democracia de 40 años, no de tres siglos, como los ingleses, y eso se nota. En España hay gente que dice con total tranquilidad que incumplir la ley es democrático. Votar se vota en muchos sitios, en Venezuela también. En la época de González y de Aznar había una política muy activa, jugábamos por encima de la liga que nos correspondía, pero como consecuencia de la crisis España ha perdido influencia internacional. Los políticos se han preocupado más por los asuntos internos que por la política internacional pero desatender la política exterior me parece suicida. En un mundo tan interdependiente no podemos ignorar lo que ocurre a los demás porque afecta directamente a nuestros bolsillos, y el que no lo entienda es muy provinciano o muy paleto.

-Se queja de la descoordinación del Gobierno de Zapatero.

-Lo sufrí en el Vaticano, en un momento en el que las relaciones con la Santa Sede eran complicadas y parecía que cada ministro iba por libre, y lo sufrí en Washington.

-Se fue al Vaticano sin ganas.

-En el primer momento pensé que me ofrecían un retiro dorado pero me equivoqué, fue un momento fascinante. Tuve que defender la política del Gobierno [el matrimonio gay, la reforma educativa, el aborto], y lo hice con entusiasmo; lo que me molestaba era que no me avisasen con antelación de lo que iban a hacer para poder preparar el terreno y evitar que hubiera una reacción negativa del Vaticano. Que el Congreso aprobara el matrimonio gay la víspera de la entronización del nuevo Papa me parece una metedura de pata.

-¿Sin el tío Guillermo [Nadal] no hubiera sido diplomático?

-Venía a casa y contaba cosas fascinantes como las que leía en los libros de Salgari y me quedaba con los ojos como platos: que iba a cazar tigres a lomos de un elefante en la India o que le invitaban a fiestas en las que dejaban una esmeralda en los pliegues de cada servilleta.