-¿Vivimos hiperconectados?

-La hiperconectividad es el rasgo distintivo de nuestro tiempo. Teléfonos, ordenadores y relojes inteligentes trackean en tiempo real nuestra vida y modifican la relación de las personas entre sí, con la tecnología y la información. Esto genera discursos catastrofistas, pero creo que este fenómeno acabará siendo para los nativos digitales como la electricidad para nuestros mayores. Un día dejará de percibirse como tecnología.

-¿Qué efectos prácticos tiene sobre el día a día?

-Cambian los flujos de información, la velocidad de ese intercambio y el volumen de datos que circula. Y esto está transformando la educación, los mercados, el periodismo, los negocios y todas las actividades que tienen relación directa con la información.

-En sus charlas habla de racionalizar el uso de la tecnología y las redes sociales. ¿No es utópico?

-Nunca me he referido a límites ni a una regulación, pero sí veo necesario crear tiempos libres de esa hiperconectividad. La desconexión voluntaria es una profilaxis necesaria en este nuevo contexto. Necesitamos recuperar los tiempos muertos para disfrutar de la persona que tenemos delante en la mesa y fomentar la reflexión y la creatividad.

-¿Debemos fiarlo a la autorregulación o abordarlo en los colegios?

-Esta transformación cultural debe recibir respuesta educativa desde Primaria. Hay que introducir la alfabetización digital en los colegios para un uso eficaz de las tecnologías y que mejoren las oportunidades sociales y profesionales de los jóvenes. La formación es la mejor respuesta.

-¿Es esta también la única respuesta a los discursos del miedo?

-Cuando se produce una disrupción tan brutal, quien no se siente implicado opta por demonizar la tecnología. Pero debemos adaptarnos a un ecosistema nuevo y la mejor vía es la formación.

-¿Es posible corregir la brecha entre los nativos digitales y quienes han tenido que aprender a usar las nuevas tecnologías?

-Es un proceso complejo, más que la propia brecha inicial del acceso a la tecnología. Esta depende de una inversión pública en una determinada zona, pero en el otro caso hablamos de una brecha cultural y requiere un proceso educativo largo. No se trata simplemente de aprender a manejar tecnología, requiere todo un cambio cultural.

-¿Puede hoy alguien aspirar a liderar una gran empresa o un sector siendo ajeno a los nuevos canales de comunicación?

-La comunicación por viejos o nuevos medios es siempre estratégica para una organización, sea una empresa, una ONG, una institución o un partido político. Pero ahora se ha vuelto crucial porque el público al que se dirigen la utiliza y puede valorar sus productos.

-¿Sacan las empresas españolas partido a las nuevas tecnologías?

-Hay avances. La mayor parte de las organizaciones reconoce que no es una moda y que la prescripción de productos o servicios se ha democratizado. Ya no está en manos exclusivas de los críticos o medios especializados y saben que las opiniones de los clientes repercuten en su reputación y resultados, pero falta asumir de forma radical la cultura de participación, diálogo y transparencia que exigen los nuevos tiempos. La comunicación es algo tan delicado que su estrategia debería formar hoy parte del alto mando de toda organización.

-¿Cómo valora el uso de las redes sociales entre los políticos?

-En España hay cierta aproximación de los partidos de forma puntual. Sabemos cómo hacer una campaña 2.0 en periodo electoral, pero no sabemos lo que significa tener un gobierno o una democracia 2.0. No se mantiene la conexión y la cercanía con los ciudadanos una vez que se accede al gobierno.

-¿Acabarán obligados a corregirlo por parte de los ciudadanos?

-Las redes sociales han proyectado sobre el ámbito público la necesidad de una mayor transparencia y acceso a información sobre las gestiones de quienes nos representan. Es uno de sus fenómenos más positivos y democratizadores.

-¿Cómo pueden convivir estos nuevos canales de comunicación con los medios tradicionales?

-El proceso de cambio es irreversible, el modelo de comunicación de masas tradicional está quebrado y hay que entender que avanzamos hacia la potenciación de marcas globales que proyectan su identidad y prestigio sobre contenidos para múltiples plataformas.

-¿Cuál es el mayor riesgo al que se enfrentan la radio y el papel?

-Deben aprender a convivir con actores no profesionales, particulares que con un móvil y su cámara se convierten en fuente puntual, y con las empresas y las propias instituciones convertidas en fuentes de información.

-¿Cómo serán Los medios después de internet

-Muy distintos. Hay espacio para contenidos de calidad que respondan a los intereses de audiencias cada vez más diversas y que son infieles a la plataforma, pero fieles a un mismo tipo de contenidos con credibilidad con independencia de que le informen en papel, por el móvil o en su tableta.

-¿Se atreve a marcar una fecha para la supervivencia del papel?

-Seguramente tendremos medios escritos unos 50 años más. Pero no serán los mismos diarios, tendrán menos páginas, un papel y diseño de mayor calidad, estarán más cercanos al análisis y a los mercados locales. Entramos en una etapa de cierta saturación por el exceso de fuentes de información y el papel de intermediación y procesado de datos será cada vez más necesario.