¿La calle Picavia que en A Coruña une las plazas de Ourense y Lugo está dedicada al famoso pintor francés que estuvo vinculado a todos los ismos artísticos que bullían en París en la primera mitad del siglo XX?

-Quizá, contestarán algunos.

-No, porque el pintor, Francis Picabia, escribía su apellido con B, no con V, dirán otros.

Es cierto, pero el hombre que da nombre a la calle coruñesa también escribía con B su apellido, lo que ocurre es que por algún error quedó para siempre con V.

El Picabia coruñés, que nombra a esta rúa pequeña pero animada por las mañanas, con cafés y tiendas de moda, en la que todavía se conservan bellas casas de galerías en una de sus aceras, tiene también sus méritos, naturalmente.

El ingeniero Picabia, que, involuntariamente, sacó del callejero a Santiago de la Iglesia, fue un coruñés entusiasta, iniciador del proyecto del ferrocarril Madrid-Coruña, que tuvo la desgracia de morir joven y no llegó ni siquiera a ver el comienzo de las obras del tren, cuyo trazado inauguró con toda solemnidad la reina Isabel II en septiembre de 1858.

Juan Martínez Picabia, que así se llamaba realmente el ingeniero, falleció pocos meses antes en la localidad francesa de Bellevue, en el municipio de Meudon, como cuenta Juan Naya, ilustre cronista de la ciudad. Se ignora el motivo de su estancia en esas tierras del departamento de Hauts-de-Seine. Naya aventura que quizá fuese a tomar unos baños, pues es un conocido lugar balneario.

En Bellevue fundaría en 1878 una escuela de danza la revolucionaria bailarina Isadora Duncan, una bella norteamericana defensora de la vuelta a los cánones helenísticos que sentó las bases de la danza moderna y contemporánea. Isadora se casó con el poeta ruso Serguei Esenin, un amor que duró apenas un par de años.

A Coruña guardó en su memoria la contribución de Picabia al empeño de unir la ciudad con la Meseta y, con motivo de la subasta de las obras del tramo desde Ponferrada, erigió un monumento con su busto en la confluencia de las calles Riego de Agua, Real y Bailén (entonces llamada San Nocolás). En otro gesto de reconocimiento, el Ayuntamiento quiso traer en 1858 a España los restos mortales de Picabia, pero su viuda rechazó el ofrecimiento, argumentando que lo haría con mucho gusto pero tenía que cumplir el deseo de su marido de ser enterrado junto al hijo menor de ambos, que yacía en un panteón de Madrid.

El recuerdo del ingeniero Juan Martínez Picabia permaneció vivo en la ciudad coruñesa y, a los veinte años de su muerte, en plena expansión del Ensanche, el Ayuntamiento puso su nombre a una de las calles en 1876.

Martínez Picabia también eran los apellidos del pintor francés. Francisco Vicente Martínez Picabia (París, 1879-1953) era hijo de un español nacido en Cuba, por lo que no cabe descartar que hubiese algún parentesco entre las familias paternas del ingeniero y del artista.

Su padre (Cuba, 1847-1929), hijo del matrimonio español formado por Juan Martínez Picabia y Catalina Demonico, se casó en primeras nupcias con la francesa Marie Cécile Davanne, hija de un rico hombre de negocios amante de la fotografía. De la pareja nació Francis que, huérfano de madre desde niño, se refugió en la pintura muy pronto y echó por tierra los augurios de su abuelo materno, convencido de que la fotografía remplazaría a la pintura.

"Puedes fotografiar un paisaje, pero no las ideas que tengo en la cabeza", le replicó el pintor, cuyas convicciones estéticas le llevarían a experimentar constantemente, desde el postimpresionismo de su formación inicial hasta el cubismo pasando por el fovismo, el dadaísmo, el surrealismo y el arte abstracto. Se relacionó con los artistas Picasso, Marcel Duchamp, André Breton, Tristan Tzara, Man Ray o Jean Cocteau.

Pero quizá, más que a la creación artística, la influencia de Picabia en las generaciones posteriores se deba a la tarea intelectual, de provocación cultural, que llevó a cabo desde las revistas 391, que fundó en Barcelona en 1917, y 491, fundada en París en colaboración con Breton, y que se convirtieron en focos de difusión de las vanguardias. A partir de 1919, frecuentó en París el grupo surrealista, y en 1924 realizó la escenografía para la película Entr'acte, de René Clair. En 1925 se estableció en la Costa Azul, donde desarrolló un nuevo estilo pictórico que se ha definido como de los monstruos y las transparencias, y más tarde volvió al surrealismo.