Llegó la hora de ver los programas para las elecciones del 20-D. En todos ellos veremos propuestas que, en buena parte, hace solo dos años serían imposibles de ver en cualquiera de los partidos entonces existentes. UPyD, Ciudadanos, IU e incluso el PSOE y el PP anuncian ya medidas que en 2012 ni se atrevían a mentar a pesar de que ya bullían con el hervor de la indignación entre la ciudadanía. Es más, eran vistas y consideradas como imposibles y quiméricas y, por tanto, no entraban ni en sus propias utopías. Eran las ideas e iniciativas que se ventilaban en las asambleas del 15-M y que se convertían en reivindicaciones de las mareas multicolores que recorrían España. La última: la marea violeta, morada o lila que logró concentrar a todo dios en Madrid el pasado sábado. Pues bien, es ahora, cuando también todo dios se apunta a algunas o a muchas de aquellas ideas o medidas imposibles. Este cambio en los viejos partidos se produce y acelera cuando las iniciativas del 15-M y las reivindicaciones de las mareas cristalizan en una nueva formación política, Podemos (2014), que irrumpe con inesperada fuerza en las elecciones europeas y siembra la alarma en las formaciones tradicionales al ver cómo algunos imposibles se hacen carne y ponen en cuestión, con el apoyo de demasiados ciudadanos, el modelo político vigente. De hecho, las movilizaciones bajan en número e intensidad y muchos se concentran más en apoyar al naciente instrumento político de cambio. Los viejos partidos reaccionan con un desaforado ataque a los nuevos por tierra, mar y aire, como diría la exministra de defensa, y con la asunción, al menos formal y propagandística, de una parte de aquellos imposibles.

Tres lecciones nos da la vida: ha sido la ciudadanía la que ha forzado y fuerza los cambios y en consecuencia nunca debe dejar de movilizarse, con o sin ley mordaza, ya que a todos nos conviene. Segundo, ahora toca discernir a los votantes quiénes quieren cambiar algo, para que nada cambie, y quiénes, realmente, quieren cambiar todo aunque solo puedan, de momento, cambiar algo. Y tercero, sea cual sea el resultado del 20-D, cambio habrá y, como siempre, de la ciudadanía va a depender su extensión y profundidad.