La violencia irracional, gratuitamente cruel e injusta además de sumirnos en el dolor, el desconsuelo, la rabia y la sed de venganza, siembra la duda sobre las posibilidades reales de que el ser humano pueda realizarse alguna vez en el bien, la verdad, la justicia o la belleza. Nos invade un siniestro pesimismo y es fácil concluir que no tenemos remedio, o que no hay más salida que aplicar el ojo por ojo, aun sospechando que el final será inevitablemente la ceguera de todos. Homo homini lupus pensamos con Plauto que, en clave de comedia, descubre la perversidad, egoísmo y sordidez esencial del ser humano. A Hobbes le sirvió el aforismo para justificar el poder absoluto como única forma de reducir la maldad natural del ser humano, pero el filósofo hace trampa porque solo utiliza parte de la sentencia, que en realidad decía: "El hombre es un lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quien es el otro". Esto sí tiene sentido. Los salvajes terroristas en esta ocasión han desconocido a las decenas de personas que masacraron, nos han desconocido a todos, igual que hacen siempre los criminales y genocidas que ven a los otros solo como irrelevantes efectos colaterales de su crueldad sanguinaria. Nos desconocen radicalmente. Será bueno e inteligente tener en cuenta estas cosas ahora, cuando hemos de elaborar y aplicar nuestra respuesta personal y colectiva a la barbarie. No valdrá el simplón y macabro ojo por ojo porque a nada responde y desconoce al otro e incluso a uno mismo; no valdrá la concepción meramente pesimista del ser humano que solo nos aleja de la convivencia en libertad y nos aproxima a la tiranía que nada soluciona nunca. Solo servirá discernir y reflexionar, precisamente porque estamos en guerra, para saber quién y cómo es el otro y así acertar con la respuesta más eficaz y saber quiénes deben ser los destinatarios de la razón de nuestra fuerza y de la fuerza de nuestra razón. No debiéramos olvidar que con los valores que decimos defender casa mucho mejor lo que dijo Séneca: "El hombre es sagrado para el hombre". Y así debe ser para que no paguen justos por pecadores, para no meter a todos en el mismo saco y para que la fuerza no entre en la diabólica espiral de la violencia.