El terror a los ataques suicidas perpetrados por fanáticos islamistas nació un milenio antes del 11-S. En el año 1090. Los líderes de las distintas corrientes políticas y religiosas que se disputaban entonces la hegemonía de un islam en acelerada expansión, cuya última frontera occidental se fijó en el sur de España, el Al-Andalus que ahora reclama el Estado Islámico, vivían aterrorizados por los hashashin.

También llamados Hashishitas, Hassassins o Nizaríes, eran una secta islámica radical surgida en el siglo XI en la antigua Persia, el actual Irán, que contó entre sus numerosas víctimas a notables dirigentes musulmanes de la época, entre ellos el califa Al-Mustansir en Egipto. También se les atribuye el asesinato del rey cruzado de Jerusalén, Conrad de Montferrat en 1192. Sus fanáticos correligionarios, liderados por Hassan Al Sabah, que pasó a la historia con el apodo de El viejo de la montaña, se formaban como asesinos suicidas en la fortaleza de Alamut, un inexpugnable y tenebroso castillo a más de dos mil metros de altura.

El término hashashin, de donde procede etimológicamente la palabra asesino (assassin en francés e inglés) significa literalmente "consumidor de hachís". La leyenda los consideraba temibles guerreros dispuestos a morir por una visión extremista del islam tras una enigmática formación en la que la ingesta de cannabis tendría un significado ritual.

Algunos historiadores sostienen que el consumo de la droga les estimulaba para cometer los atentados en los que inmolaban su vida. Otros, mantienen que estos primitivos yihadistas eran captados y encerrados desde una edad temprana en Alamut, donde eran drogados e introducidos en ese estado en una serie de fantásticos placeres terrenales -vírgenes, vino y suntuosos manjares- con los que se les hacía creer que estaban en el paraíso. En un momento determinado, se les retiraban la droga y los placeres, que solo podían recobrar tras inmolarse en un atentado. El escritor Edward Burman matiza en Los santos asesinos del Islam que hashashin podría significar "seguidores de Hasan", al ver improbable que un personaje tan austero como Hasan Sabah, que ejecutó a su propio hijo por probar el vino, fomentara el uso del hachís.

Para algunos estudiosos, la palabra asesino aparece por primera vez en español hacia el siglo XIV, si bien no será hasta el XVIII cuando el Diccionario de la Lengua Española le dio su acepción definitiva. Hasta entonces, el término había registrado las variantes de anxixin, acecino y asessigno.

Existe controversia sobre sus primeros usos literarios en obras occidentales. El legendario viajero Marco Polo habría sido el primero en citar a los hashashin, pero los franceses defienden que Mateo de París fue el pionero en el uso de la palabra assesinorum en el manuscrito Chronica majora de 1259. Los británicos defienden que el primer uso escrito del término assassination fue realizado en 1605 por Shakespeare en la tragedia Macbeth.

El reinado de terror de los hashashin llegó a su fin en 1256, cuando encontraron la horma de su zapato. Tras intentar asesinar al hijo de Gengis Kan, el caudillo de los mongoles los borró literalmente del mapa.

Algunos remotos descendientes mantienen todavía hoy en día un discreto rito nizarí en Afganistán y Pakistán, sin relación alguna con la práctica del asesinato que los hizo célebres.