Domingo, tempranito y el salón de la cafetería vacío. Ideal para tomarme el cortadito mañanero y leerme LA OPINION tranquilamente. Poco dura la alegría en la casa del pobre. Llegaron los cuatro y justo se asentaron en la mesa de al lado en ruidosa eutrapelia. Me molesta cuando la gente habla muy alto y eso que la cafetería no era de esas en que todo retumba. Pensé en cambiarme discretamente de mesa pero me quedé prendida de la conversación.

Hacían cábalas y pronósticos sobre lo que sucedería en el país tras el 20-D con esa manifiesta preocupación de la gente de orden. Uno, leyendo los resultados de una encuesta en un periódico, resumió: "Aquí dice que empatan todos. ¡Veintidós, veintidós, veintidós! Y los del coletas con IU, también veintidós. Aquí no gobierna ni Dios". Y pasaron a las disquisiciones sobre alianzas, pactos, amaños y cambalaches diversos. Tres hablaban a la vez, a voz en grito y a golpe de agudezas y chascarrillos. Y uno callaba y meneaba la cabeza como diciendo: "¡Ya estamos!".

El silencioso debía de tener una cierta autóritas en el grupo porque, en un claro del alboroto, empezó a hablar en tono pausado y más bajo, se hizo el silencio y se estableció la escucha. También la mía que me disuadió del cambo de mesa. "Yo sé lo que va a pasar. Lo de siempre. Sí, lo de siempre: ir detrás de Portugal. Porque, aunque nunca lo reconoceremos, fue siempre así. Ellos empezaron con la dictadura de Salazar prácticamente seis años antes que nosotros con la de Franco y, con su democracia, prácticamente con tres años por delante. Pues ahora lo mismo. Tras la crisis, primero formará gobierno la derecha, que no va a tener más remedio que volver a apretar las tuercas e incumplir el festival de promesas electorales, y muy pronto tomará el relevo la izquierda, tras una moción de censura, y luego Dios dirá. Y, ¿Dios qué va a decir? Pues lo mismo que dice en Portugal, que Dios no es de esos que dicen una cosa aquí y otra allá".

Tras un instante de silenciosa perplejidad, los gritones se le echaron encima a golpe de tacos, interjecciones y ¡hombre-no-me-jodas! El silencioso tomó un sorbo y sentenció: "Lo que queráis, pero ahí están las encuestas".

Me levanté, pagué y pensé: "Este puente me voy a Portugal".