La corrupción y el despilfarro del dinero público, que también es corrupción aunque se despilfarre con la ley en la mano, debieran ser causas suficientes para apear del poder a aquellos que los impulsaron, los toleraron, miraron para otro lado y, en definitiva, se beneficiaron por mucho que ahora digan que es para ellos una pesadilla. No sé cual será la verdad judicial que se logrará establecer sobre la corrupción de todos estos años, pero siempre será mucho menor que la corrupción real habida, que la verdad política de la misma y que el grado de corrupción que la ciudadanía percibe cada día. Rajoy, se defiende y dice que la corrupción no es tanta, sino que ahora aparece y se publicita mucho más, pero todo el mundo sabe que es totalmente al revés: que hay y ha habido todos estos años, con el PP. el PSOE o Convergencia en el poder, mucha más corrupción de la que aparece, de la que se publicita, de la que se juzga y, desde luego, de la que se castiga. De hecho la corrupción afecta ya gravemente a los grandes partidos que se han convertido en patio de operaciones de corruptos y corruptores y que ven minada su credibilidad. En el caso del partido de Pujol y Mas se ha llegado ya a su inviabilidad misma. La corrupción también daña y pudre las instituciones públicas, lo que representa un gravísimo peligro para la propia democracia. Por eso la corrupción es hoy uno de los principales problemas que los ciudadanos deben afrontar. Porque bueno es que la corrupción se persiga, se juzgue y se castigue pero solo la política puede evitarla o reducirla a límites mínimos. Es decir, solo los ciudadanos apartando del poder a los políticos corrompidos y a los partidos más infectados pueden recuperar el mínimo de salud publica que la democracia necesita. Nunca un partido contaminado o implicado en la podredumbre puede, desde el poder, combatir la corrupción y menos acabar con ella por mucho que lo predique. Solo la pérdida del poder podría regenerarlos para que algún día puedan volver a ser útiles.

Se harían los ciudadanos un buen favor a sí mismos y a las posibilidades de su bienestar personal y colectivo si, a la hora de votar, tuviesen muy en cuenta la necesidad de combatir y castigar la corrupción.