Su primer paso fue ser crítica de arte para un medio. Después, se coló como asistente del director de la galería Trinta que acabaría comprando con un socio. En ella, ha escrito páginas históricas del arte en Galicia. Esa labor llevará a María Asunción Rodríguez el sábado 19 a convertirse en la tercera mujer académica en la Real Academia Gallega de Bellas Artes.

-En esta entidad, hay 26 académicos ingresados numerarios (con voz y voto) de los que solo dos son mujeres. Será la tercera, ¿qué supone para usted?

-Que haya tan pocas mujeres supone un motivo más por el que trabajar por la Academia para que se siga normalizando la situación de la mujer en el ámbito de la cultura y en los organismos de todo tipo.

-¿Soñó alguna vez con ello?

-No. Desde una empresa que se dedica al mercado pero que tiene vertiente cultural, nunca pensé que se podía llegar a lograr este respeto por parte de los académicos.

-¿Qué le gustaría aportar?

-Una visión más ajustada al mundo del arte contemporáneo. No solo se hace desde las universidades y las cátedras, sino también desde las calles.

-¿Cree que está dejado de lado este arte contemporáneo?

-No está dejado de lado. Tiene otros foros diferentes. Tiene al mercado, las ferias, las subastas. Pero, precisamente, porque siempre se habla de dinero y no, en la frecuencia que debería ser, de arte, las galerías dan esa imagen tan complicada para el mundo de la cultura y académico.

-A lo largo de estos años en el sector del arte, ¿cómo ha visto el interés de la sociedad por el arte considerado más vanguardista?

-Unas cosas han ido a mejor y otras, a peor. Es cierto que ahora la gente ya no se escandaliza tanto con ciertas exposiciones. La gente busca novedad constantemente y resulta difícil. No todo lo que parece moderno lo es. Hay mucho acceso a la información pero eso hace que se saturen las conciencias y la manera de ver las cosas. Las galerías e instituciones tienen un problema grande a la hora de decidir cómo contar cosas. La gente está saturada de ofertas y estímulos.

-En los últimos años, se ha vinculado el lujo a experiencias (gastronómicas, de deporte, viajes...) pero no a inversión en cultura como antaño. ¿Hay menos interés por el arte entre las clases pudientes?

-Esa nunca fue una cuestión solo de dinero, sino de elite, de sensibilidad, de necesidad personal. Hay gente que tiene un monedero pequeño pero los excedentes que tienen los dedican a obras de arte más modestas o de artistas más jóvenes. Hay gente con mucho dinero que nunca piensa en este tipo de cosas porque no son para ellos una necesidad vital. La crisis valió para muchos. La gente que tenía interés real por la cultura lo siguió manteniendo. Hubo una época en la que se acercaba gente como inversora porque veía dinero fresco.

-Así que los especuladores fueron apartados.

-Volverán a aparecer los especuladores. Son ciclos.

-¿Cuál es el momento en la galería que recuerda de forma más especial?

-En ARCO 1985, con un stand dedicado a Antonio Murado y Manuel Paz, la Asociación de Críticos de Arte nos dio el premio a la mejor galería española en ARCO. Aquello supuso una bomba atómica dentro del funcionamiento de la galería. A partir de ahí, las cosas dejaron de ser tan fáciles, hubo más tensión en el trabajo. Cada mes de noviembre, cuando salían los nominados a los premios nacionales de arte recayeron hasta siete en artistas que trabajaban con la galería.

-Los peores...

-Los peores están ligados al día a día. Es como un parto que cuando se ve el bebé se olvida lo que ocurrió horas antes. Olvido lo negativo.

-Hace unos años que no participan en ARCO, ¿cómo ven el panorama de las ferias?

-Las ferias de arte se han convertido en el destino de muchas galerías por necesidad de hacer puntos para entrar en ferias más prestigiosa. Es una pescadilla que se come la cola. No tiene mucho sentido porque los que ganan son los que hacen las ferias. Cada vez está más polarizado.