"Ya estamos en Coruña. La ciudad es lindísima. Muchos jardines, calles alegres. Las casas con miradores de cristales. Mucha vida. Movimiento. Trabajo. En el puerto, las barquillas agrupadas se besan unas a otras a impulsos del agua, tan pastosa que parece jarabe...". Federico García Lorca (Granada, 1898-1936) describía así su llegada a la ciudad, en noviembre de 1916. Lorca, entonces estudiante, visitaba Galicia en viaje de estudios con Martín Domínguez Berrueta, catedrático de Teoría de la Literatura y de las Artes y decisivo en el descubrimiento de su vocación de escritor.

El grupo de universitarios visitó Lugo, Santiago y A Coruña, y Lorca, que entonces estaba decidido a ser músico y no escritor, recogía sus sensaciones y sentimientos en un cuaderno de notas.

"En la casa del comandante se oye un piano. Sus notas llegan a mí confusas... me acerco ansioso. Es un aire popular... 'vámonos, vámonos' y caminamos a la Torre de Hércules. Es cuadrada, altísima, está desafiando al mar. Este enfurecido la salpica de espuma fuertemente. El aire me arrulla...", escribió Lorca, en Impresiones y paisajes, el primer libro que publicó.

El libro llegó a las librerías granadinas en los primeros días de abril de 1918. Aunque ya habían salido publicados algunos textos en revistas de Granada y Burgos, Lorca, que tenía veinte años, era entonces un perfecto desconocido.

En 1932, Lorca volvió a Galicia, ya como poeta famoso, en dos ocasiones, y en ambas visitó A Coruña. Vino en primavera (a principios de mayo) de ese año a dar unas conferencias sobre el cante jondo, que estuvieron acompañadas de la lectura de sus poemas del ciclo de Nueva York, organizadas por los Comités de Cooperación Intelectual, y que le llevaron también a Vigo y Santiago. Volvió en verano con el grupo teatral La Barraca, que representó en el Teatro Rosalía Castro unos entremeses cervantinos y al día siguiente el auto sacramental La vida es sueño. Hubo también una sesión en la plaza de María Pita. En las dos giras gallegas, el poeta obtuvo gran éxito, como reflejaron los periódicos de la época.

Lorca ya había hecho amigos gallegos en la Residencia de Estudiantes, entre otros el musicólogo Jesús Bal y Gay y los hermanos Marchesi Fernández-Herce, hijos del alcalde de A Coruña José Marchesi Dalmau, con quienes coincidió entre 1918 y 1922 en la Residencia, junto a Buñuel y Dalí. A Fernando Marchesi, de gran atractivo físico, dedicó el joven Lorca el poema titulado Mañana, fechado el 7 de agosto de 1918 en Fuente Vaqueros (Granada) y recogido en su Libro de Poemas (1918 - 1920).

En Madrid conoció también a Eduardo Blanco Amor y a Ernesto Guerra da Cal, fundamentales en la gestación de los Seis poemas galegos que escribió Lorca a raíz de sus viajes a Galicia. Guerra da Cal le fascinaba "por su prestancia física, por su vitalidad, por su inteligencia y por la pasión con que hablada de Galicia y cantaba canciones gallega." Escritos entre 1932 y 1934, fueron publicados en 1935 en Santiago por Ánxel Casal en la Editorial Nós, con prólogo de Blanco Amor. Lorca admiraba a Rosalía, era lector de Valle-Inclán y conocía bien la lírica medieval galaico portuguesa. Otros amigos gallegos en Madrid fueron el escritor Eugenio Montes y el seductor coruñés Serafín Ferro, amor de todos los epentistas (homosexuales) de la Generación del 27, incluido él.

"A mi llegada a Galicia, ellas [las 'fuerzas formidables' de Compostela y el paisaje] se apoderaron de mí en forma tal que también me sentí poeta de la alta hierba, de la lluvia alta y pausada. Me sentí poeta gallego, y una imperiosa necesidad de hacer versos, su cantar me obligó a estudiar a Galicia y su dialecto o idioma, para lo maravilloso es igual", explicaba en Buenos Aires en 1933.

En Santiago -la cuidad gallega que le subyugó y a la que dedicó uno de los poemas, conoció a un joven coruñés estudiante de Derecho, Carlos Martínez Barbeito, quien cambió Compostela por Madrid a raíz del encuentro, lo cual le dio ocasión de tener contacto con los intelectuales de la época. Con Martínez Barbeito mantuvo correspondencia para un proyectado homenaje a Rosalía, y en las cartas siempre tenía un recuerdo para sus amigos comunes gallegos.