Dicen que los españoles hemos "colonizado mejor", desde un punto de vista humanista, ético y de relación con los pueblos originarios con los que hemos tendido a mezclarnos, y que los ingleses lo han hecho peor, dada su tendencia a eliminar simple y violentamente a los aborígenes. Dicen también que, en cambio, los españoles hemos descolonizado mucho peor, rompiendo más drásticamente nuestras relaciones con las antiguas colonias, mientras los ingleses lo han hecho mejor y han mantenido no solo relaciones cordiales, sino que han hecho perdurar su poder político en muchas de sus excolonias, aun siendo éstas países independientes. Para avalar esta consideración siempre se ponen los ejemplos de Canadá o de Australia, donde la Reina de Inglaterra sigue siendo el Jefe del Estado, ejerciendo sus funciones a través de un Gobernador General. No se trata de algo meramente simbólico y para ello basta ver, por ejemplo, el papel que, en la segunda guerra mundial jugaron Australia y Canadá, a quienes Churchill llamaba los Dominios y no sé yo si se les sigue denominando así. Tampoco sé yo si estas consideraciones van o pueden ir a misa, pero lo cierto es que tienen una base real en que apoyarse y que la Corona inglesa, tras reconocérsele a las colonias su derecho a la autodeterminación, juega y ha jugado un papel muy relevante: aglutinador de los nuevos Estados, iguales en estatus y unidos por la lealtad común a la Corona y libremente asociados como miembros de la Commonwealth (literalmente, riqueza común) o Mancomunidad Británica de Naciones.

Ya sé que las comparaciones son odiosas, que una colonia no es un champú y que un "plato es un plato", pero no pude evitar que el ejemplo británico se me viniera a la cabeza al conocer la elusión, por parte de Felipe VI, de recibir a la Presidenta del Parlamento catalán para informarle de la elección del nuevo Honorable Presidente de la Generalitat, tal como venía siendo uso y costumbre. No parece una decisión ajustada, moderadora y prudente y sí la veo huérfana de perspectiva política sobre tantos papeles posibles a jugar, que el futuro puede deparar a la Corona que, según la Constitución, es símbolo de unidad, arbitra y modera. Dios salve al Rey.