Al tiempo que el país asiste al debate y a la lucha por el poder en el Ejecutivo, la vida sigue y los casos de corrupción, que implican a los partidos y más que a nadie al PP, continúan aflorando. No se trata solo de descubrimientos del pasado, por cierto nada remoto, sino que son del ahora mismo. El escándalo Acuamed así lo demuestra: pudo empezar en el 2007 pero llega hasta el 2015 y hace caer nada menos que al actual subsecretario del Ministerio de la Presidencia, Federico Ramos. Como lo demuestra también que ya son absolutamente todos los tesoreros del PP los implicados, incluida la última nombrada por Rajoy. Tampoco se puede decir ya que se trata de hechos o personajes aislados, como repiten los dirigentes del PP, Rajoy incluido: primero porque hay demasiados altos cargos pringados, llegando la cosa a varios ex-ministros y, segundo, porque los cargos políticos y públicos así como los conspicuos militantes del PP directamente afectados se cuentan ya por centenares. No es la manzana podrida en la cesta de manzanas sanas, sino que día que pasa nos cuesta más trabajo encontrar la sana entre las podridas. Otro problema más es que ya se está detectando metástasis en las instituciones, de tal forma que empiezan a funcionar en el lodo con carta de normalidad. Este ambiente se respira entre los empresarios contratistas y concesionarios que comentan con naturalidad, jugando y justificando su papel de corruptores, que las cosas son así y que sin la mordida en sus distintas variedades (regalos, comisiones, donaciones o pagos en especie) no hay negocio con las Administraciones públicas. Es decir, la corrupción empieza a ser un estado de cosas y el factor principal y más relevante de una creciente debilidad del Estado.

Es la debilidad del Estado carcomido la que lleva a Rajoy y los suyos a reclamar con insistencia un Gobierno estable y fuerte, para así mantener a raya a los damnificados y estafados por la podredumbre. Porque si el Estado estuviese sano y fuese fuerte no necesitaría estar apuntalado por la hipertrofiada fortaleza o estabilidad de un Gobierno. Lo definitivo e importante pues, es que sea fuerte y sano el Estado, así lo del Gobierno, sea cual sea, vendría dado.