El psicólogo, experto en educación y pedagogía y profesor universitario Javier Urra (Estella, Navarra, 1957) visita Galicia esta semana para ofrecer una ponencia sobre el papel de los educadores y los padres frente al reto de un futuro cambiante. Urra es psicólogo forense de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid en excedencia y exdefensor del Menor de dicha comunidad. Además, es autor de libros como El pequeño dictador o Educar con sentido común.

-¿Hay poca tolerancia a la frustración entre la juventud?

-Muy poca. Yo no comparto al 100% que la vida sea la búsqueda de la felicidad, aunque sí del bienestar. Me parece que hay que educar a los niños, que es fortalecerlos para que no se quiebren como el cristal. Y trabajar también la resiliencia.

-¿Son más frágiles?

-Tenemos un problema: hoy algunos jóvenes del grupo entre 18 y 24 años se suicidan. En España en esa franja mueren más por suicidio que por accidentes de tráfico, cáncer o infartos de miocardio. Quizás porque le piden a la vida más de lo que les puede dar.

-¿Es la educación la pócima mágica?

-Tenemos claroscuros, pero la palanca está en la educación. Hay que hablar del perdón y la capacidad de olvido, porque no quiero que un hecho del pasado hipoteque el presente o el futuro. Hablaré en la ponencia del humor y de la capacidad para reírse de uno mismo. Yo soy psicólogo y todo el mundo me dice que tiene problemas de memoria, pero nadie que tiene problemas de inteligencia, lo cual me hace gracia.

-El no-acuerdo político que se muestra con la investidura fallida, ¿es ejemplo para los escolares?

-Yo creo que todos somos políticos. Me gusta La República, de Platón. Y no sé si lo que fallan son los políticos. ¿Se ponen de acuerdo en las comunidades de vecinos?

-Educar para un mundo pequeño y global

-Más pequeño y más próximo. Yo creo que lo que ha cambiado en nuestra sociedad es el criterio espacio-temporal: las distancias físicas se han acortado mucho. Mi hijo está en Washington y mi nieto en Buenos Aires y tenemos una conexión directa vía Skype. Sus hijos podrán tener una expectativa de vida de 100 años.

-Más que futuro, es el presente...

-Efectivamente, eso ya es un presente real. Pero al final, los valores y las virtudes esenciales de las personas no cambian. Un niño del futuro va a llorar por cosas más o menos similares y a frustrarse por lo mismo; va a tener más o menos las mismas preocupaciones y a sentir que la vida es injusta en algún momento, así como momentos de felicidad y otros de auténtico sufrimiento, como ahora. Y al final de la vida se preguntará '¿mereció la pena?'. Y quizás la única respuesta es '¿para qué he vivido?'. Yo hablo del agradecimiento de quienes nos han precedido. Y recupero el cuadro de Las Meninas de Velázquez porque creo que a veces no te ves en el espejo, sino en los ojos del otro.

-¿Se podrá atacar la semilla

-Me preocupa, pero creo que tiene muy mal pronóstico. Creo que no estamos atacando la raíz del problema, sino cortando las hojas del árbol. Como psicólogo forense y más de 30 años en la Fiscalía, sé que decir que fue una emoción o un trastorno transitorio no es verdad. La gente hace lo que quiere hacer, hasta quien mata a sus hijos para hacer daño a su expareja sabe lo que hace. Y tiene una fuerza terrible que se llama odio.

-¿Qué se puede hacer contra la involución de los adolescentes hacia actitudes de control?

-Sensibilizar a la sociedad. Y a los niños pequeños proponerles un juego: el que no sabe lo que siente el otro, pierde. Educar a los niños para expresar las emociones y reconvertirlas en sentimientos; tengo muchísimo interés en que usen el lenguaje como colchón afectivo. Nos cuesta expresarnos delante de los demás. Y tienen que compadecerse de las injusticias y del sufrimiento ajeno y valorar la naturaleza.

-¿Se cosifica a las personas?

-El de la posesión es un criterio peligrosísimo: 'Es mi mujer'. Cuando se rompe una pareja es un fracaso y hay quien no tiene cortafuegos y pasa de la frustración a la agresión.

-"Javier Urra es un activista educativo", dijo en una ocasión José Antonio Marina. ¿Está de acuerdo con las propuestas de reestructuración docente que planteó el filósofo?

-Ese me parece el piropo más bonito que jamás me hayan dicho. El diagnóstico que hizo me parece afortunado: para ser maestro hay que ser culto, tiene que ser una profesión vocacional y ha de ponerle pasión. ¿Por qué no un sistema como el PIR para los docentes? Y que la inspección de los docentes sea externa, me parece correcto. Requerimos que cada ministro de Educación no saque una nueva ley.