No entiendo por qué se considera algo negativo o perjudicial la convocatoria de nuevas elecciones, sobre todo si se entiende que llegó el momento de cambios y reformas institucionales y constitucionales de fondo, que impliquen una profunda reforma política, la cual prácticamente todo el mundo considera necesaria. Tampoco entiendo que todo el proceso de debate que estamos viviendo se considere una pérdida de tiempo, sobre todo si sabemos que, con acuerdo de gobierno o si él, unas nuevas elecciones están siempre próximas porque también serán necesarias. De hecho la Constitución actual, que hay que cambiar, también permite y facilita que este periodo de transformación de nuestro modelo democrático se pueda abordar, puede que con costes y molestias, pero con normalidad y madurez democráticas. Es como esa obra necesaria con el cartel de perdonen las molestias que todo el mundo acepta razonablemente por su imperiosa necesidad. Es natural, pues, que tengamos un debate con tiempo para fijar posiciones, constatar diferencias, comprobar coincidencias y llegar a un acuerdo ampliamente mayoritario desde el que se elabore una propuesta exitosa para efectuar las necesarias reformas. Ello requiere debate, elecciones, cambios de gobierno, acuerdos, pactos y las consultas pertinentes a los ciudadanos, con lo que el tiempo empleado nunca es tiempo perdido, como tampoco son baldíos los esfuerzos dedicados ni las molestias sufridas, ni las confrontaciones y controversias mantenidas.

Si el proceso de cambio empezó el 20 de diciembre de 2015, creo que tiempo muy razonable sería para concluirlo, aprobando las reformas de fondo pendientes, en el 2018, lo que sería un buen homenaje en la celebración de los cuarenta años del padre de todos los cambios que habrán de venir en el desarrollo de la democracia que allí se inició. También entonces el proceso llevó prácticamente tres años y nadie puede decir que se perdió o malgastó el tiempo. Por eso creo que estamos en tiempo, que hacemos las cosas en forma y que por eso la ciudadanía está fundamentalmente tranquila y razonablemente confiada. El reto está en acertar como acertaron nuestros padres.