-¿Dónde está Olga Viza?

-Durante los últimos nueve años publico los domingos una entrevista a doble página en el periódico Marca.

-¿Todo el mundo tiene dentro un comunicador?

-Claro que sí.

-¿Y cuesta sacarlo?

-La capacidad de comunicar es instintiva y hay quien tiene mayor o menor facilidad por diversas razones. El problema surge cuando estamos obligados a comunicar e intentamos superar las circunstancias que tenemos en contra de manera artificial. Cuando te dicen que debes actuar de una manera determinada, sin darte las herramientas para que te sientas cómodo, surgen bloqueos porque piensas que lo estás haciendo mal.

-¿Y cuál es el remedio?

-Es necesario sacar lo mejor de uno mismo. Comunicar es una necesidad que debe afrontarse de la forma más natural. Hay trucos para que los mensajes calen, pero lo principal es que cada uno potencie su mejor aptitud.

-¿Puede entrenarse?

-Por supuesto. Existen recetas, pocas y básicas, para garantizarnos que el fondo de nuestro mensaje cale; ese es nuestro objetivo. Por ejemplo, las inflexiones de voz. No es lo mismo decir las cosas sin intencionalidad, sin enfatizar, que hacerlo jugando con el sonido. No produce el mismo efecto un discurso monocorde que otro en el que hay pasión e interés. Son cuestiones que salen solas en una situación normal, pero delante del público, en muchos casos porque nunca han tenido que hacerlo, hay personas que se retraen.

-¿Es más importante cómo se dice o qué se dice?

-Desde luego lo más importante siempre es el qué y si es muy relevante, bastan cuatro trucos para obtener resultado.

-¿Y estructurar ese qué?

-También esencial. Llevo toda la vida haciendo entrevistas y hay personas que antes de llegar ya saben lo que quieren decir, tienen esa frase en la cabeza. Si hablamos de políticos, somos muchos periodistas los que ponemos de ejemplo a Alfredo Pérez Rubalcaba. Era genial, podías preguntar sobre la última operación policial y, tras contestar, intercalaba un 'pero déjeme decirle' y te colocaba el titular que quería. Tenía una habilidad prodigiosa para hacerlo.

-¿El mundo del negocio sabe que se juega buena parte de los resultados comunicando?

-Es tremendo. Hay enormes empresarios, gente preparadísima que en sus convenciones o congresos no tienen la habilidad de conectar con los interlocutores, y eso que dicen cosas muy importantes. Hay que enseñarles a dominar los ritmos, el mensaje es en realidad una partitura, es necesario saber dónde colocar lo importante, dónde repetirlo y dónde reforzarlo. Es cierto que cada vez escasea más ese tipo de empresario. Y añado que en el nivel inmediatamente inferior hay directivos que hablan atemorizados, se sienten vigilados, les puede más su inseguridad que la importancia de lo que tienen que decir.

-¿Abundan quienes son maravillosos delante de un espejo pero luego se vienen abajo ante el público?

-Ya lo creo. Esto es como montar en bicicleta, al principio te caes algunas veces y luego eres capaz de ir al pueblo de al lado. También esto se pasa a base de practicar y si cuentas con algo importante que decir, consigues las fuerzas. Es lógico que exista ese miedo escénico sobre el escenario, sobre todo en un país en el que durante generaciones salir a la pizarra a hablar en voz alta era un castigo.

-Los gestos, todo lo que no es verbal, ¿en qué medida pesa?

-Es básico. Cada vez son más quienes han aprendido la lección, abandonan el atril, caminan, gesticulan y se entregan al arte de llegar a quienes les escuchan. O bien se quedan tras el atril y aprenden a dominar los silencios y las miradas, porque no es lo mismo decir algo importante mirando un papel que fijando la vista en tu interlocutor.

-¿Se ha encontrado con algún caso imposible a la hora de enseñar a comunicar?

-He conocido personas con mucha dificultad.

-¿Por complejos o por problemas que realmente existen?

-Por problemas enraizados en el propio mecanismo de esas personas. De todos modos, creo que nunca han caído en saco roto los consejos recibidos y he podido comprobarlo en persona; he visto a algunas de esas personas salir airosas. Puede que les costara un esfuerzo titánico, porque hay quienes son extraordinariamente tímidos, reservados, tartamudean o no saben pronunciar la erre... Sin embargo, todo se soluciona con práctica. Tanto es así, que también me he encontrado con quienes cuando llega el momento de ponerse delante del micrófono o del público, se transforman para bien; les dan igual sus problemas porque logran situar por encima de todo la importancia de lo que dicen y conocen los trucos para vencer sus problemas.

-¿Tiene constancia de que sus enseñanzas hayan redundado en la mejora de un negocio?

-No soy profesora de comunicadores. Participo en cursos explicando lo que he aprendido, me sirve y sé que es útil. No me han llamado para hablarme de la mejora de un negocio, pero sí que he visto salir del curso a los asistentes con una dosis de seguridad.