Si hubiera nacido en Nueva York, Perales sería hoy una especie de Paul Simon o James Taylor, pero nació en Castejón, un pueblo de Cuenca, y su enorme legado musical se limita al mundo hispanohablante, que no es poco: tiene medio millar de canciones registradas y ha vendido 50 millones de discos. El título de su nuevo trabajo, Calma (Universal) -a la venta el próximo viernes 22- le va como anillo al dedo: resulta muy difícil imaginarle enfadado.

-Se prodiga poco por Galicia.

-En estos últimos años me prodigo poco en todos los sitios. Hace cuatros años de la última gira, la de Calle soledad, e hice seis o siete conciertos. Hace muchos años iba a Galicia los inviernos. En realidad, hago pocas giras en España. Será que me voy haciendo mayor y las voy dejando más espaciadas. Esas palizas de "kilómetros gallegos", que decíamos antes, ya no me las doy. Esos viajes desde Las Nieves o de donde fuera...

-Actúa más en Latinoamérica.

-Sí, cuando voy no es para estar una semana, tengo treinta y tantos o cuarenta conciertos, y me lleva unos tres meses. Después de esta gira en España, que será de unos veinte conciertos y terminará en octubre, me iré en diciembre y volveré en febrero otro mes y medio. Allí mi música sigue muy vigente.

-La producción de Calma es muy americana. Uno empieza a escuchar la primera canción, Y me marché contigo, con ese saxofón tan de la E Street Band, y cree que va a cantar Bruce Springsteen...

-Es verdad, me lo han dicho. Para mí ha sido una aventura muy exitosa. Ha sido estupenda la idea de hacer este disco con mi hijo, Pablo. Él vive en Boston, y de ahí la influencia norteamericana. Lleva allí tres años ya. Es músico y productor y estaba en relación con estos músicos, que han tocado con Sinatra. He tenido la suerte de contactar con el estudio de un español que tiene un contacto tremendo con los más grandes, que se apellida Sardina. Le di 32 canciones para que él eligiera. De las 32 nuevas, [Pablo] eligió 8, y de un repertorio antiguo, entre papeles amarillos, antiguos, descubrió en una casete dos canciones. Una sale en el nuevo disco. Son de esas que se quedaron porque la compañía de entonces decía que no eran comerciales. Eso contribuyó a crear una imagen tan romántica, a veces empalagosa, porque no te dejan incluir otro tipo de canciones. Ahora tengo libertad y puedo meter estos arreglos, algo que no me hubiesen permitido Sony o Hispavox.

-Si hubiera nacido en Estados Unidos, ¿le hubiera gustado ser una especie de Paul Simon o de James Taylor?

-Sin duda. Me hablas de gente que siempre me ha encantado. Hubiera podido cantar en inglés o en alemán, yo qué sé... Paul Simon es la bomba. Cuando estaba con Garfunkel y cantaba el "Puente sobre aguas turbulentas" y aquellas canciones maravillosas... Me gusta mucho mi país, pero como autor me hubiese gustado haber nacido en Estados Unidos, para componer en inglés.

-Su paisano Almodóvar ha dicho que no le ve ninguna ventaja a tener cierta edad una edad provecta. ¿Usted le ve alguna?

-Estoy muy contento con tener 71 años pero no parecerlo. Si estuviera decrépito me jorobaría un poco, pero como no estoy tan mal... Me miro al espejo y creo que aguanto el tipo. Y la voz está muy bien, cada vez mejor. Ha madurado, se ha hecho más ancha. No tengo nada en contra de la edad, aporta mucha experiencia y descaro, dices cosas que antes te callabas porque ahora te importa un bledo. La pena es que la madurez va unida a la vejez, y eso te joroba un poco más.

-¿Se acentúa también con la edad esa nostalgia que tan presente ha estado en su repertorio? El primer sencillo, En un banco de la calle, trata sobre mirar hacia atrás desde la vejez.

-Sí, pero es mirar hacia atrás con un cierto conformismo. No tengo miedo a la muerte. Incluso me parece un paso tan normal que no hay que temerlo. Yo le temo a la enfermedad, al dolor... Pero el retrato que hago del hombre de la calle es que está asumiendo que tiene una edad pero está disfrutando de una puesta de sol, aunque le quede poco tiempo. Ve cómo juega un crío en la calle y la gente que pasa. Y le divierte, aunque, como es un anciano, nadie le echa cuenta... Asume su momento y disfruta de ver la vida pasar, aunque le queda poco para irse. Demuestra entereza y una cierta clase al asumir su momento.

-Hace poco le reivindicó el grupo Elefantes, con esa versión de Te quiero con los cantantes de Love of Lesbian y de Sidonie. ¿Le avisaron de que iban a grabarla?

-Me da mucha alegría que gente tan joven rescate canciones de hace tantos años y las haga tan frescas como cuando las canté yo. Las sienten como suyas y hablan con admiración por el autor. Me llamaron de su compañía y dijeron que les gustaría que yo participara en el vídeo. Les dije que sí, porque yo creo que la música, una vez que sale del estudio, ya es de la gente. Quien la quiera cantar, que la cante en los karaokes. Y quien quiera hacer una versión, que la haga, siempre que sea respetuosa. La de Elefantes es una versión respetuosa y ellos son encantadores y muy educados.

-Le han invitado a festivales indie, como a Raphael, y ha dicho que no porque le da vergüenza.

-Sí, me da mucho palo (ríe). Es un mundo que aún no he palpado y me da como cosa. Tengo una gran dosis de timidez para muchas cosas. En ciertos casos anda uno con pies de plomo por no saber si está uno desubicado. Pero me están insistiendo mucho, cualquier día caigo en la trampa (ríe). Se lo merecen.

-Se rió de sí mismo y de su sambenito de "tristón" en una canción, Mis tópicos.

-Sí, tras tantos años de escribir canciones, uno tiene sus tópicos. Según te estoy hablando, estoy al lado de una ventana y está lloviendo fuera. La lluvia en el jardín es un tópico mío de siempre. Las golondrinas, los veleros, al volver la esquina... Hay un montón de palabrejas y tópicos que he usado en mis canciones casi sin darme cuenta. Las gaviotas... Carlos Herrera dijo en la radio: "¡Qué fijación tiene Perales con las gaviotas, ese bicharraco asqueroso, cómo le pueden gustar!"

-¿Se le ha pasado por la cabeza publicar sus memorias?

-No, no me gusta nada la idea.

-¿Por pudor?

-Me parece una pedantería, la verdad [ríe]. Quizá sea un poco de pudor. No me gusta desnudarme tanto.

-Ha escrito canciones para multitud de artistas, incluyendo Enrique y Ana y Jesulín de Ubrique. ¿Ha rechazado alguna vez un encargo de canción porque no le gustaba el artista al que iba destinado?

-Pues tengo que confesar que sí. No voy a decir el artista, pero una vez, al principio de mi carrera, y me arrepiento de ello, usé un seudónimo porque no me gustaba el cantante. No quería que figurara mi nombre y puse un seudónimo. Solamente lo hice una vez.