Hace solo unos días dijo estar "harta" en una canción improvisada delante de Rajoy, Carmena y Cifuentes. Su motivo fue "estar viva". En su último trabajo saca su versión más clásica y se encuentra en plena gira, titulada El amor brujo.

-¿El amor debe tener algo de brujería?

-El amor es brujería, hechizo, fuego, deslumbre de sensaciones. Y eso es la obra, que es una de las más importantes que jamás se han hecho en España.

-¿Lo concibe como un homenaje a Manuel de Falla?

-Es más que un homenaje. Es saborear sus enseñanzas.

-¿Cómo ha conseguido sentir tanto al compositor?

-Visito muchas veces su casa y él vivía como creaba. Recuerdo con cariño desayunar o tomarme un té en su jardín y ver los mismos paisajes que él veía. Todo eso me ha hecho empaparme de su esencia, aunque siempre la he sentido. Además, mi padre continuamente hablaba de él.

-¿Se siente heredera del arte de su padre?

-Siento orgullo y respeto por mi familia, que me permitió conocer a gente maravillosa del mundo del cine, del cante, del teatro o de la literatura. Esa es mi mejor herencia.

-¿Cómo considera que está el panorama flamenco actual?

-No puedo ser egoísta en esta respuesta. Además, el flamenco se salva por sí mismo como ha hecho siempre. Yo lucho por el flamenco, que es mi alegría y mi sacrificio, pero también veo que hay otros panoramas de la realidad que están mucho peor. Mi padre siempre supo la realidad en la que vivía.

-Quizás saber en qué realidad vive fue uno de los motivos que le llevó a cantarle a Rajoy: "Estamos hartos".

-No quise protagonismo, solo dije lo que sentía en ese momento. Mis conciertos ya tienen la fecha puesta.

-¿Y qué fue lo que le impulsó para improvisar de esa manera?

-Pues que estoy viva y vivo en España, pero no quise ni quiero abanderar nada.

-No lo abandera, pero sí fue el altavoz de muchos ciudadanos que piensan justamente eso.

-Mi trabajo es el flamenco, no la política. Me salió de lo más profundo de mi corazón. Yo no respaldo a nadie, pero mi casa se ha inclinado siempre hacia el bando obrero y los derechos humanos. Lo que hice fue pedir que hablaran y punto. Parece que estemos en el siglo XVI, cuando las decisiones se tomaban con la espada: ahora el arma es la palabra.

-¿Se arrepiente de haberlo hecho?

-No me arrepiento, fue un impulso inevitable. Aproveché que estaban todos juntos y unidos por el arte para protestar simplemente porque podía.