Quién mueve los hilos de la política, con qué intereses y de qué manera. A esa pregunta intenta responder el libro Los grupos de interés en España. Organización, institucionalización y estrategias de influencia, del que es autor el catedrático de Ciencia Política Joaquim María Molins.

-Uno escucha lobby o grupo de interés y se echa la mano a la cartera. ¿Tiene motivos para el recelo y la desconfianza?

-Cuando no hay transparencia, todo el mundo tiene derecho a la desconfianza. Por eso, lo primero que hay que exigir a los lobbies es que tengan más transparencia.

-Su libro subraya el estilo oculto y no transparente en la actuación de los grupos de interés.

-Detectamos una cierta complicidad entre las Administraciones públicas y los grupos de interés. Nunca publican cuando se entrevistan con ellos. Y eso responde a un mutuo interés de que no trasciendan esas relaciones.

-Comparten opacidad.

-Exactamente.

-¿Y qué consecuencias tiene esa actitud?

-La principal es que el ciudadano se queda sin instrumentos de evaluar las decisiones que motivan las políticas públicas. Está indefenso y puede pensar que algún grupo está sustituyendo la voluntad popular.

-Es decir, que se merma la confianza en el sistema.

-En efecto. Y eso es peligroso. Los índices de confianza en el sistema político han ido descendiendo alarmantemente. Hay riesgo de divorcio entre los ciudadanos y sus representantes.

-Cuando se habla de lobbies uno piensa en farmacéuticas, petroleras o eléctricas. Pero también son ONG, la Iglesia, los grupos de política agroalimentaria?

-En la España franquista, como no había partidos políticos se hablaba de 'poderes fácticos'. Se resumían en la Iglesia, los militares y la banca. Eso ha cambiado. Los militares son un grupo profesional encuadrado en el sistema democrático. La Iglesia quiere intervenir legítimamente en políticas educativas y de cariz moral, pero ha de competir con otros agentes. Y en la banca existe una pluralidad de intereses sectoriales y empresariales. Ahora hay muchos grupos que quieren influir en las decisiones de la Administración pública. A todos ellos hay que analizarlos. Por ejemplo, la Plataforma de Afectados por las Hipotecas.

-Que es otro lobby.

-Sí, claro. También las ONG han condicionado mucho las políticas de cooperación al desarrollo. Todos los intereses son legítimos, pero siempre que se conozcan sus pretensiones y cómo las Administraciones acogen esas peticiones.

-¿Qué otros ejemplos hay de lobbies que la gente no considera como tales?

-Las plataformas en defensa del territorio, por ejemplo. Lo vimos en el conflicto de Gamonal (Burgos), unos vecinos organizados que querían influir en una decisión municipal. Desde el punto de vista cultural, en Valencia está Acció Cultural del País Valencià, que trabaja por difundir la cultura catalana y la identificación con un tronco común. En el otro lado está la Fundación para la Defensa de la Nación Española.

-Trazan la evolución de un siglo de presión sintetizada en la frase: "Del amiguismo a la pluralidad democrática". ¿Insinúan que ha acabado el amiguismo?

-¡No! Tener un amigo es condición necesaria pero nunca suficiente. Porque, por suerte, todo el mundo quiere influir pero has de competir con los otros. Ahora hay más pluralidad de grupos y hay que competir con más agentes.

-Ahora muchos tienen amigos.

-También importa el estilo, la estrategia. Mira Bruselas: hay un registro que especifica con quién se reúnen los responsables comunitarios. Quiénes son, de qué tema hablan y qué intereses tienen. Por eso propugnamos en este ensayo lo que se llama, en términos académicos, la 'huella legislativa'. Que aparezca con qué grupos se ha hablado para tomar cualquier decisión pública. Que conste esa información. Para que el ciudadano pueda juzgar. Porque la sospecha cunde si solo se recibe al amigo y no al otro. La transparencia haría posible que todo el mundo tuviera derecho a defender su opinión. Y, luego, que la Administración decidiera lo que estime oportuno.

-Resumiendo: lobbies vale, pero en igualdad de condiciones y con transparencia.

-Eso es. Lobbies sí, pero en igualdad de condiciones, con publicidad y transparencia.

-Sindicatos: ¿Descansen en Paz como grupos de presión?

-Decimos en el capítulo correspondiente que los sindicatos no pueden seguir sin afiliados y viviendo de la subvención. Como las organizaciones de consumidores. El problema es que, en España, todo aquel que interactúa con la Administración quiere cobrar subvención antes de defender el interés.

-¿Quiénes son los actores que más influyen en las políticas públicas? ¿Es proporcional a los ceros de su cuenta bancaria?

-No siempre, pero los ceros ayudan. A veces, el más listo, el que sintetiza su reivindicación en una consigna que los medios de comunicación recogen mejor, puede tener más éxito.

-¿Cómo afectan los grupos de interés en el Gobierno Local? ¿Qué actores abundan allí?

-Los grupos de afectados por las iniciativas urbanísticas, los grupos empresariales, o los grupos ecologistas o de género. Los partidos buscan a esos grupos para que les ayuden a elaborar sus programas.

-¿Intentan domesticarlos?

-Los domestican si la única financiación de estos grupos es la subvención pública. Una conclusión es que los grupos de interés son muy baratos de comprar. Su autonomía decrece cuando hay una subvención por medio. La Administración los domestica de este modo. En cambio, mira Greenpeace: sus estatutos prohíben financiación pública. Esa es su credibilidad. Por contra, los sindicatos y las organizaciones empresariales estarían quebradas sin la ayuda pública.

-¡Es la perversión absoluta!

-Así es.

-¿En España influyen más los grupos de interés que en otros países de nuestro entorno?

-En España falta un registro de los grupos de interés. El mundo anglosajón está más habituado a informar de esos grupos y sus relaciones con la Administración. En el sur de Europa prefieren que no se sepa. Pero los hay e influyen. Por eso se necesita más información y transparencia.