Fue un viaje a París lo que le descubrió a La Nueve y el papel fundamental que jugó en la liberación de la ciudad en 1944. En su nueva novela, Héroes de días atrás, homenajea a estos soldados republicanos españoles olvidados por su país y rescatados recientemente por la alcaldesa parisina Anne Hidalgo.

-¿Cómo llegó a esta historia de La Nueve?

-Paseando por París. En un puente sobre el Sena vi una placa en la que ponía A la columna Dronne / 24 de agosto de 1944. Y debajo había otra que decía: A los combatientes españoles. Entonces empecé a investigar y descubrí que había 150 bárbaros, generosos, valientes y desprendidos que fueron los que entraron y liberaron París de los nazis. Era una ciudad en la que todavía había 20.000 alemanes. Que entraran 150 hombres y llegaran hasta el barrio de Notre Dame y el Ayuntamiento me parece impresionante.

-Recuerda a la película 300.

-Sí, solo que estos son 150, la mitad. Hacía falta tener un temple especial para estar allí. Generalmente, habían huido después de la batalla del Ebro. Y se acabaron juntando todos en La Legión Extranjera en las campañas de Argelia, Túnez... Y luego los llevaron a Inglaterra y desde allí hicieron el desembarco después de los americanos. Pero inmediatamente los pusieron al frente, como punta de lanza. Eran eficaces, rápidos, duros como leones.

-¿De dónde les venían esa fortaleza y temple tan especiales?

-Eran soldados que habían vivido tres años de guerra. Y al llegar a Francia los trataron a palos. Eran muy duros en comparación con los americanos novatos que desembarcaban en la playa de Omaha. Y además, como eran anarquistas, no aceptaban las órdenes con sencillez. Lo cuestionaban todo. Y hasta que no les convencían no actuaban. Después de entrar en París, estos hombres bárbaros siguieron con Leclerc, entraron en Estrasburgo y fueron luego los primeros en entrar en el Nido del Águila de Hitler.

-¿Por qué la historia oficial se ha olvidado de ellos?

-En España, por el franquismo y porque la memoria histórica es algo que no entendemos. En Francia, por el nacionalismo galo. En París no podía entrar más que la fuerza armada francesa. Me atraía mucho este juego heroico y sobre él poner a tres personajes, indicativos de lo que se jugaba en esa guerra. Y después, contar una historia de amor, amistad y de caballerías.

-En la novela es crítico con el comportamiento de los propios franceses respecto a la invasión nazi. Incluso señala la actitud cobarde de muchos intelectuales de izquierdas.

-Por una parte, estuvo el colaboracionismo directo. Y por otra, gente que se libró. Incluso se libró Picasso, por ejemplo, a quien no le gustaban los nazis. A Picasso le dejaron seguir pintando en París. Había dos mundos separados que se cruzaban por las mismas aceras. Y entre los intelectuales se conocían muy bien y cómo pensaba cada uno. Muchos actores que luego se convirtieron en nombres habituales de las películas francesas posteriores colaboraron y estuvieron en Alemania. Es un momento muy negro de la historia de Francia.

-¿Hasta qué punto no hubiéramos callado todos por miedo?

-Exacto. No puedes acusar de cobardía a nadie hasta que no estás en la situación. Al final, relato la terrible historia de lo que llamaron las peladas: mujeres que habían tenido novios nazis y las raparon.

-¿Cómo lleva Francia ese periodo tan oscuro?

-Allí ha habido un larguísimo proceso de memoria histórica, readaptación y comprensión de la realidad. En Francia, por fin han entendido y aceptado lo que sucedió. El presidente Hollande fue al sur del país a pedir perdón por los campos de concentración en los que habían metido a los españoles que cruzaron los Pirineos. Fíjate cómo se parece a la situación de ahora: los llamaban campos de refugiados cuando eran de concentración.

-Héroes de días atrás. ¿No los hay hoy en día?

-No. Estamos faltos de héroes. Los héroes son ahora los futbolistas.

-Viendo la actitud de los intelectuales en la Francia de entonces, ¿ve positivo que la intelectualidad se meta en política?

-Que la intelectualidad, los artistas y los hombres de bien se metan en política me parece nuestra única salvación, esperanza y manera de combatir la corrupción.

-¿Están en esta línea nuevos partidos como Podemos?

-Están reproduciendo tics de la antigua política. Y están jugando a un populismo que les ha de castigar. Está muy bien que yo me coloque encima de ese monumento y empiece a gritar que si me eligen les daré a todos mil euros al mes. Hasta que luego te eligen y no puedes hacer nada de todo eso. El populismo es un engaño asqueroso. Una de las cosas admirables de Francia es que los intelectuales han intervenido en política en ambos lados. Ahora recuerdo a Jorge Semprún.

-Su novela habla del París ocupado por los nazis. Ahora ha sido golpeado por el terrorismo islámico. ¿Una nueva guerra?

-Sí, pero esta no tiene héroes. El islam es muy complicado porque es muy intolerante. Es una religión que está anclada en el momento que se escribe el Corán. Se lo toman como si estuviera vivo ahora mismo y eso es absurdo. Hay que derrotarles como se derrotó aquí a ETA. Y segundo, restablecer la vida civil y democrática entre los musulmanes, en este caso franceses.

-¿En qué países le gustaría ahora mismo ejercer la diplomacia?

-En París. No tenemos muy buen embajador allí, pero deberíamos tenerlo. Una embajada en París es importante porque es nuestro aliado natural. Luego en Marruecos y Washington.

-¿Si ganara Donald Trump las elecciones, seguiría teniéndole ganas a Washington?

-No. Es un payaso ignorante. Pero no le van a elegir.

-¿Cómo ve el 26-J?

-Veo el mismo panorama. Lo único que va a cambiar es que van a tener que ceder, negociar y hacer una coalición.

-Después de no alcanzar ningún acuerdo en los últimos meses, ¿cree que le falta diplomacia a la nueva política?

-Sí. No ha habido acuerdo porque Pablo Iglesias no ha querido. Él quería ser el jefe, quería el poder. Y no ha podido ser. No me gusta Iglesias. No creo que tenga una ideología razonable o ni siquiera comprensible más que la del poder apoyado en el populismo y en el 15-M. La transformación del 15-M en partido político era extremadamente difícil sin darle una ideología política. Y al final, no la ha tenido.