Solo tiene 30 años y está detrás de un descubrimiento que podría combatir las infecciones causadas por las superbacterias resistentes a los antibióticos. Una grave amenaza que ya suma cada año 25.000 víctimas en Europa y que, según Reino Unido, en 2050 superará al cáncer y causará 10 millones de muertes en todo el mundo.

César de la Fuente (A Coruña, 1986) publicó este hallazgo de repercusión mundial hace un año como investigador de la Universidad British Columbia, en Canadá. Y desde septiembre de 2015 persigue novedosas aplicaciones fusionando sus estudios de genética molecular y microbiología con las tecnologías más avanzadas que desarrollan los ingenieros del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

"La motivación más grande es pensar que a largo plazo puedes contribuir a mejorar la calidad de vida. Estas infecciones son letales y pueden matar en pocas horas o causar enfermedades crónicas. Me siento un privilegiado por estar en la cresta de la ola, pero es la gente que te rodea la que marca la diferencia y te hace un poco mejor. El MIT y Harvard son instituciones increíbles y con una energía impresionante donde todo el mundo quiere colaborar", destaca el científico gallego, adscrito al laboratorio de Timothy K. Lu, de la Escuela de Bioingeniería.

Los péptidos D son pequeñas proteínas con potencial para erradicar las infecciones provocadas por las bacterias más resistentes e incluso potenciar la actividad de antibióticos ya incapaces de frenarlas. César, que desarrolla su propio proyecto en el MIT con una beca de la Fundación Ramón Areces, ha demostrado su eficacia frente a enfermedades letales en dos modelos de invertebrados -el gusano C. Elegans y la polilla Galleria mellonella- y está a punto de publicar un artículo con resultados igualmente positivos en ratones.

"La fase crítica es la obtención de algo que sea eficaz y que mantenga su actividad durante un tiempo prolongado en el organismo a la vez que no resulte tóxico", explica sobre sus experimentos.

César también trabaja en la "transición" de sus estudios hacia la parte clínica mediante la aplicación de estos péptidos a cremas para tratar enfermedades bacterianas de la piel o al desarrollo de antibióticos con formatos tradicionales de pastillas o cápsulas. Además estudia cómo utilizar dichas proteínas en superficies como la de un catéter para prevenir la colonización microbiana o en enjuagues bucales y pastas dentífricas que eviten la formación de la placa bacteriana, pues incluso son menos tóxicas que la clorhexidina que se utiliza actualmente en estos productos.

El investigador coruñés ya cuenta con una patente que ha generado interés, aunque la idea a corto plazo es crear una compañía con la tecnología que ha desarrollado. "La media para conseguir un nuevo fármaco es de diez años. Y de momento la tendencia es positiva. Es cuestión de seguir trabajando y también de suerte", apunta.

Sus estudios son una esperanza frente a predicciones terribles. La propia OMS advierte de que la resistencia a los antibióticos es "el gran riesgo de salud pública del siglo XXI".

"El paradigma se ha roto. Cada vez se aprueban menos antibióticos y la incidencia de bacterias resistentes ha aumentando de manera constante durante los últimos 30-40 años. En parte, debido a su uso abusivo tanto en humanos como en animales. Los péptidos suponen una alternativa clara", sostiene.

Biólogos, físicos, informáticos, ingenieros eléctricos y expertos en las técnicas genéticas más punteras trabajan codo con codo en el MIT para diseñar nuestro futuro: "Una de mis colaboraciones, por ejemplo, es con gente de ingeniería electrónica para aplicar sus principios a la mejora de la eficiencia de los antibióticos convencionales. Aquí no hay miedo a unir a expertos en distintas disciplinas que a priori no tienen nada que ver. Se arriesgan, no son tradicionales. Y así es cómo surgen las revoluciones. Tampoco tienen miedo a preguntar. El investigador de mayor nivel no tiene reparos en preguntar cómo funciona algo. Lo mejor es esta cultura que transpira el lugar".

La ciudad de Cambridge, sede del MIT y Harvard, y su vecina Boston, en el estado de Massachussetts conforman un polo "de innovación y ciencia", destaca. "Estás rodeado de este ambiente, vas a la cafetería y escuchas hablar de I+D+i. Y también se hace mucho deporte", añade César, que juega al balompié y al baloncesto. "Aquí dan por hecho que siendo español eres bueno al fútbol. Reconocen mi ciudad por el Dépor, de cuando jugaba en la Champions", celebra.

El investigador coruñés forma parte de la primera promoción de Biotecnología de la Universidad de León y, antes de llegar a EEUU, estuvo seis años en la British Columbia de Canadá. La vuelta a España, aunque no inmediata, forma parte de sus planes. "Los grupos del MIT colaboran con países de todo el mundo, también con el nuestro, sobre todo con centros de Madrid y Barcelona. A mí me encantaría tener relación con Galicia. Hay gente muy inteligente y original en sus ideas", propone.

Mientras en EEUU ya tienen como candidatos a Clinton y a Trump -"Nadie se explica cómo ha podido pasar", dice sobre el segundo-, César estará pendiente de la "toma 2" de las elecciones españolas. "Espero que sea cual sea el resultado se fomenten los pilares de la sociedad, la sanidad y la educación, y también la investigación para poder seguir desarrollando nuestro país", expresa.

Un buen consejo para el futuro gobierno sería contagiarse de la cultura del MIT: "Cualquier país debería seguir esta filosofía de no temer a lo poco convencional y de darle las manijas a la gente joven para que tengan sus propios proyectos y libertad para explorar. En España hay materia prima, pero hay que apoyar la ciencia sin miedo y fomentar la cultura de que no hay pregunta estúpida o demasiado elemental. Y luego hay que ser persistente, dar margen y entender cómo funciona esta cadena".